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El campeón de los palíndromos

martes 05 de octubre de 2021
El campeón de los palíndromos

Estimadísimos: nuevamente Agalina con ustedes, renovando la oportunidad de escuchar los dilemas de almas en conflicto y de intentar orientarlas. Esta semana recibí un extenso mail, de Susana de Km 5, donde me cuenta de su difícil relación con Emilia, su hermana. Susana está ofendida porque Emilia, en el colmo de la desconsideración, siempre regala a otras personas los obsequios que ella le hace. Por ejemplo, ha visto a su sobrino Anás usando la remera que le trajo a Emilia de su viaje a Cancún, a la suegra con los aros que le regaló para el cumpleaños y el perro se abriga con la bufanda que le tejió con tanto amor el invierno pasado. Además, me dice, hace un tiempo le prestó el auto a Emilia y cuando se lo devolvió, bastante abollado, por cierto, juró que ella jamás lo había chocado. Dolida por tanto desprecio y maltrato, me pregunta qué hacer.

Mi querida Susana, debo decirle que su carta me recordó una interesante anécdota que leí hace bastante tiempo y creo que viene como anillo al dedo para ayudar a dilucidar su caso. El protagonista de la anécdota es Juan Filloy, el escritor argentino que se dio el gusto de vivir en tres siglos: nació en Córdoba en 1894 y murió en su ciudad natal en 2000. Era abogado, fue juez de paz, caricaturista, socio fundador del club Talleres, miembro de la Federación Argentina de Boxeo y vaya uno a saber qué más. Pero lo que más disfrutó en su larga vida fue, sin duda, la literatura. Prolífico como pocos, incursionó en todos los géneros. Escribió novelas, cuentos, ensayos, poesía y una montaña de palíndromos, por los cuales se autodefinía como campeón mundial. ¿Qué son los palíndromos? Palabras o frases que se leen igual tanto de izquierda a derecha como de derecha a izquierda. Lo que llamaríamos capicúa si se tratara de números. Le doy un ejemplo muy conocido: “Anita lava la tina”.

Dirá usted, Susana, que me estoy yendo por las ramas. Y tiene razón, me pasa a menudo. Sin embargo, no se impaciente, aquí viene la anécdota. Resulta, pues, que don Juan, como lo llamaban todos, acostumbraba hacer, por su cuenta y cargo, ediciones limitadas de sus libros y luego las regalaba a amigos o allegados. Entre estas personas se encontraba Borges, a quien Filloy en una oportunidad le regaló un ejemplar de ¡Estafen!, una de sus novelas, con una dedicatoria que decía “con afecto, Juan Filloy”. Pues bien, resulta que, pasado un tiempo, don Juan se encontraba recorriendo una librería de usados y qué le cuento que va y encuentra uno de sus libros. Intrigado, lo abre y al ver la dedicatoria reconoce que se trataba ¡nada más y nada menos! que del ejemplar que le había enviado a Borges.

Ahora bien, la cuestión que nos incumbe, Susi querida, es la actitud de Filloy ante lo que parece una descortesía hacia él por parte de Borges. ¿Le habrá escrito una carta dedicándole algunos epítetos cordobeses descalificadores? ¿Habrá compuesto un soneto injuriando a los antepasados de Borges? Nada de eso, Susanita. Don Juan compró el libro y se le ocurrió agregar una nueva dedicatoria debajo de la primera. Escribió: “Con renovado afecto, Juan Filloy” y se lo volvió a enviar a Borges.

Podemos pensar que Filloy sintió ganas de partirle el libro en la venerable cabeza a Borges por menospreciarlo de esa manera, pero Don Juan era evidentemente un caballero con sentido del humor. A modo de homenaje a la picardía e ingenio de este cordobés de los tres siglos, le transcribo uno de sus palíndromos: “Anás usó tu auto, Susana”.

A todo esto, a usted Susi, ¿qué le pareció la historia? Espero que le haya gustado y saque de ella sus propias conclusiones, no seré yo quien vaya a andar diciéndole a la gente lo que debe hacer, Dios me libre y me guarde.
Hasta la próxima.
Agalina.

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