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“Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa”

lunes 24 de octubre de 2022
“Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa”

El día a día, como maestro de ceremonia del discurrir existencial nos muestra los desafíos a superar en las situaciones recurrentes que se presentan y los obstáculos a vencer, a través de las innumerables contradicciones diarias sobre las que giramos eternamente en la calesita del “más de lo mismo” aguardando, en tantísimos casos, la sortija que asegure alguna vuelta más, al menos…


Parecería que, desde la frustración y la desesperanza, causantes de la destrucción de la propia valía, se construye el pensamiento mágico que nos lleva a creer que las soluciones nos lloverán sobre la cabeza, como maná cayendo del cielo… o estará en las manos de algún “salvador” del pueblo que traiga el fin a tanto desvarío encarrilando al descarrilado tren social, sobre los rieles de la prosperidad y la abundancia… o tal vez, alguna pócima mágica que genere el embrujo de cambiarnos por dentro sin que debamos realizar ningún esfuerzo para lograrlo…

“La preocupación no vacía de penas el futuro, vacía de fuerzas el presente” afirmaba Corrie Ten Boom.

Será por eso que estamos tan desvitalizados, tan irritados, tan cargados por el abrumador peso de una realidad insoportablemente vacía de trascendencia y humanidad, de proyectos y concreciones enriquecedoras, de vínculos saludables, de futuro convocante…

Cada vez más transformados en cómodos nadadores de superficies y orillas, nos cuesta aceptar la imperiosa necesidad de bucear en las profundidades interiores y, rasgando la corteza invalidante en la que culturalmente terminamos envueltos, encontrarnos a nosotros mismos, reconocernos y aceptarnos.

Consciente o inconscientemente vamos construyendo esas fachadas personales que constituyen el diseño social con que proyectamos nuestro andar, por eso se torna indispensable detectar las motivaciones de nuestro accionar constante atentando contra uno mismo y contra el conjunto de la sociedad.

¿Qué convicciones profundas nos atenazan a procederes tan limitantes generando la dependencia a ellos, e impidiendo el camino de regreso al bien estar, al bien sentir, al bien pensar?


¿Qué espacio de la realidad queda no contaminado para ejercer el pensamiento criterioso, los ánimos equilibrados, los encuentros sanadores, las palabras prudentes, los gestos desinteresados, los pasos adecuados…?

Será por ello que el color esperanza va desapareciendo de la paleta con que pintamos cada día y el color desesperanza va ocupando su lugar cuando el sinsentido y la sinrazón, encofrando la cotidianidad, nos va ajustando la mente, estrechando el espíritu y comprimiendo la humanidad a niveles tan alarmantes como estremecedores y temibles.

¿Cuáles serán los saberes que nos guíen para acordar en el encuentro social necesario? Tal vez nos ayudaría compartir los conocimientos que obtuvo el doctor Augusto Cury: “Aprendí: que la disciplina sin sueños genera siervos que hacen todo en forma automática, y que los sueños sin disciplina producen personas frustradas que no convierten los sueños en realidad… Que los sueños no determinan el lugar al que llegarás, pero infunden la fuerza necesaria para arrancarte del lugar donde te encuentras…Nadie es digno de la cumbre si no usa sus derrotas para alcanzarlas…Nadie es digno de la sabiduría si no se vale de sus lágrimas para cultivarla…”.

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