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“Me dan miedo esas grandes palabras que nos hacen tan infelices. Se fueron los grandes, pero quedaron las grandes palabras” James Joyce

lunes 18 de abril de 2022
“Me dan miedo esas grandes palabras que nos hacen tan infelices. Se fueron los grandes, pero quedaron las grandes palabras” James Joyce

Los días se suceden atrapándonos en una espiral de contradicciones, que nos deja pegados a su diseño como si fuera una telaraña social construida especialmente con esa finalidad.

Paradojas cotidianas salpicando, como baldosas flojas, con cada paso que damos… Signos de interrogación constantes eslabonando las incertidumbres en que la sociedad se sumerge… Atuendos que nos visten de lo que no somos desvistiéndonos de lo que somos.

Paul Valéry decía que: “Uno nace varios y muere uno solo” El doctor Jaime Barylko reflexiona al respecto: “Nacer varios es venir al mundo con múltiples potencialidades. Pero luego aparece la educación, la carrera, las llamadas necesidades de la vida y te vas reduciendo. Te vas consumiendo en uno solo, cada vez más especializado en ese uno solo, y los demás que pudiste ser se van muriendo. Y entonces es cuando uno se torna cosa, sustantivo”.

¿Será por eso que la sociedad cosifica cada vez más a sus integrantes al cercenarlos en sus potencialidades, dejándolos reducidos a “uno solo” y, en tantos casos, muchos no llegan a constituirse ni en eso?

¿Será porque nos especializamos en torcer la flecha de lo necesario para que nunca dé en el blanco de lo posible, en una realidad que ha reemplazado a los creadores por los criticastros, en una inacabada sustitución de lo útil por lo inútil, lo distinguido por lo vulgar y lo ejemplar por lo pervertido?

Mientras tanto, se va secando el fuego de la vida que arde en las venas impulsándonos a mirar más lejos, más alto, traspasando las apabullantes medianías, las pobres palabras, los imparables miedos…

¡Morir uno solo! Condenados al destierro de la propia singularidad, de la exclusiva interioridad, cortadas las alas que nos permitirían sobrevolar lo tosco, aspirando a luminosos espacios…

¿Con qué cortaremos esa cadena de absurdidades que nos ata, nos nivela, al común denominador de las frustraciones, relegándonos al espacio que otros nos indican que ocupemos, para terminar finalmente, muriendo “uno solo”?

Las vivencias cotidianas se constituyen en esa fugacidad de momentos con cuya sumatoria construimos nuestra historia mientras las vamos disfrutando o padeciendo enmarcadas en el retrato de nuestra existencia.

Finalmente somos eso, brevedad de aconteceres en un tránsito fugaz, cada vez más desaprovechado, caminando inevitablemente hacia la estación de partida…

Somos nuestro propio prólogo avanzando hacia su epílogo. Somos inicio y final, llegada y partida, presencia condenada a ser finalmente, ausencia… Tanto milagro existencial opacado con el desprecio a la vida que vemos a diario puesto de manifiesto en múltiples formas y sentidos…

Dice el doctor Jaime Barylko: “Hay en la civilización elementos de crecimiento y otros de decadencia. Esto es lo que tenemos que distinguir, si transmitimos cáscara o grano, modelos de vida noble, bella, sensitiva y fruidora.

Civilización es, antes que nada, voluntad de convivencia. Las naciones más avanzadas, extrañamente muy rebeldes y revolucionarias en algunos aspectos, conservan, sin embargo, el orden de las costumbres, del respeto por el otro, ese fundamento de la civilización que consiste en no ser como se quiere sino como se debe…”.

Para no seguir condenados a “morir uno solo” tal vez nos ayude a reflexionar el pensamiento de Urs Van Balthasar cuando afirmaba: “Hemos fracasado sobre los bancos de arena del racionalismo. Demos un paso atrás y volvamos a tocar la roca del misterio”.

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