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“Una casa dividida en contra de sí misma no puede sostenerse”

lunes 26 de septiembre de 2022
“Una casa dividida en contra de sí misma no puede sostenerse”

La balanza social mantiene su posición de permanente desequilibrio. Excesos de un lado y carencia de otro. El exceso de todo lo que deshumaniza inclina el peso siempre para el mismo lado, sin esperanzas de revertir la situación. Al menos, mientras no se produzcan en los individuos, los cambios necesarios que lo hagan posible.

Nos hemos ido acostumbrando a no tener lo que nunca debimos permitir que se ausente: ¡el respeto!... a las leyes, al semejante, a uno mismo.

No, solamente, por lo que representa su privación y por lo que nos depara su carencia -a la vista está- sino porque el vacío que deja es llenado por esa alquimia de la desobediencia, la soberbia y la desconsideración que produce ese compuesto tan nocivo de la invisibilidad que nos cubre a todos.

Por eso estamos tan indefensos socialmente, porque nadie nos ve para protegernos… Por eso, también, hay tanto desborde social, porque cada quien siente que puede hacer lo que quiere, cuando quiere y donde quiere, ya que no hay un “ojo social” que lo detecte e inmediatamente lo haga punitivamente responsable de un accionar indebido.

Solos, indefensos, desvalidos, totalmente vulnerables, atrapados en una compactadora social que no deja escapatoria.

Como domadores improvisados, avanzamos a horcajadas de las dificultades constantes, sabiendo de la imposibilidad de dominarlas, pero tratando, cuando menos, de mantener el equilibrio para demorar la caída lo más posible. En esta realidad camaleónica donde todo es camuflaje, obligados a avanzar en medio de la confusión y la oscuridad, sacudidos por las ráfagas incontenibles de las permanentes contradicciones, como salidos de un maleficio imposible de romper…

Por las temibles aristas de nuestra fragmentación constante, se escabulle la conciencia, dejándonos privados de la luz que señale y guíe, en este tragicómico andar…

¿Cómo nombrar, si no, a lo que generamos, luego padecemos y, después, negamos?

¿Cómo nombrarnos, como constructores de nuestros padecimientos?

Todo tiene cabida en una sociedad como la nuestra que, habiendo perdido el rumbo, ha quedado vaciada de propósito y sentido.

Verosimilitud, sería el término que deberíamos acuñar para construir las bases que nos conduzcan al lugar exactamente antagónico en el que permanecemos creyendo que vivimos…

Nuestra sociedad se ha transformado en una bitácora sin brújula, un espacio vacío de lo esencial para encontrar el rumbo que nos conduzca al buen puerto dela unión y la prosperidad… Vacíos, fragmentados, desunidos…

Los rieles de la sociedad nos conducen en el tren de la cotidianidad, sin destino fijo, aunque imaginable sin necesidad de hacer el menor esfuerzo.

Mientras cada uno enarbole “su verdad” como estandarte, y se bloqueen los espacios sociales con la topadora de la desunión, seguiremos potenciando esa extraña visión que nos hace ver a la sociedad como una sumatoria de individualidades siempre dispuestas a avanzar sobre el resto, potenciando el interés personal en desmedro del general y haciendo del avasallamiento de los derechos ajenos el “leitmotiv” de cada día.

Tal vez, el pensamiento –sarcástico- de Bertolt Brecht, nos invite a reflexionar: “Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”.

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