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“Saber no escuchar también es tener oído”

domingo 13 de febrero de 2022
“Saber no escuchar también es tener oído”

La frase del título es del Martín Fierro

La imposibilidad de acordar socialmente sobre los temas de significativa importancia para el desarrollo y bienestar del pueblo, plantea una sumatoria de incógnitas que le da calidad de, cuando menos, increíble, a tantos acontecimientos que se vivencian a diario situando en el terreno de la marginalidad, a la cordura y el sentido común.
No se puede creer lo que se ve ni lo que se escucha, tanto que, en ocasiones, se llega a dudar de la propia percepción de los hechos.
En el anecdotario constante de situaciones desconcertantes, socialmente hablando, e inconcebibles, humanamente dimensionadas, el acostumbramiento diario termina relegando todo a los tonos difusos de aquello que, de tan repetitivo, culmina siendo aceptado como “normal”, dejando de sorprender, y desconectando los mecanismos que movilizarían a reaccionar en contra de ellas.
La realidad transformada en una antología de hechos que carcomen a diario, y a tiempo completo, los valores que deberían sostener las columnas del edificio comunitario.
Y no sabemos qué hacer…cuando está todo por hacer.
Hablamos de pacificar los ánimos, sin dejar de usar el leudante de las repetitivas desdichas.
Reemplazamos la dádiva indiscriminada esclavizante por el esfuerzo propio, ése que debería deparar usufructos dignos y meritorios.
Cambiamos mentes llenas por estómagos vacíos, en un trueque que establece claramente el futuro que nos aguarda.
Una sociedad dividida que no se cansa de enfrentar al “hombre versus el hombre” en un cuadrilátero social donde el resultado se sabe de antemano.
¿Cómo serían las preguntas, entonces, para plantearse una solución a este pandemonio generalizado que vivimos y que nos sitúa en un padecer constante?
Podría ser ¿cómo seguimos con esto? O, tal vez, ¿cómo empezamos de ahora en más? Quizás ¿cómo terminamos?... Supongo que las tres juntas para determinar un inicio, una continuidad y una meta a la que llegar. Tres pasos, para un larguísimo camino a recorrer en busca del “tesoro perdido” de la paz comunitaria y la prosperidad social.
En algún momento habrá que detenerse a pensar qué estamos haciendo, porqué y para qué lo hacemos, adónde estamos yendo con la realidad que construimos día a día y cuál es el sentido de vivir a contramano en el camino de la existencia.
“No porque a un burro le pongas diez rayas vas a tener una cebra” sentenciaba el personaje de una novela. Somos paridores de realidades metamorfoseadas a través del relato que describe lo que no es, que cuenta lo que no existe, que narra lo que se quiere escuchar, en una novela cotidiana que ya nadie quiere leer.
Necesitamos oxigenar los pulmones sociales colapsados ya, con el aire viciado de tanta insania sostenida en el tiempo. Necesitamos recuperar el “Buenos días” inaugural de cada mañana que augure el encuentro fraterno de todos en una jornada conducente al trabajo, al estudio, al arte, y a todas las actividades propias de un pueblo construyendo y construyéndose, realizando y realizándose, nutriendo y nutriéndose… Y al final de la jornada, el “buenas noches” que marque el descanso reparador de un día transcurrido con sentido y plenitud, con esperanza y realizaciones, con unión y esfuerzos compartido en la obtención de logros reales y comunes.
¡Necesitamos necesitar el reencuentro social! Desear su construcción con ansia, con desesperación, con un deseo visceral incontenible sabiendo que, solamente, desde la unión, podrá iniciarse la reconstrucción indispensable… Sin olvidar que, como decía José Narosky: “Reencuentro nunca es un encuentro, porque necesitó un desencuentro”.

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