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Azul de Prusia

lunes 21 de marzo de 2022
Azul de Prusia

Estimados: aquí, Agalina, nuevamente dispuesta a brindar orientación y estímulo a quienes deambulan, errantes, en el incierto camino de la existencia humana. Esta semana he recibido una nueva consulta que voy a compartir con ustedes con el noble objetivo de iluminar como un faro la costa nocturna y borrascosa.

Lola, mi nueva consultante, me escribe para contarme que se siente realmente afortunada, que ha hallado al amor de su vida, al príncipe azul de sus más azulados sueños, y que, para hacer más completa su dicha, es correspondida por él. Pero (si no hubiera un “pero”, Lola no tendría razones para consultarme) hay un inconveniente y es que su enamorado no reside permanentemente en nuestro país. Para continuar con la relación, e incluso dar un paso más, él le propone que vayan a vivir a Méjico, de donde es oriundo. Antes de escribirme, Lola consultó con sus amistades ya que entiende que esto implica una decisión muy importante, que no se puede tomar a la ligera. Y me cuenta que algunas amigas la animan a seguir a su corazón sin pensar en nada más. Y otras, más mesuradas, le dicen que lo medite un poco, mientras le recuerdan que los príncipes azules, pasado un tiempo, se comienzan a desteñir. Presa del dilema, con la incertidumbre que acompaña estos casos, Lola pone su confianza en mí, en mi comprobada experiencia y aguarda mi atinado consejo.

Menuda responsabilidad pone en mis manos, querida Lola, pero como toda consultora sentimental que se precie, tomo el riesgo. Fiel a mi costumbre y apegada a mi estilo, le daré mi parecer como hago siempre, a través de un relato, de una anécdota, de una breve biografía. Esta vez, inspirada en el color azul que menciona, le contaré acerca de Anna Atkins, dama británica nacida en Kent, en 1799, considerada la primera mujer fotógrafa de la historia. Anna, que se dedicaba a la botánica, comenzó a experimentar con la cianotipia con el fin de reproducir las especies que estudiaba. Este procedimiento fotográfico había sido inventado en 1842 por el astrónomo John Herschel, quien era amigo de Anna y de su padre. La cianotipia es una técnica de impresión artesanal en monocromo por la cual se obtienen imágenes en un característico color llamado azul de Prusia. El proceso se basa en la exposición a la luz del sol de un material, que puede ser papel o tela, recubierto con un compuesto químico formado por la mezcla de ferrocianuro de potasio y citrato férrico de amonio. La copia que se obtiene se llama cianotipo. Anna comenzó a utilizar el método para reproducir algas y, en 1843, publicó el primer libro ilustrado exclusivamente con fotografías: “Photographs of British Algae: Cyanotipe Impresions”. Aunque su finalidad era absolutamente didáctica, los cianotipos de esta pionera de la fotografía se consideran pequeñas obras de arte por la armonía visual que contienen y la cuidada disposición de algas, helechos, y variedad de plantas, hojas y flores. Uno de sus mayores logros fue combinar con habilidad la ciencia y el arte, a través de una detallada y creativa labor. Si bien durante mucho tiempo su obra no tuvo el debido reconocimiento, Anna Atkins dejó un legado que hoy se conserva en importantes museos como el MET de Nueva York o el British Library.

En el campo del arte, esta antigua técnica de la cianotipia fue rescatada en los años sesenta y en la actualidad ha sido integrada por los artistas contemporáneos al collage y otras expresiones. A pesar de la sencillez del proceso y de su carácter artesanal, sigue teniendo algo de alquimia y renovada experimentación. La imagen lograda dependerá del tiempo de exposición, la calidad del papel, el azaroso juego de la luz del sol y las sombras que proyecten los materiales que se quiere reproducir. El revelado de un cianotipo, que se hace enjuagando el papel para sacar los restos de químicos, suele ser una sorpresa, a veces satisfactoria, a veces no. Y tal vez uno de los atractivos sea ese aventurado e incierto resultado. Como en la vida, como en el amor, querida Lola, se lo dejo así, al pasar, para que lo piense.

Me despido afectuosamente, hasta la próxima.

 

Agalina 

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