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“En nuestra ingenuidad hemos olvidado que bajo nuestro mundo de razón yace otro enterrado”

lunes 22 de agosto de 2022
“En nuestra ingenuidad hemos olvidado que bajo nuestro mundo de razón yace otro enterrado”

El día a día parece ir llenándonos de un vacío existencial que no da tregua al espíritu. Un vacío que, proyectándose a futuro, lo muestra como inevitable en su continuidad.

Un vacío que, diezmando de humanidad, va convenciendo a muchos que hay que perfeccionar el uso de “las garras y los colmillos” para transitar como se pueda el día a día, transformados, a estas alturas, en cíclopes cotidianos enfrentando una realidad que no da tregua en los traspiés cotidianos, ni descanso en el agobio espiritual.

Un espacio vital que ha quedado despoblado de horizontes hacia dónde dirigir los pasos de los proyectos, de los anhelos, de los sueños… Como un panorama amenazante que se desliza desde el velo de lo imprevisible hacia la sombra de lo impredecible, en el fatigado andar comunitario.

Si bien el sentimiento de desolación es cada vez mayor y generalizado, ante lo que nos toca vivir, se torna imperativo crear un singular espacio reparador que atraviese los amplios márgenes por los que se desliza la incertidumbre social para resguardarnos en él. Para entibiarnos con el fuego de leños propios que impida que el vacío se siga llenando con más vacío.

Fabricar con nuestras creencias, valores y sentimientos, un antídoto personal contra el despropósito generalizado y construir un horizonte particular con los colores propios que nos vayan quedando, para sumergirnos en él cada vez que sea posible.

Allí podría anidar la utopía, para sostenernos, para ilusionarnos, para motivarnos…

“La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se aleja diez pasos más allá. Por mucho que camine nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso: sirve para caminar.” Fernando Birri.

Y así es, tan simple como complejo, el tratar de convivir con la utopía.

Por eso resulta imperioso generar una perspectiva luminosa que atraviese las sombras cotidianas para dar un respiro al ánimo maltrecho y resguardarnos en un caparazón propio, del vendaval que nos sacude a diario. Para dejar de ser hojas indefensas llevadas y traídas por los vientos del despropósito que nos rodea.

Podemos construir un refugio, en nuestra interioridad, donde protegernos de los vaivenes demenciales que nos van metamorfoseando en actores de reparto en la disfuncional, paradójica y enrevesada película social que proyectamos en el diario vivir.

Los ánimos alterados, constituyéndose en el ABC de cada día, establecen los vínculos que formamos y determinan las emociones que rigen nuestro accionar.

No debemos olvidar que en nuestra mente se encuentran las alas que nos permitirían elevarnos, pero, también, el lastre que nos impide hacerlo.

Los pensamientos que acunamos a diario, indefectiblemente diseñados y atravesados por la realidad que nos toca vivir, dista mucho de guiarnos por los caminos del encuentro y la armonía.

William Blake creía que: “Si las puertas de nuestra percepción fueran limpiadas, la realidad aparecería como es, infinita. El mundo en un grano de arena, el paraíso en una flor, la eternidad en una hora y todo lo existente en la palma de mi mano.”

¡Qué lástima que las puertas de nuestra percepción estén cada vez más oscurecidas! Y que no podamos encontrar la forma de poner en práctica lo que dice la canción: “Enséñame a vivir el hoy de tal manera que mañana no tenga que reprocharme el ayer…”

Facebook:unamiradainterna
Premio Internacional “Raíces” en literatura clásica 2011, 2012 y 2013.
Como columnista de gráfica: 2013 a 2016.
En trayectoria: 2015, 2018 y 2019.
Mención a la Paz Universal (UPF) Ecosoc ONU 2011 y 2012.
Premio Internacional Dr Juan Delgado Celis: 2015 y 2016.
Premio Intercontinental Latinoamericano de Oro 2019 y Pluma Latina Destacada 2020.
Diploma de Honor Premio Raíces 2020

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