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Camposanto en el Infiernillo

viernes 20 de mayo de 2022
Camposanto en el Infiernillo
La ubicación del cementerio entre el pueblo y los yacimientos. Un punto equidistante para ambos. Foto: Carlos Kollenberger.
La ubicación del cementerio entre el pueblo y los yacimientos. Un punto equidistante para ambos. Foto: Carlos Kollenberger.

La gente que circula por la zona de el Infiernillo, tal vez no recuerde que ahí, abajo, estaba el cementerio.

Sí. Ahí estaba... en el “infiernillo” ¿Una casualidad? ¿Era antesala del infierno? ¿Era la entrada al pueblo? No, de ninguna manera.

Con el viento en contra

Enterrar a los muertos, durante los cuatro primeros años del pueblo, es todo un problema porque no hay cementerio, la solución provisora es sepultarlos en la parte de atrás de las primeras casas, y así... las primeras tumbas se realizan en una de las esquinas de San Martín y España. Esto es hasta 1904 cuando el Ministerio del Interior autoriza la ubicación en un lugar más apropiado: detrás del cerro, al norte del pueblo.

Antigua tumba con corralito de madera en el cementerio "viejo". Foto: Carlos Kollenberger (1982). 

Entre el mar y el talud del cerro va el cortejo fúnebre rumbo a la pared cerrada por dos cerros, ahí... donde el viento encara el mar con toda su furia, justo en un día de gran temporal. El destino es llegar al fondo del rincón.

El camino es muy angosto, van en fila y maniobrando para sostener el féretro, deben llegar a la explanada que está entre el mar y el rincón pero el viento no los deja avanzar, por eso la familia y lo amigos del difunto, José Lete (1), hacen la sepultura a mitad de camino, ahí queda... y se transforma en el cementerio del pueblo, a la orilla del mar, en una de las vistas más bonitas que disfrutan los comodorenses del 2000.

Por unos años no hay discusión, el cementerio está justo entre el pueblo y el yacimiento petrolífero estatal. Quién lo diría, compartir el espacio más allá de la vida –por ahora- los mismos que tantas diferencias tenían.

Pedido va... negativa vuelve

Entre tantas epidemias y accidentes de trabajo, el cementerio, en 1924, ya tiene colmada su capacidad. El encargado ruega que no lleguen más difuntos, insiste y recién en 1926 el presidente del Concejo Municipal inicia los trámites ante el ing. Platz, administrador de Y.P.F., ya que el terreno que limita al oeste del cementerio –al fondo del cañadón- le pertenece a la petrolera, por disposición del Gobierno Nacional.

 

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En 1927 se destinan cuatro manzanas en la zona oeste del pueblo, en la ladera del cerro, pero queda lejos y los vivos están ocupados en otros temas. La preocupación más que nada, es del encargado, que sólo atina a presionar para que el alambre que rodea el cementerio, se corra para un lado y otro.

Pero 1936, de nuevo, las tumbas ya están al borde del cerco. El 29 de octubre de ese año, el presidente del concejo municipal envía una nueva nota al administrador de Y.P.F. que “por estar colmada la capacidad del cementerio existente y siendo imprescindible la habilitación de otro terreno para esos fines, me permito solicitar se sirva informar a esta presidencia si habría inconveniente en que sea utilizado para nuevo cementerio”, el terreno se indica en el plano que le adjunta y “está ubicado en el paraje denominado Rincón del Tambo”, y que años después los vecinos denominarán Eureka.

Tumba de Rogelio Riera. Foto: Clarita Riera. (1922).

Por ahora, insiste que el “terreno indicado es el único adecuado a esos efectos por su situación equidistante de los yacimientos petrolíferos y del pueblo”, y si no es en ese lugar “debería hacerse en el oeste del pueblo con los consiguientes inconvenientes que implicaría la distancia y la vialidad sumamente dificultosa en los días de lluvia”, a lo que debe sumarse “el paso obligado por las calles del pueblo de los cortejos fúnebres provenientes de todos los campamentos petrolíferos” (2). Todo un problema.

