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“Las dificultades rompen algunos hombres, pero también crean otros”

lunes 30 de mayo de 2022
“Las dificultades rompen algunos hombres, pero también crean otros”

 

La realidad, presionándonos la cabeza como un yunque inamovible, nos presenta su desfile de más de lo mismo, una y otra vez repetidamente, descarnadamente…

¡Cuántas vidas perdidas, cuántas familias destruidas momento a momento, y el dolor naturalizándose –como un flagelo inevitable- atravesando el panorama diario!

Miguel de Unamuno afirmaba que: “Un ciudadano es un producto social y la sociedad debe impedir que se pierda para ella”

Me pregunto: esa sociedad que nos envuelve, nos forma y deforma, donde el ciudadano ha quedado relegado a la categoría del último orejón del tarro ¿qué ofrece en su día a día para impedir que “el ciudadano se pierda para ella”?

Veamos qué podemos decir del día a día en que nuestra realidad nos convoca a transitarlo.

Una realidad tapizada de tareas pendientes por hacer, de necesidades por satisfacer, de comportamientos y actitudes por modificar, de conciencia por despertar…

En ese día a día transformado en un deporte de máximo riesgo, donde cada uno debe competir sin posibilidad de no hacerlo y sin los elementos de seguridad necesarios para su realización, sin reglamentos a respetar y sin preparación previa para su ejecución.

Un día a día donde cada uno parece interpretar un show unipersonal de acomodación particular y espontánea en el sálvese quien pueda, viéndose obligado a la toma de decisiones tan precipitadas como desafortunadas, en la mayoría de los casos. Con tantas esperanzas fallidas que oscurecen el presente y tantos rencores soterrados que perfilan el futuro, acompañando el errático tránsito social que va diseñando las coordenadas en el caótico mapa de la geografía comunitaria.

Un día a día que se presenta como un espacio neblinoso entre los márgenes de lo increíble y lo insospechado; lo vital y lo desolado; lo trascendente y lo superfluo, camaleónico hasta el asombro, punzándonos por dentro con el aguijón social del despropósito constante, carcomiendo las esperanzas sin distingo social, aunque siempre repleto de personajes bufonescos imbuidos de linajes prefabricados, construyendo las incongruencias cotidianas donde naufragan la cordura y la humanización.

El día a día, presentándose como la posibilidad utópica que nos desafía a crear la mejor versión de uno mismo para tratar de encontrarle la salida al laberinto existencial donde llevamos demasiado tiempo extraviados, para dejar de acumular bajo nuestros pies los escombros con que los desaciertos han ido minando el edificio social, en esos espacios que quedan a medio camino entre la esperanza de que algo cambie –per se- y la certeza de que ello no es posible en las condicione actuales.

Es decir que nuestra sociedad no sólo no impide “que los ciudadanos se pierdan para ella” sino que potencia, avala y sostiene muchedumbres cada vez más numerosas especializadas en el “sálvese quien pueda” en todo momento y lugar, y al precio que sea…

Sin embargo, afortunadamente, hay muchos otros menos manejables, que aún sumidos en el pandemonio diario, pero erguidos sobre el temple de los valores que dignifican al individuo, continúan adelante acordando con el pensamiento de Nelson Mandela… “Ninguna hacha es lo suficientemente afilada como para cortar el alma de un luchador que sigue intentándolo, armado con la esperanza de que al final se levantará…”

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