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Pie de página

lunes 31 de enero de 2022
Pie de página

Mis estimados lectores: quiero adelantarles que esta semana tenemos una consulta sobrenatural y como es la primera vez que ello ocurre, estoy realmente emocionada. Me ha escrito Simona, de Zona Norte, para contarme que, desde comienzos de este año, percibe la presencia de un fantasma en su casa. Nuestra amiga no está asustada, ni incómoda con la aparición, por el contrario, dice que el espectro ha traído un cierto interés a su vida, que hasta ahora era un poco rutinaria y monótona. Dado que el fantasma no molesta, y parece haberse adaptado a los horarios y costumbres de Simona, y puesto que no genera gasto alguno, ella piensa que es incluso mejor que cohabitar con un familiar o con una mascota. Sin embargo, con la idea de mejorar la convivencia, desea intentar algún tipo de intercambio comunicativo, y por eso es que requiere mi asesoramiento.

Mi querida Simona, no seré yo quien juzgue la extrañeza de su pedido, ya sabe que, como un devoto confesor o un reputado terapeuta, una consultora sentimental de mi experiencia y sabiduría se debe a su misión, sin críticas ni censuras. Por otra parte, debería confesarle que de fantasmas sí que no sé nada, pero fiel a mis cualidades de consejera “todo terreno”, apelaré al ámbito que más aprecio y que nunca me defrauda: el literario. Y puesto que aquí no se trata de adentrarse en terrenos de fantasmas nocturnos, ululantes ni terroríficos, la primera recomendación que se impone es, sin dudas, “El fantasma de Canterville”, de Oscar Wilde. Texto, además, que estoy segura de que será muy fácil no solo de obtener, sino también de leer. A pesar del título, de terror va a encontrar poco y nada, y si lo que quiere es comprender a su fantasmagórico huésped es el relato ideal. El fantasma creado por Wilde, lejos de espantar con sus artimañas espectrales pasadas de moda, mueve más al humor e incluso a la pena.

Pero si además de empatizar con la figura fantasmal que la visita, quisiera deleitarse con la lectura de una nouvelle deliciosamente bien escrita, le sugiero que se haga con un ejemplar de “Sombras suele vestir” del genial e injustamente olvidado por la ingrata literatura argentina, José “Pepe” Bianco. Este escritor, admiradísimo para Agalina (ya lo habrá intuido) comenzó a escribirla con la intención de que fuera incluida en la Antología de la literatura fantástica (1940) de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. Sin embargo, no llegó a terminarla a tiempo para ser publicada en la primera edición. Es por esto que apareció en la siguiente, la segunda, en 1965. Anteriormente a esa fecha, el relato había sido publicado por primera vez en el número 85 de la revista “Sur” en 1941.

Contarle el argumento sería como romper un hechizo, así que me limitaré a decirle que una atmósfera gris envuelve la sombría existencia de Jacinta Vélez, la protagonista. Y que la misma sombra nostálgica alcanza a su madre y a Raúl, su hermano discapacitado, al lúgubre cuarto de inquilinato que comparten, e incluso a Bernardo Stocker, un cliente habitual de la casa de citas donde Jacinta se prostituye. Tengo que advertirle: si lee Sombras suele vestir, habrá de seguir a Jacinta en su deambular por calles angostas, entre edificios que asemejan panteones y tratar de dilucidar si efectivamente estuvo en casa de Stocker, o si los criados intuyeron su presencia, aun sin haberla visto nunca, solo porque su perfume floral y terroso quedó flotando en el aire. ¿Era Jacinta un fantasma? Ni el propio Bianco se animaba a aseverarlo, porque él no quería saber más que sus lectores.

Querida Simona, la animo a que lea la nouvelle, y la animo fervientemente a que me vuelva a escribir contándome sus impresiones y ¿por qué no?, cualquier novedad en su acercamiento al desconocido, pero siempre atrapante mundo de lo espectral. 

 

.Agalina

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