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“Toma problemas prestados, si te lo dicta tu naturaleza, pero no los prestes a tus vecinos”

lunes 17 de enero de 2022
“Toma problemas prestados, si te lo dicta tu naturaleza, pero no los prestes a tus vecinos”

Los días se columpian en el vaivén del tiempo ofreciéndose, cada uno de ellos, como una nueva posibilidad resarcitoria de modificar lo que deba ser hecho.
El cambio, como constante inmodificable, es parte de la vida misma. Nada permanece estático. Todo llega y se va transformándose, inmediatamente, en pasado.
Si todo, en la naturaleza, es un fluir constante ¿por qué las personas nos encasillamos, tantas veces, en pensamientos rígidos, inflexibles que, como las aguas estancadas, generan turbiedad en los haceres y decires dificultando, cuando no anulando, la adaptación a los cambios necesarios?
Cada día nos acerca la posibilidad de nuevos encuentros, pero también de nuevas despedidas, en todos los órdenes. Por eso, las manos abiertas simbolizan la posibilidad de recibir lo nuevo, por un lado, y de soltar lo que debe alejarse, por el otro. Esto, como ley natural, será lo que deba ser, con nuestro consentimiento o sin él.
Si pensamos en nosotros, como colectivo social, es notorio que llegamos a fin de año con la necesidad del cambio. Estábamos muy apurados por dejar atrás un año complejo y doloroso para todos, para recibir, esperanzadoramente, al que llegaba. Lo percibíamos como una posibilidad de reparación personal y social, en el imaginario colectivo, de un nuevo inicio portador de nuevas bocanadas de aire fresco que mejorarían la oxigenación social, dándonos permiso para creer que el nuevo año traería una luz que nos permitiría visualizar mejor el trayecto a recorrer y los pasos a dar y que, tal vez, al iluminarnos, podríamos iluminar el camino de otros…
En una sociedad que insiste en ignorar el mérito del esfuerzo propio desestimando la honestidad y premiando la corrupción, reclamando justicia porque siempre está hambriento de ella y clamando por seguridad para poder avanzar dentro de elementales márgenes contenedores, las preguntas serían:
¿Es necesario seguir destruyendo, día a día, el tejido social, enredando sus hebras, destiñendo sus colores, esmerándose en dejar las tonalidades oscuras de la frustración y el agobio para pincelar cada día?...
¿Es necesario seguir potenciando la vulgarización y la ordinariez como moneda corriente?...
¿Es necesario establecer constantemente culpas y culpables sin determinar nunca responsabilidades y responsables?...
¿Es necesario destruir en lugar de construir y reaccionar en lugar de accionar?...
¿Es necesario que lo imprescindible y lo intrascendente se mezclen y amalgamen de tal forma que ya no se distinga entre lo uno y lo otro situándonos siempre de frente al despropósito?...
Los cambios, para que se reflejen en el exterior, deben iniciarse en el interior de cada uno.
No hay misterios en nuestra realidad, todo está a la vista, expuesto a quien quiera verlo.
La mirada retrógrada insiste en traer el pasado al presente y hacer, de ello y con ello, un sistema sostenidamente antagónico y violento que impide el avance en una, cada vez más, pantanosa cotidianidad. El futuro no puede construirse con la evocación constante de antagonismos pasados para darles vigencia en una confrontativa realidad interminable.
La construcción de lo nuevo requiere enfocar la energía tratando de desatar esos nudos gordianos que nos tienen aprisionados y estancados en una realidad que “cambia para que nada cambie” …
Ya lo decía Almafuerte: “Pues yo sé que los nudos gordianos al más leve tirón se desatan; que se buscan misterios y surgen verdades que ciegan de simples y claras.”

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