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La rosa más famosa. Segunda parte.

lunes 06 de septiembre de 2021
La rosa más famosa. Segunda parte.

Estimados: como les había prometido, en este nuevo envío continuaré relatándoles la estimulante historia de amor del autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupéry, y su adorada Consuelo.

Recapitulando brevemente, les recuerdo que el relato venía a cuento de la consulta de Rogelio, octogenario enamorado de una dama cuyo estado civil es: “dos veces viuda”. Rogelio sufre (en mi opinión, injustamente) ya que sus familiares y amigos no solo no alientan su romance, sino que lo amedrentan e intimidan para alejarlo de su novia, augurándole el mismo destino de los anteriores maridos de ella.

Algo similar, con distintos matices, le sucedía al famoso escritor de El Principito: su encumbrada y ricachona familia francesa no apreciaba a su amada, ya que era extranjera (centroamericana, para más datos) y dos veces viuda. Pero, como ya les conté en la columna anterior, Antoine se enfrentó a todos los obstáculos y se casó con Consuelo. La noticia alentadora para usted, Rogelio, es que, a pesar de los contratiempos, el matrimonio duró trece años. Y seguramente hubiera durado más sino fuera porque Antoine el 31 de julio de 1944 despegó a bordo de un avión que nunca regresaría. Claro, esta debe ser la parte menos agradable de oír. Sin embargo, yo le pregunto, Rogelio, ya puestos en comparaciones e identificaciones: ¿es acaso usted aviador y le han encomendado una misión para espiar tropas alemanas en plena guerra?.

Por otro lado, me parece interesante contarles, a Rogelio y a los lectores que, luego de la desaparición de Antoine, los aristocráticos Saint Exupéry y gran parte de sus ilustres allegados hicieron todo lo posible por borrar el recuerdo de la existencia de esta esposa salvadoreña tan poco apropiada para ellos. Quisieron volverla invisible y en parte lo lograron. Sin ir más lejos, la cuñada de Consuelo, la escritora Simone de Saint-Exupéry, la describió como una “mujerzuela cazafortunas” y una “condesa de película”. Cosas que pueden pasar en casi todas las familias. Quizás aquello de que “lo esencial es invisible a los ojos” era un mensaje de Antoine para los suyos.

¿Le digo lo que pienso? No me conteste, porque se lo voy a decir de todos modos. Esos franchutes copetudos se perdieron la oportunidad de haber conocido más profundamente a una mujer talentosa, adelantada a su época, capaz de inspirar un personaje que ha perdurado y que seguirá haciéndolo. Porque pruebas de que ella fue la musa de Antoine sobran. En principio, aparecieron cartas que él le escribió a Consuelo dónde se lo dice expresamente. Además, los estudiosos de la cuestión han encontrado reveladoras coincidencias, entre ellas, por ejemplo: que la rosa tenía tos y era muy vulnerable (Consuelo tenía asma), que en el asteroide B612 había tres volcanes (El Salvador es reconocido por sus numerosos volcanes), incluso se cree que los famosos baobabs son reflejo de las enormes ceibas que hay en Armenia, el pueblo donde nació Consuelo.

Fíjese, Rogelio, que muchos años después del fallecimiento de la propia Consuelo, se publicaron las Memorias de la rosa, a partir de un manuscrito hallado entre sus pertenencias, donde ella daba testimonio de los pormenores de su matrimonio con Antoine y, además, confirmaba que efectivamente era la rosa de El Principito.

Es que aparte de inspirar a su esposo para ese personaje entrañable, Consuelo fue escritora, pintora y escultora, en otras palabras: tuvo una vida propia, antes y después de Antoine.

En la confianza de haber colaborado con usted, Rogelio, y de haber entretenido a los queridos lectores, me despido hasta la próxima.

Agalina.

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