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“Nuestro destino nunca es un lugar sino una nueva forma de ver las cosas”

lunes 04 de julio de 2022
“Nuestro destino nunca es un lugar sino una nueva forma de ver las cosas”

La urdimbre social, como un caleidoscopio de figuras constantemente cambiantes, muestra la variación de sus imágenes reflejadas en los hechos cotidianos.
Trozos de resignación, de desesperanza, de indefensión, van intercambiando sus posiciones ofreciendo tan variadas como repetitivas imágenes, ensamblando el día a día.
Decía Pablo Neruda: “Las lágrimas que no se lloran, ¿esperan en pequeños lagos? ¿O serán ríos invisibles que corren hacia la tristeza?”. En mi opinión, creo que forman esos ríos invisibles que corren hacia la tristeza, sumándose a tantos otros ríos emocionales invisibles, que dejan de serlo al desembocar en el océano de la violencia imparable que nos envuelve a diario.
Esas explosiones de furia que colapsan el panorama cotidiano, son la visibilización de todo lo que se contiene oculto en el interior de cada uno y, cuando surge incontenible, sus resultados quedan expuestos en los hechos que vemos.
Lo deformado, que según el diccionario “es la persona o cosa que se aparta de lo normal o debido, o carece de proporción y armonía”, va tomando forma en el panorama diario y termina constituyendo “la norma”.
Paradojas de una sociedad profundamente trastocada que exhibe un producto humano que no ha sido leudado con los valores que le darían sentido y razón de ser a una sociedad, y cocinado en un horno cultural del que si no sale crudo sale quemado.
Así es como ese producto deformado, “que se aparta de lo normal o debido”, se obtiene en series cada vez mayores, tanto, que la deformidad termina siendo la forma que constituye y caracteriza las producciones que hacen su aparición en todo momento y lugar.
Será por eso que sostenemos, de forma inexplicable, una permanencia repetitiva en el punto de encuentro del desencuentro. Y vamos esquivando constantemente los aciertos, en el tránsito incontenible por los desaciertos.
El decir irreal, confrontando con el hacer real, van avanzando como ríos paralelos que no se cruzan, pero desembocan caudalosos en el corazón comunitario. Ríos de confusión, de engaños, de trasfondos ocultos que, sin embargo, siempre asoman a la superficie haciéndose visibles para los que quieran ver.
En esta sociedad tan enferma que conformamos, es imperioso hablar de sanación. Para ello, es necesario un acertado diagnóstico (que cualquiera, con dos dedos de frente puede realizarlo) y luego, elaborar el tratamiento.
Claro que entonces, y previo a ello, tendríamos que meditar a conciencia sobre la frase atribuida a Hipócrates que decía: “Antes de curar a alguien, pregúntale si está dispuesto a renunciar a las cosas que lo enfermaron”. Lo cual es una decisión determinante para lograr algún cambio.
Sin embargo, da la impresión que nuestra sociedad está dispuesta a renunciar a todo… menos a las cosas que la enferman.
Así, el camino comunitario va quedando sembrado con jirones de uno mismo, de los sueños no soñados, las metas no cumplidas, las ilusiones truncas, las esperanzas que no pudieron florecer, las debilidades que se quedaron en eso sin potenciar el desarrollo de fortalezas, los “podrías haber sido” que sucumbieron ante la falta de cumplimiento de los “deberías haber hecho” …
Pablo Neruda decía: “Algún día, en cualquier parte, en cualquier lugar, indefectiblemente, te encontrarás a ti mismo, y ésa, solo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”

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