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El valor de los valores

viernes 03 de septiembre de 2021
El valor de los valores

Vivimos en una época de crisis y confusión en donde resulta difícil diferenciar lo intrascendente de lo importante, el bien del mal y lo verdadero de lo falso.


El mundo adolece de falta de seriedad, “es lo mismo un rana que un gran profesor” y se ha distorsionado el sentido de “inclusión” por el “vale todo”. El deseo hedonista ha pasado a tener más valor que la realidad y el sentido común se ha perdido en el fárrago de un libertinaje que se confunde con libertad.


Se ha perdido la capacidad de espera y el valor del esfuerzo que justifica y avala el logro, reemplazado por la inmediatez y el conformismo, por el deseo de recibir sin tener que dar.


Un mundo en el que los derechos llevan la delantera sin tener en cuenta su indisoluble unión con las responsabilidades. No se piensa en las consecuencias de semejante distorsión de la realidad y la humanidad marcha alegremente hacia el abismo del sin sentido, porque el aluvión de noticias de todo tipo, impide pensar con claridad.

Recuerdo la historia del Flautista de Hammelin quien, impulsado por la venganza ante la falta de pago por eliminar las ratas del pueblo, guía a los niños con su música hasta arrojarlos al abismo.

Así, la humanidad está siendo guiada por el deseo de venganza y resentimiento, y esa música nos conduce a destruir todo lo que, creemos, es culpable de nuestras supuestas desgracias.

Los líderes mundiales pelean por tener la razón y dividen a la humanidad en adeptos y opositores, como padres compitiendo por el amor de los hijos desde un divorcio controvertido, en donde los hijos son el trofeo en la rivalidad y poco importa lo que ellos necesitan.

Seducen con espejitos de colores, con propuestas tan tentadoras como irrealizables y la humanidad, infantilizada, se deja llevar por lo que entiende es la mejor oferta, la más fácil, la que ofrece un supuesto “paraíso”.

Los próceres son volteados como soldaditos de plomo desechables, así como los valores que han servido de guía a la humanidad desde que el hombre es hombre.

La ética y la moral han caído en el descrédito o bien se acomodan a la ideología que cada quien sustenta. Existe una ceguera respecto a lo que está bien y lo que está mal, a lo que es ético y a lo que no lo es.

Los niños escupen lo que no les gusta y aceptan solo lo que les resulta agradable. Con el tiempo aprendemos que en la vida muchas veces hay cosas desagradables (como algunos remedios) que tenemos que aceptar y también que lo que nos gusta puede llegar a dañarnos.

La educación se basa en domeñar al pequeño salvaje que todos llevamos adentro para “civilizarlo”, es decir, para aprender que los derechos implican responsabilidades, que existen otros que también tienen derechos y que vivir civilizadamente consiste en respetarlos para lograr una armonía dentro de la que vivir resulte lo más placentero posible.

La violencia, la pelea por “tener la razón” , el desorden, el caos, el entender que el que piensa distinto es “el enemigo” y hay que destruirlo, nos está llevando a un mundo en el que vivir resulta tan tóxico que hemos llegado a construir una pandemia. Y digo “construir” porque una humanidad enferma crea enfermedades. Cuando el hombre es un virus para el hombre, contagia caos, contagia odio en lugar de amor y construye una sociedad enferma.

Las personas están sintiendo mucha incertidumbre y así se presenta el futuro. Hay miedo a la muerte, hay enojo, hay decepción, pero hará falta más reflexión y menos acción para encontrar una salida.

Lic. Diana Ponce
MP 0040

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