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Las hermanas sean unidas

martes 15 de marzo de 2022
Las hermanas sean unidas

Mis estimados: una semana más Agalina por aquí, inmersa en la ardua pero reconfortante tarea de prestar mi oído a corazones afligidos y almas acongojadas. En esta oportunidad, me ha escrito Sabina, de Zona Norte, para contarme algo que la angustia: su familia ya no puede reunirse en paz. Cada vez que intentan festejar alguna fecha importante con sus cuatro hermanos, ya sea un cumpleaños, un aniversario, o simplemente compartir un fin de semana largo, los roces por desavenencias en temas políticos y religiosos empañan la reunión. Comienzan con debates que van subiendo de tono, para pasar a violentos reproches. Alguna vez, me dice, incluso llegó a volar un cuchillo (de cabo de madera y filo aserruchado de una marca reconocida) que, por fortuna, no lastimó a ninguno de los presentes. Lo que me cuenta, estimada Sabina, parece ser moneda corriente en estos días exasperados que vivimos. Si le digo que pasa en las mejores familias, pensará usted en el dicho popular que reza “mal de muchos, consuelo de tontos”. Y tendría toda la razón al exigirme que además de responderle con lugares comunes, le cuente la consabida historia que suele ser la esencia de este consultorio sentimental.

Con todo gusto, le voy a relatar algunos pormenores de la vida de las muy británicas hermanas Mitford, cuya familia, bastante excéntrica, por cierto, protagonizaba disputas similares a las que usted me refiere. Quizás la más famosa de las Mitford haya sido Nancy. Nacida en Londres en 1904, fue la hija mayor de un aristocrático matrimonio. Su padre era el segundo barón de Redesdale, xenófobo en extremo y partidario del nazismo, para más datos. Su madre, Sydney Bowles, una dama refinada que consideraba que sus hijos solo necesitaban aprender equitación y francés. A pesar de esta idea materna, Nancy, autodidacta y gran lectora, se transformó en una reconocida escritora de novelas y biografías. Su obra The pursuit of love (A la caza del amor) de 1945, fue una de las más exitosas y en ella retrata las extravagancias de su hogar y su entorno social.

A Nancy la siguieron seis hermanos, cinco chicas y un varón. Casi todos ellos, especialmente las mujeres, tuvieron vidas controversiales e intensas. Educadas en el pensamiento pro-nazi, solo Diana y Unity continuaron aferradas a los ideales de su padre. Diana se casó en 1936 con un líder fascista británico. A causa de estos vínculos mantuvo arresto domiciliario durante la Segunda Guerra Mundial. Unity, por su parte, fue amiga cercana de Hitler y estuvo tan enamorada de él que cuando se enteró de la declaración de la guerra entre Gran Bretaña y Alemania intentó suicidarse. El propio Hitler le había obsequiado la pistola con mango de perla con la que ella se disparó en la cabeza en un parque de Múnich. Aunque sobrevivió, su cuerpo y su mente quedaron gravemente afectados.

Jessica, otra de las hermanas, a quien llamaban “Decca”, era considerada la “oveja roja de la familia” por su adhesión al comunismo. Luego de casarse con su primo segundo Esmond Romilly, emigró con él a Estados Unidos, donde vivieron alejados de todo privilegio de clase. Al igual que sucedió con Nancy, la carencia de educación formal no impidió que Jessica se convirtiera en una periodista y escritora, defensora de los derechos civiles, admirada hasta la actualidad. Prueba de ello son las declaraciones de la autora de Harry Potter, J. K. Rowling, cuya hija se llama Jessica en honor a “Decca”. Pero no me quiero ir por las ramas, que me queda contarle de las restantes hijas de Lord y Lady Redesdale.

Pamela era la más discreta de las seis, sus aventuras fueron más modestas como recorrer Europa sola en auto o ser de las primeras mujeres pasajeras de un vuelo trasatlántico comercial. Deborah, la Mitford que falleció en último lugar, en 2014, se definía como apolítica, y gustaba de la vida en el campo, andar a caballo y salir a cazar. Estuvo casada con un Lord, fue duquesa de Devonshire y emparentó con los Kennedy y con Fred Astaire.

Antes de despedirme, como siempre en la confianza de haberle dejado alguna reflexión, estimada Sabina, le quiero contar un último dato. El poeta inglés John Betjeman, que parece que estuvo enamorado de Pamela, o de las seis, escribió: “¡Las chicas Mitford! Yo las amo por sus pecados”.

Hasta la próxima,

Agalina

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