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“La experiencia no es lo que le pasa a un hombre. Es lo que el hombre hace con lo que le pasa”

lunes 07 de noviembre de 2022
“La experiencia no es lo que le pasa a un hombre. Es lo que el hombre hace con lo que le pasa”

¡De cuántos sentimientos dispares se va poblando el panorama cotidiano! Cuántas emociones confrontadas van haciendo nido en el ánimo comunitario… Qué manojo enrevesado de problemas en aumento, va señalizando el camino, desviando los pasos sociales del lugar del común encuentro…

“La costumbre nos teje diariamente una telaraña en las pupilas” afirmaba Oliverio Girondo.

La “costumbre” del choque verbal, la confrontación ideológica y la violencia física, a toda hora y en todo lugar, parece habernos convencido de que esa forma de relacionarnos es la natural. Y claro que lo es, necesariamente, en una sociedad donde todo conduce a desvalorizar al individuo, a marginarlo, a hacerle perder su dignidad y autoestima, fomentando los desmanes y tropelías como procedimiento común para la obtención de lo deseado, sumado a la imposición de la fuerza física como resultado de la falta de criterio, mesura y tolerancia.

La falta de respeto hacia el otro conforma la telaraña que lo vuelve invisible, dejando de constituir el límite preciso y necesario que no puede dejar de existir bajo ningún justificativo ni permitir su omisión o transgresión.

Hemos perdido la visión que nos permitiría captar los hechos en su real significancia, observándolos en sí mismos junto a sus resultados, a través del impacto observable y medible con los cinco sentidos. Como ciegos sociales, aceptando las sombras de un camino que pudo ser distinto, desestimando los contornos de una realidad apabullante por donde se la mire.

El peso de las vivencias cotidianas va delineando la huella que deja nuestro paso social.

Siendo el viaje de la vida un viaje sin retorno a lo que va quedando atrás, lo enriquecedor del trayecto sería vivirlo con tanta plenitud como haría un sediento con un vaso de agua que se le ofrezca. Sin embargo, el agobio de las vivencias diarias haciéndonos sentir que nunca estamos en el lugar y momento correcto, ya que siempre estamos aguardando a que “el mañana” venga provisto de una tijera que recorte lo que no deseamos seguir viviendo y el futuro constituya el hilo y aguja que remiende las heridas vivenciales con que avanzamos sangrando nuestras desdichas, nos mantiene encerrado tras las rejas de la costumbre, a pocos pasos de la desesperanza, siempre a la vuelta del absurdo…

El generalizado y sostenido padecimiento social avanza sobre los rieles de la inseguridad haciendo languidecer las esperanzas, menguando la ilusión, alejando el optimismo por caminos que parecerían sin retorno…

La razón que se busca y la sinrazón que se vive, se manifiesta como la paradoja de una sociedad que, habiendo perdido el rumbo, no sabe cómo recuperarlo, o no quiere, o no puede, o todo junto, tal vez, a estas alturas de las circunstancias.

La resignación, “ese suicidio cotidiano” del que hablaba Balzac, nos va inmovilizando ante nosotros mismos e invisibilizando ante los demás. Nos va desmembrando en tantas partes como las necesidades de cada uno lo impongan. Nos va mutilando existencialmente destruyendo las alas que nos conducirían hacia lo que pudo haber sido, condenándonos a la chatura de lo que es… Y nos va privando del futuro que, según Víctor Hugo: “tiene muchos nombres. Para los débiles lo inalcanzable, para los temerosos lo desconocido y para los valientes la oportunidad…”.

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