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“El único tirano que acepto en este mundo es la pequeña y sosegada voz interior”

martes 26 de julio de 2022
“El único tirano que acepto en este mundo es la pequeña y sosegada voz interior”

La violencia de cada día, instalada y acrecentada en el panorama diario, constituye una telaraña social donde todos quedamos atrapados. No hay forma de evitarla ni de despegarse de ella.
El día a día se ha transformado en un cuadrilátero de boxeo donde todo parece tener que dirimirse con violencia y donde todo está permitido. La innegable evidencia de ello es que al podio siempre llega la fuerza bruta, sostenida con todos sus ardides y artimañas, y cada uno sabe que tiene que prepararse para resistirla, ya que en una sociedad violenta la respuesta a dicha agresión también lo es.
Cuando se habla de violencia se habla no solo de agresiones físicas o verbales ya que también la generan la humillación, la intolerancia, la pobreza, la corrupción, la opresión, y todo lo que conlleva al hombre a estadios de deshumanización que lo alejan cada vez más de su esencia.
Nos hemos transformado en una sociedad de equilibristas donde cada vez son más los que pierden el pie y caen. Pero ¿adónde caen?
Almafuerte decía que: “Caer no es descender físicamente, ni es padecer hambre y sed; caer es penetrar en la órbita de lo inútil.”
¿Y para quiénes resultarían inútiles, para sí mismos o para la sociedad? Entiendo que alguien que es inútil para sí mismo, también lo es para la sociedad.
El término “inútil”, que según el diccionario significa: “que no produce provecho, servicio o beneficio”, creo que tiene que ver con los vacíos, con huecos, con espacios que habiendo podido llenarse de sentido, en su lugar, fueron cubiertos por la nada. Y esa nada es un peso muy difícil de cargar y, peor aún, de transportar en el camino de la vida.
Me pregunto, entonces, los que entraron en la órbita de lo inútil ¿en qué parte de las estadísticas sociales se consignan? ¿Qué medida los incluye para revertir y rellenar ese vacío que no les permite construirse individualmente ni proyectarse constructivamente en la sociedad que los alberga?
¡Sociedad de equilibristas, cayendo ininterrumpidamente en la órbita de lo inútil!
Y, entonces, ¿cómo se detiene la violencia? ¿Cuál sería su impedimento?
¿Dónde se coloca el freno? Sin duda, en las causas que la originan. Sin embargo, parece que todos los esfuerzos van dirigidos a potenciarla y no a detenerla.
La ira y la destrucción constituyen el detonante de la sociedad que conformamos y, a todas luces, un signo inequívoco de la incomunicabilidad que nos divide y fragmenta.
“La verdad no está de parte de quién grite más” decía Rabindranath Tagore
Entonces, ¿qué se puede esperar cuando la razón busca imponerse elevando la voz y alzando los puños, en lugar de desarrollar el criterio, la mesura y la tolerancia que constituirían y facilitarían los vínculos comunitarios?
La espiral de la violencia avanza imparable sobre todos y cada uno de los que conformamos la sociedad. Se constituye en guía y ejemplo a seguir. Muestra un camino. Señala un derrotero. Sus raíces se van robusteciendo y sus frutos son cada vez más numerosos…
“La violencia, decía Jean Paul Sartre, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso”
Nuestra sociedad, es un ejemplo constante y sostenido de violencia y fracasos…

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