Pero el administrador le responde que el terreno solicitado está en zona de reserva del yacimiento. Pedido: ¡denegado!

Con el cementerio a otro lado

El presidente del Concejo no se da por vencido, tiene que solucionar el problema, por eso el 23 de diciembre de 1936 eleva una nota a la Dirección Nacional de Vialidad, que ya planifica la construcción de un camino prolongación del “costanero actual”, e insiste "frente a la necesidad de construir el cementerio de Comodoro Rivadavia sobre nuevas reservas fiscales ubicadas al sur del ejido urbano, por lo que agradecería activar la concreción del camino”. Tampoco hay respuesta.

 

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Más apuro tiene el encargado del cementerio, don José Domínguez, que el 7 de abril de 1937 eleva una nueva nota a sus superiores, preocupado porque el cementerio “está a punto de ser llenado, sólo queda espacio para unas 20 sepulturas, cosa que me alarma porque tendríamos que resolver este grave asunto si es que llegaran a venir muchos cadáveres y no tendríamos donde enterrarlos”.

Al presidente del concejo le queda una alternativa, solicitar al Gobernador del Territorio que interceda ante las autoridades nacionales para ampliarlo sobre los terrenos del Rincón del Tambo, pero éste le envía un telegrama donde dice que “no se tiene conocimiento que ese terreno se haya destinado para construcción de cementerio, por tratarse de tierras de Y.P.F.”.

Definitivamente: ¡no hay lugar!

A la gente de la Municipalidad le urge solucionar el problema. No pueden avanzar sobre el Rincón del Tambo. El equipo técnico ubica, en lo que después será barrio Pietrobelli, las manzanas 91, 92, 93 y 94 destinadas al cementerio en 1927, pero en el informe que elevan el 18 de junio de 1942, dicen que el terreno no es apto, “por ahí se trazaron manzanas, además hay mucho desnivel y zanjones. Se hace necesario buscar otro lugar”.

Se sugiere entonces un terreno cerca del nuevo camino nacional, fuera del pueblo pero no tan lejos, “a 2.500 metros de las calles Browm y Belgrano, son 4 hectáreas suficientes, y se propone reunir en osario común a los muertos con más de 20 años de antigüedad”.

El terreno indicado es el que después ocupará la torre de transmisión de la Broadcasting, o LU 4, más tarde. ¿Cuándo lo desestiman? No se sabe. Pero el encargado del cementerio eleva otra nota el 6 de mayo solicitando se resuelva con urgencia la ampliación del cementerio, en el mismo terreno donde está ubicado –en el Infiernillo-.

Finalmente pide la clausura del cementerio por falta de capacidad, y el 18 de junio de 1942 se destina la manzana 194, bajando ‘la loma’. (3)

Separados hasta en la muerte

Para ese mismo año, 1942, YPF realiza la traza de su propio cementerio, si ya tenía comisaría y hospital, por qué no un cementerio, e inaugura un camposanto en Km 5, donde son trasladados, sin pagar el impuesto, los restos de los obreros fallecidos que se encuentran en el cementerio que, a partir de entonces, los vecinos denominan “el viejo”.

Por su parte, la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo traza un camposanto en Km 9. (4).

El cementerio Oeste, en las afueras del pueblo

La Municipalidad tiene un nuevo interventor en 1943, el coronel ángel Solari, después de poner un poco de orden y cuando ya es Gobernador Militar –un año después-, inicia las obras para el nuevo cementerio, ubicado al oeste y en las afueras del pueblo.

 

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 En agosto se alambra el terreno para proteger del ingreso de animales, y unos meses después colocan el portón, una tranquera que hace Zambon por $200; los postes con cedidos por Y.P.F.; también se ocupa de preparar el camino desde el centro al cementerio. Los camiones de la Municipalidad están ocupados trasladando frutas y verduras al mercado local, por eso se convoca a los vecinos que tienen camiones para hacer el trabajo.

