miércoles 1 de mayo de 2024
6.9ºc Comodoro Rivadavia

“Vive más sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir”

lunes 03 de octubre de 2022
“Vive más sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir”

El mundo interior de cada uno y cada quien, internaliza la realidad generando las reacciones tan diversas como confrontativas que vemos a diario, sin poder coincidir en el enfoque que nos una desde una perspectiva generalizada, priorizando proyectos de beneficio comunitarios mediante los cuales, y a través del trabajo de todos, se construya la realidad donde todos tengan cabida, constituyendo la base en la que nos apoyemos para avanzar, generando el crecimiento particular y social.
La incertidumbre y el descrédito apuntalan cada espacio de nuestra cotidianidad. La persistencia de lo indeseado va ampliando sus dominios y se muestra siempre renovada en lo que se ve, se escucha y se hace…
Bertolt Brecht sostenía que: “Las crisis se producen cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”.
Nos habituamos a magnificar lo trivial y lo superfluo, ascendiéndolo a la categoría de relevante, debatiendo sobre hechos que no aportan al mejoramiento de los vínculos sociales, no aquilatan el crecimiento humano, y terminan conformando la nada misma que nos envuelve y sofoca a diario. Sociedad que, vaciada de lo trascendente, ha quedado acéfala de procederes ejemplificadores, de guías morales que encaucen el andar colectivo, de comportamientos honestos que amalgamen los pasos generales en un andar confiado y confiable.
La sumatoria de todo esto -creo que la mayoría acordaremos en ello- sería parte de lo que tiene que morir y no acaba de hacerlo. Deberíamos determinar colectivamente, qué es lo que tiene que nacer y no acaba de hacerlo. Pero, “como no se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho”, según afirmaba Aristóteles, sería importante dedicar tiempo y atención personal, para ver cómo se construyeron tantos y tantos nudos que enredan el ovillo social alterando la construcción de la trama comunitaria, otorgándole la debilidad y opacidad característica que va aumentando según pasa el tiempo.
Hemos adquirido el pernicioso hábito de manejarnos como conductores desaprensivos, siempre a contramano en el trayecto social... A contramano de la cordura que nos estabilice; del equilibrio que consolide el andar social; de la mesura que propicie sopesar las acciones antes, para no lamentarnos después; de la capacidad de escucha que silencie el griterío social tan improductivo como estéril; del autodominio que reprima los desbordes de insensatez y soberbia…
El contrato social que tanto tácita como implícitamente nos incluye a todos, ha perdido vigencia, actualidad, y sin duda, caducado hace demasiado tiempo como para que no nos tomemos en serio, muy en serio, su renovación y actualización.
¿Para qué sirve un contrato? Para dejar constancia inequívoca de lo pactado y posibilitar su reparación en caso de que alguna de las partes incurriese en incumplimiento de lo acordado.
El contrato social, que nos obliga ante los demás, tanto como nos protege de ellos, en un equilibrio que debe resultar indefectiblemente inalterable, también se ha vuelto invisible como los miembros sociales.
Tal vez podríamos reflexionar sobre el pensamiento de Martin Luther King cuando afirmaba: “Llega un momento en que uno debe tomar una posición que no es segura, ni política, ni popular. Pero uno debe tomarla porque es la correcta”.

Te puede interesar
Últimas noticias