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“El futuro de una nación es tan prometedor como la próxima generación de ciudadanos”

lunes 21 de noviembre de 2022
“El futuro de una nación es tan prometedor como la próxima generación de ciudadanos”

La realidad, bombardeándonos con tanto ruido social, mental y emocional, nos va bloqueando en el encuentro con las respuestas puntuales conducentes a la salida del atolladero en que nos encontramos empantanados, aumentando la tensión en que vivimos en todos los órdenes, alejándonos de la posibilidad del encuentro con uno mismo y con la profunda raíz en la que se gestan nuestras vivencias y comportamientos sociales.
Vamos diseñando, tozudamente, esos mapas territoriales exclusivos y excluyentes donde la sociedad se va fragmentando en espacios desolados, algunos; marginales, otros; repletos de nada, muchos; abundantes de todo, pocos; y luego se habla de unidad –como si ello fuera posible- en una sociedad donde la división es su marca en el orillo y la discordia, las desavenencias y el enfrentamiento, el caldo de cultivo constante y propicio para sostenerlo y acrecentarlo.
“La renuncia es el viaje de regreso del sueño” afirmaba Andrés Blanco. Nuestra cotidianidad, llena de renunciantes que regresan de tantos sueños postergados, olvidados, incumplidos, descartados, no puede dejar de ser tenida en cuenta ni pasar desapercibida a la hora de hacer el recuento de los mil y un “¿por qué?” que intentan justificar tanta enajenación imperante, tanta locura potenciada y descontrolada.
Necesitamos dejar de consolidar la compartimentación del pueblo, que con tanta necedad e inconciencia nos conduce por un camino sin retorno, alejándonos de la unión, ésa que “hace la fuerza”.
Si pudiéramos habilitar una fosa común donde sepultar tantos errores repetidos hasta el cansancio, tantos desbordes innecesarios, tantas furias no reprimidas y tanta violencia tan generalizada para dejar de conformar esa sociedad que no se cansa de chocar de frente contra sí misma, una y otra vez, hasta el hartazgo…
Si fuera posible exorcizar a los demonios de la superficialidad y la intrascendencia que asolan a diario el espacio comunitario con su nada apabullante, tiñiendo todo con “el gris telúrico del desaliento” al que hacía referencia Mariscal…
Si fuera viable desestabilizar tanta incoherencia sobre la que se construye la desnaturalizada realidad…
Pero no se puede, no es así de sencillo el camino que lleva a revertir todo lo mal hecho. No se trata de parecer sino de ser. No es lo que se dice sino lo que se hace. No va la cosa por los discursos tan grandilocuentes como interminables y soporíferos, sino por la honradez en el hacer y la rectitud en el cumplimiento de lo dicho.
Reconstruirnos será el gran trabajo pendiente. El que nos está aguardando para configurar una nueva forma de ser, con el acopio de las herramientas que hemos ido acumulando en nuestro camino de vida… Las experiencias, que con sus enseñanzas nos han otorgado los aprendizajes necesarios para transformarnos… El tiempo, alargando el camino para que se produzca la asimilación necesaria de lo vivido, invitándonos cada mañana a inaugurar la esperanza… La vida, que con sus matices existenciales tentándonos a esforzarnos nuevamente, una y otra vez a ponernos de pie, nos va mostrando como en un collage descarnadamente real, las luces y sombras de nuestra condición humana…
Resulta entonces imperativo frenar la producción seriada de animales humanos bestializándose, para construirnos como animales humanos sustanciales y trascendentes, ávidos de las alturas del espíritu, anhelantes de las profundidades del alma…
¿Y cómo se podría lograr? El pensamiento de Nelson Mandela sigue siendo un faro en medio de la oscuridad reinante: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”
Tan cierto… ¡pero tan lejano para nosotros!…

 

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