Cortejo fúnebre al cementerio de yacimiento. Foto: Familia Blinckowski.

Curiosamente ese año, en 1944, los decesos son tan escasos que no hace peligrar el cupo del cementerio viejo, hasta que el 30 de enero de 1945, la señora Francisca Vda. de Poza solicita un terreno de tres por tres metros; pero en la Municipalidad no saben cuánto cobrar, ni cuáles son las condiciones de venta, por eso piden el reglamento del cementerio de la Municipalidad de Buenos Aires, que finalmente llega. Francisca debe pagar $300, y se firma el convenio por 99 años.

Se suman nuevas sepulturas, y algunas familias hacen trámites para trasladar a sus difuntos al flamante cementerio, trámite que cuesta $ 70.

Temporal de viento arrasa el viejo cementerio

Quién lo diría, que un temporal de viento perturbe la paz de los difuntos y provoque gastos a la Municipalidad y a familiares.

Pues sí, el 26 de marzo de 1945 un temporal de viento y agua causa serios perjuicios en el camposanto, el viento arranca el galpón y la casilla donde se guardan las herramientas y también el registro. Todos los elementos “fueron arrojados al zanjón del lado norte, hay gran cantidad de sepulturas dañadas y el extremo de que sepulcros de chapa y madera arrancados han echado a rodar”, informa el inspector municipal.

Es un desastre, nadie sabe qué sepulcro pertenece a quién, por eso tienen que convocar a don José Domínguez, peón retirado pero con conocimiento del tema, “sabe de quien son las tumbas y dónde está enterrado tal difunto”, lo contratan por tres meses hasta que se nombra un nuevo responsable. (5).

El cementerio nuevo se urbaniza

En la gobernación militar está el Gral. de Brigada Armando Raggio, y el cementerio que ya se denomina del Oeste necesita urbanización, por eso decide el 6 de junio de 1947 contribuir con la obra.

El Municipio se hace cargo de los fondos para la construcción de la tapia circundante, pórtico con cruz, tanque de agua, una morgue y dependencia para sepulturero. Entre la gobernación y el departamento de Obras Públicas verifican debidamente el empleo de los materiales detallados: ladrillos de Antonio Belcastro; mano de obra en el muro a cargo de José Zabala; tres portones nuevos; cal de Atilio Rossi; todos cobran al día de entrega, al igual que la Sociedad Anónima donde se compran otros materiales.

También trabajan Esteban y Nicolás Uremovich, que hacen las columnas de entrada.

Del mismo modo se construye la capilla. La urbanización se culmina bajo la dirección del ingeniero Basilio Miljukow. (6).

Estas obras benefician enormemente a los vecinos que se arriesgan a vivir tan lejos del centro, ya que para construir el muro y capilla tuvieron que llevar una cañería de agua, y así Quintana tiene agua en el tambo, igual que los nuevos vecinos de La Loma.

El cementerio está lejos, de eso no hay dudas, pero entre tanta previsión urbanística, nadie piensa en ese momento que el pueblo se transformará en una gran ciudad y que el camposanto, con una cruz marcada en los planos indica el centro mismo de Comodoro Rivadavia en el año 2000.

 

Extraído del libro "Crónicas del Centenario" editado por Diario Crónica en febrero de 2001.

Referencias
(1) José Lete falleció el 4 de abril de 1904 por “inflamación pulmonar aguda”. La Prensa, 5 de abril de 1904. Pág.7.
(2) Archivo Histórico Municipal.
(3) Expte N° 388 Tomo VII, del 27 de febrero de 1941. Archivo Histórico Municipal.
(4) Ambos cementerios pasan a la Municipalidad en los años 70; también se trasladan los restos de los difuntos al cementerio del Oeste.
(5) Expte 770. 26 de marzo 45. Archivo Histórico Municipal.
(6) Expte 348. 6 de junio de 1947. Archivo Histórico Municipal. 

 

 

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