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Acerca del fanatismo

martes 06 de junio de 2023
Acerca del fanatismo

 

Es interesante observar y comprender cómo las conductas fanáticas alteran el comportamiento de las personas frente al objeto de su admiración vehemente, ya se trate de ídolos deportivos, artistas o líderes políticos y religiosos.

El fanático actúa como el enamorado. Su ídolo es investido de todas las perfecciones y será inmune a cualquier crítica o defecto que se le atribuya. Este fenómeno se conoce como "idealización".

Tomemos como ejemplo a los ídolos musicales y sus clubes de fans. Apoderarse de un mechón de sus cabellos o un trozo de su ropa pasa a ser una preciada adquisición, vivida como poseer una parte del idolatrado y posiblemente adquirir algo de su "magia".

Poco interesa si el admirado es una persona para quien sus fans ni siquiera existen, o si en su vida personal carece de valores morales, es adicto a las drogas, etc.

La ceguera del fanático es similar a la del enamorado reciente, antes de que el descubrimiento de los defectos del amado genere desilusiones y la idealización se venga abajo. En esto se diferencia del enamorado, la ilusión permanece y se prolonga en el tiempo, como si la necesidad de sostenerla fuera mayor que cualquier realidad o prueba de que esa persona carece de los valores que se le atribuyen.

Surge la pregunta acerca de qué tipo de necesidad justifica sostener en el tiempo una idealización de tal magnitud. Recuerda a la necesidad infantil de ver a los padres como seres poderosos, capaces de protegerlos y ampararlos de cualquier daño. La indefensión infantil necesita de esta fantasía, ya que el infante moriría si no hubiera quien lo cuide, alimente y resguarde.

Los padres perfectos no existen y todos en nuestro desarrollo hemos sufrido desilusiones y frustraciones. Mamá no puede estar el cien por ciento a nuestra disposición y su ausencia puede ser sentida como abandono, con el pánico de quedar desamparados.

Estas experiencias infantiles permanecen en nuestro interior sin que seamos conscientes de ellas, y puede ocurrir que sin darnos cuenta sigamos buscando padres que nos protejan y asistan y también ser nosotros el hijo capaz de despertar ese amor incondicional.

En esta búsqueda inconsciente aparecen en la realidad personajes que parecen "encajar" en nuestras expectativas y deseos. Los ídolos deportivos o artistas se prestan a representar que eso que buscamos es posible, ellos lo han conseguido, nuestro ideal no es imposible.

Los admiramos porque lograron lo que tanto deseamos, que en el fondo es el amor de los otros. Estos ídolos son los "hijos" que triunfaron y consiguieron que todos los quieran.

En el caso de los líderes políticos o religiosos en cambio, depositamos la ilusión de haber encontrado en ellos aquellos padres ideales que nos amen y protejan incondicionalmente. Cuanto más importante haya sido la carencia de esta necesidad en nuestra infancia, tanto más persistente será la ilusión de haberlos finalmente hallado y la resistencia a verlos como seres humanos comunes y corrientes con defectos y virtudes. Resistencia que tiene que ver con el pánico a sentirnos nuevamente desamparados.

Valga como ejemplo de hasta dónde puede llegar el fanatismo, el caso del pastor Jim Jones que llevó al suicidio a 918 personas en Guyana. Jim Jones fundó el Templo del Pueblo en la década de los 50, con la idea de amalgamar el ideal socialista en una comunidad donde no existieran fronteras de raza o nacionalidad. Pero gran parte del atractivo para captar miembros, emanaba del discurso seductor de Jones. Esa fascinación pronto se convirtió en lealtad, que se transformó después en fanatismo y terminó en idolatría. Al ser perseguidos por considerarlo un culto, se mudaron a Guyana donde crearon la comunidad Jonestown, "Un paraíso socialista". Pero el pastor empezó a sufrir alteraciones en su personalidad y a imaginar que era perseguido por los capitalistas de la CIA. Esto lo llevó a proponer un "suicidio revolucionario". Repartió cianuro a todos los miembros del culto, incluyendo niños y bebés y todos murieron.

Este ejemplo extremo muestra, sin embargo, hasta dónde puede llegar la idealización fanática de un líder, en el vano intento por reencontrar la seguridad y protección infantiles perdidas e imposibles de recuperar en la vida adulta.

La realidad nos exige en cambio, duelar lo que no tuvimos y aceptar crecer y procurarnos nuestro sustento, así como desarrollar herramientas que nos permitan enfrentar los obstáculos que la vida nos presenta.

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