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“Cada palabra tiene consecuencias. Cada silencio, también”

lunes 02 de mayo de 2022
“Cada palabra tiene consecuencias. Cada silencio, también”

El horizonte, poéticamente hablando, configura el espacio de unión del cielo con la tierra.
Los horizontes diarios, más realistas, señalan espacios que van más allá de lo cotidiano invitando a traspasarlos. Ello requiere, en primer lugar, llegar a ellos, alcanzarlos, luego, trasponerlos.
Podríamos decir que son invitaciones utópicas hacia dónde guiar los pasos. Brújulas sociales marcando un itinerario posible. Como un cartel luminoso guiando el derrotero diario que dice: ¡Avanzar! Prohibido detenerse en el camino de la vida.
Ahora bien, cuando los horizontes cotidianos en lugar de constituir alicientes que estimulen, incitando a traspasarlos, a esforzarse por alcanzar las metas, se transforman en muros que limitan, en paredones que estancan, en suelos minados que impiden avanzar obligando a retroceder permanentemente ¿qué balanza puede medir el peso asfixiante que cargan sobre el cuerpo y el alma los integrantes de una sociedad con esas características?
El panorama diario se ha transformado en un permanente campo de batalla: de la honestidad contra la corrupción, de la mentira contra la verdad, de la decadencia moral contra las virtudes, de la disciplina contra el descontrol, del orden contra la anarquía…
Un párrafo aparte, merecen las palabras, esas que pueden crear puentes o abismos entre los individuos, que pueden transmitir esperanza o desasosiego, las que evidencian provenir de un alma noble o de un interior habitado por todos los demonios del averno…
El aire cotidiano está viciado de palabras ausentes de contenidos y significados, que se constituyan en nutricias para potenciar vínculos saludables en la comunidad. Así es como escuchamos infinidad de palabras inútiles que se dicen, mientras tantas necesarias se callan… porque parecería que no hay quién las escuche, ni un “para qué” decirlas. Como expresa el personaje de la novela: “El hombre duplicado” de José Saramago: “Esas palabras atravesadas en la garganta, palabras engasgadas, que no han podido escapar de la angostura de la glotis…”.
Es entonces cuando el cartel luminoso que guiaba el derrotero diario se subvierte indicando: ¡Detenerse! ¡Prohibido avanzar en el camino de la vida!, constituyendo así el horizonte cotidiano social.
La corrupción y la impunidad, a estas alturas naturalizadas de tal manera, hacen que ya no se necesiten máscaras que tapen o disimulen su esencia. Los lobos con piel de cordero han desechado esa piel mostrándose tal cual son, sin disimular sus garras y colmillos.
El horizonte, velado de desmesura, ostentoso en su muestrario de infortunios al acecho, deja en claro ese futuro que se presenta como un contenedor gigante repleto de calamidades que nos aguardan encubiertas, sostenidas, potenciadas…
Ha dejado de cotizar en bolsa la piel de cordero. La hermandad de lobos los agrupa y les da las herramientas para que se sientan impunes en su ferocidad. Cuando el horizonte de una comunidad lo constituyen jaurías de lobos al acecho, el aciago panorama demarca un camino social intransitable y hace imposible un latir victorioso que nos una para poder respirar, al unísono, un aire social no contaminado, generando la chispa de lucidez que ilumine las conciencias que aclare la mente, que sosiegue los ánimos…Gira la rueda de infortunios permanentes mientras, como sostenía Pietro Ubaldi: “Cada uno busca destruir a sus enemigos, pero no la causa que los genera: busca desviar los golpes, pero no la causa que los produce”.

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