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Ideologías

jueves 13 de abril de 2023
Ideologías

 

Hablamos de ideología cuando una idea o conjunto de ideas o creencias son consideradas como verdaderas y compartidas conscientemente por un grupo social en una sociedad determinada. Se refiere especialmente a la conducta social humana.

El historiador español José Luis Rodríguez Jiménez ha definido la ideología como “un universo de valores o conjunto de ideas que reflejan una concepción del mundo codificados en un cuerpo doctrinal con el objetivo de establecer canales de influencia y de justificación de sus intereses (del grupo social o político que la sostiene”)

Es necesario entender que las ideologías no son verdades científicas sino creencias gestadas para influir en las sociedades de acuerdo a los intereses de los grupos de poder que las sustentan.

Los humanos necesitamos “creer en algo” y somos fácilmente sugestionables sobre todo si se trata de creencias compartidas por grupos a los que nos sentimos pertenecientes. Las ideologías no son en sí ni malas ni buenas, pero pueden estar equivocadas como el pensamiento animista del hombre primitivo que atribuía poderes divinos a todo lo que no entendía. (el dios del sol, la diosa de la luna etc.). O la creencia compartida de que la tierra era plana, por lo cual no se podía navegar más allá de cierto límite a riesgo de caer al abismo tanto como la creencia en que la tierra era el centro del universo.

Las creencias condicionan nuestro modo de pensar y nuestras acciones. Si creemos por ej. Que existe un infierno, viviremos controlando nuestras malas acciones, no por principios morales, sino por temor a ser condenados al fuego eterno.

Estamos tan condicionados por nuestras creencias-ideologías que las tomamos como absolutas y nos enojamos si alguien sostiene creencias diferentes.  Tales personas pasan a ser “no creyentes”, enemigos. Tanto es el temor a que nuestras creencias corran el riesgo de perder veracidad y quedarnos sin esas “verdades” que nos sustentan, en el aire sin piso. Por ello nos aferramos con uñas y dientes a esas “certezas” que nos dan la ilusión de seguridad.

Las personas le tememos a la incertidumbre y buscamos seguridades, aunque sean ilusorias. Lo son porque nadie sabe qué va a pasar mañana, y porque no existe una única verdad, sino puntos de vista. La historia demuestra que ninguna ideología dura para siempre, que la vida es cambio, y lo que hoy es verdadero mañana puede dejar de serlo. (la ciencia, la investigación y la exploración han destruido muchas ideologías al explicar lo que antes no se entendía). Sin ir muy lejos temas como que las personas de raza negra no tenían alma (esclavitud) y hasta que las mujeres tampoco la tenían.

Sin embargo, la humanidad no ha logrado superar los fanatismos, el aferrarse a una ideología como “la salvadora” y defenderla hasta con sangrientas guerras. Fanatismos que los grupos de poder saben cómo sostener y manipular de acuerdo a sus intereses.

El problema con las ideologías es cuando se toman como verdades absolutas, atentando contra la capacidad de pensar y el sentido común que avisa que las certezas no existen. Todos podemos morirnos mañana y sin previo aviso. Lo que hoy es tomado como verdad, mañana puede pasar a ser entendido como un error de concepto y desestimarse por completo.

Como humanos necesitamos creer en algo, pero sería mejor no tomar nuestra creencia como un salvavidas y mantener la libertad de dudar el espíritu investigador y curioso. No porque una creencia nos parezca “moderna” “buena” “saludable” etc. es necesariamente válida y es muy posible que con el tiempo resulte totalmente desestimada y descalificada. Cuando nos hacemos fanáticos de una causa estamos haciéndole el juego a quienes usan las ideologías para sus intereses. Todos hemos escuchado el “divide y triunfarás” “al pueblo, pan y circo” “pasión de multitudes” etc.

Creo que la libertad de pensamiento es saludable y que aferrarse a ideologías sin animarnos a cuestionarlas es anularnos en nuestra capacidad de pensar. Las guerras ideológicas no nos dan una vida mejor, nos desgastan en luchas sin sentido y nos arruinan la alegría de vivir en una sana y satisfactoria convivencia.

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