viernes 19 de abril de 2024
16.9ºc Comodoro Rivadavia

“La grandeza es sólo una de las sensaciones de la pequeñez”

lunes 13 de diciembre de 2021
“La grandeza es sólo una de las sensaciones de la pequeñez”

El entramado cotidiano, conformado por los actores sociales que le dan vida a través de sus variadísimos colores y texturas humanas, va recorriendo todos los espacios y rincones de la experiencia humana.

Luces y sombras que tonalizan los pasos comunitarios retratando a la “desventurada muchedumbre” como la definía Mallarmé.

Junto con el don de la vida se nos otorga la condición de caminadores de la propia senda, de surcadores de los espacios propios, de diseñadores del singular diagramado con que nos construiremos, destruiremos y reconstruiremos tantas veces como podamos o deseemos hacerlo.

Sin duda somos los artífices del propio destino, más allá de todos los imponderables que se nos ocurra citar o argumentar.

Pero parece que, a veces, lo desestimamos y nos sentimos como hojas llevados y traídos por los vientos de la vida

A lo mejor, a ello responden los innumerables talones de Aquiles que nuestra sociedad ostenta en todo momento y lugar, evidenciando la inocultable característica de su perdurabilidad. Situaciones que, agobiando a la sociedad, persisten como una marca en el orillo que da al presente connotaciones de paupérrimo y, al futuro, presagios claramente imaginables…

Somos potenciadores innatos de las condiciones que nos atan a la noria de los desaciertos. El tiempo transcurre y las situaciones que nos empobrecen, humanamente hablando, se transforman en el germen que, lejos de ser superado, se acrecienta y vitaliza en el día a día, transformándonos en paridores de una realidad ultrajante.

Giovanni Sartori afirmaba que: “la comunidad es un compartir que une”. Cuando la comunidad deja de serlo y lo que comparte ya no une ¿en qué se transforma? ¿Qué resultados produce y cuál es la forma de revertirlos?

Sin duda, para buscar soluciones a un problema, lo primero es verlo, reconocerlo, aceptarlo como tal, ser consciente del daño que produce, de su magnitud, de su influencia negativa, de su peso asfixiante en el desarrollo de una comunidad y, a partir de ese reconocimiento consciente y generalizado, priorizar medidas a corto y largo plazo, tendientes a revertirlo de forma concreta, con resultados evidentes, medibles, incuestionables, beneficiosos para toda la comunidad.

De la hoguera comunitaria que todos debemos atravesar a diario, nadie queda exento, ninguno sale indemne, aunque algunos se sientan beneficiados vendiendo su alma al diablo.

“Quien me tiene de un hilo no es fuerte, lo fuerte es el hilo” decía Antonio Porchia. Entonces, habrá que identificar con tanta precisión como minuciosidad los “hilos” que nos atenazan, como sociedad, para erradicarlos definitivamente del panorama diario.

Nuestra realidad ya no admite dilaciones que posterguen lo que resulta imperativo realizar, ni “grises” que enmascaren la claridad de lo que debe ser nítidamente percibido por todos, ni medias tintas que sigan confundiendo lo impostergable y determinante que debe ser priorizado para frenar lo que está destruyendo a nuestra sociedad desde sus mismas entrañas: ¡la corrupción en todas sus formas!

Un proverbio francés sostiene que: “Los pequeños ladrones, desde la cárcel, ven pasar a los grandes ladrones en carroza.” Y Frank Herbert lo complementa diciendo que “La corrupción lleva infinitos disfraces.”

Será debido a ello que la realidad se ha transformado en un carnaval al que ya nos hemos acostumbrado. Máscaras, disfraces, y un variadísimo despliegue de los que se presentan simulando ser lo que no son…

Ya lo dijo Juan de Dios Peza: “El carnaval del mundo engaña tanto, que las vidas son breves mascaradas, aquí aprendemos a reír con llanto y también a llorar con carcajadas.”

Te puede interesar
Últimas noticias