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En la guerra: ¿Quién es el enemigo?

domingo 03 de julio de 2022
En la guerra: ¿Quién es el enemigo?
La comunidad de Comodoro consternada despide al soldado Mario Almonacid, muerto en la ocupación de las Islas Georgias, el 3 de abril de 1982. Foto Archivo de Crónica.
La comunidad de Comodoro consternada despide al soldado Mario Almonacid, muerto en la ocupación de las Islas Georgias, el 3 de abril de 1982. Foto Archivo de Crónica.

El joven de 18 años regresa al Batallón 2 de la Armada después de pasar las fiestas de fin de año con su familia en Comodoro Rivadavia. Es enero de 1982 y cumple con el servicio militar obligatorio. Se acaba de enterar que, por ser hijo de chilenos, tiene que cambiar de sección, “no querían tener en un batallón de primera línea de combate a hijos de chilenos, nos separan a los 10 colimbas y nos vuelven a sortear”, recordará 28 años después.

Los ‘colimbas’ de Comodoro Rivadavia son cinco: “Carlos Urra, Carlos Schuasemberger (sic), Mario Almonacid, Juan Zúñiga y Manuel Bórquez; nos iban a mandar a un comando de servicio donde jamás íbamos a tocar un arma hasta la baja, ahí van los dos Carlitos... a los otros tres –Mario, Zúñiga y a mi- nos mandan a la compañía Alfa”, extraño traslado porque es la primera en prestar servicio en caso de guerra.

A fines de febrero del ‘82, a Manuel le llama la atención tanta instrucción, “todo el día... hasta con gomera, nos daban charlas de supervivencia en combate a cargo de suboficiales retirados, algunos habían estado con la guerrilla en Tucumán”.

Un día, cualquiera, “descubro una falla en mi fusil... lo mandé a la armería, en una semana estaba arreglado pero no me lo dejaban tocar”.

El comienzo y la mentira

“De la noche a la mañana desaparece una sección completa de la compañía, 30 soldados con suboficiales y oficiales... nadie vio nada”(1).

El 27 de marzo le comunican que parten a Río Grande para hacer una campaña. A las 9 de la noche cargan equipos en la corbeta Guerrico, a la tripulación de 60 hombres se suman los 40 de su compañía, “demoramos 10 días en llegar a Río Grande, según creíamos en ese momento”. Manuel está convencido, aunque 28 años después reconozca que “nunca me mintieron tanto en tan poco tiempo”.

La noche del 2 de abril, Manuel y sus compañeros están en puerto esperando entrar a Río Grande. El 3 de abril amanece. “El cocinero nos dice que tomemos todo lo que queramos porque este desayuno puede ser el último”... se acerca a su amigo Mario Almonacid porque lo ve preocupado, “siempre estaba con ganas de joder, no quería comer y me acerqué... me dijo que no tenía hambre”.

Al lado de la corbeta está el buque Bahía Paraíso, “trasbordamos y nos meten en los camarotes con 200 proyectiles cada uno.

Nos dominaba la incertidumbre... nos dicen que tenemos que hacer un viajecito, pero nada más”.

El 3 de abril, un día espectacular

Manuel tiene 18 años y es curioso. El 3 de abril a las 9 de la mañana “salí a ver como estaba el día, soleado y espectacular, tropiezo con un tipo, era el capitán Astiz, jefe del famoso grupo Lagarto Verde”.

Cerca del mediodía, “nos fuimos a la factoría, un caserío a 300 metros de la costa”. Un helicóptero Puma los espera, les dicen que se van a separar en tres grupos y “antes que toque tierra el piloto les va a avisar y tienen que saltar para atrás como si fuera del colectivo”.

El enfermero se acerca, “nos pone una inyección en el brazo, le pregunto y me dice que es para el mareo, le reclamé porque todo el viaje nos pasamos vomitando, después me enteré que era droga”.

Los muchachos están convencidos que al frente está Río Grande, hasta que “cinco minutos antes de subir al helicóptero viene el teniente de navío Giusti y nos comunica que estábamos en la Isla Georgia, que al frente estaban los ingleses y que teníamos que recuperar la isla”.

A la guerra no declarada

El primer grupo ya está en tierra, es el turno del grupo donde están Manuel y Mario “cuando estaba por aterrizar el helicóptero nos empiezan a disparar... no se entendía nada, nos disparaban desde abajo, cinco minutos antes nos habían dicho que estábamos en una guerra... me hieren, a Almonacid un tiro le pega en la cabeza, a otro muchacho un disparo le pega en el cargador, explota, cuatro... cinco heridos más, el helicóptero pega una vuelta se posa en la montaña y bajamos todos, caigo en la nieve.. sentía un ardor al costado y al lado de la nariz”. Saltan, ya están en tierra, Manuel quiere buscar a Mario, “me dicen que está muerto, y a los tirones me sacan de ahí porque los ingleses nos seguían disparando”.

El dolor indescriptible de los padres de Mario Almonacid. Foto: Archivo de Crónica

 

Armas que no sirven

Manuel y sus compañeros mantienen la calma aunque los disparos pican al lado de ellos, pero no ven desde dónde, acomoda su FAL, “el que habían reparado tenía el mismo problema, lo parto con una piedra de bronca”. Busca otra arma, le pide la pistola al piloto que tiene a su lado, “pero no me la quería dar”. Quiere buscar el fusil de Mario, pero no lo dejan, entonces... “me agarré de la ametralladora”.

Está listo para disparar, “el teniente Giusti viene y me apunta con una 45 en la cabeza”. ¿Qué pasa? Hay confusión pero no es para tanto. El teniente le dice que dispare “pero no donde están los ingleses, que si vos matás uno yo te tengo que matar a vos... la guerra no está declarada”. El muchacho le responde “pero para ellos sí está declarada”.

 

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“Para esto están los colimbas”

Es un juego de guerra, “las granadas de los cabos no explotaban, después de tirarlas las iban a buscar”. A pesar de todo el ‘combate’ continúa, cuatro horas dura este ‘juego’ hasta que la corbeta Gerrico descongela la grasa de los cañones, “disparan tres veces pero no donde estaban los ingleses”. La tropa de los 22 ‘enemigos’ sale de la factoría con una bandera blanca, se rinden, es el momento de los ‘lagartos’ comandados por Astiz, “bajaron, plantaron la bandera Argentina y fueron los héroes oficiales, nosotros no teníamos nada que ver, sólo fuimos carne de cañón, Astiz lo dijo después... que para eso habían venido los colimbas, que bajen ellos, después bajamos nosotros”.

Después...

Manuel está herido en la enfermería del Bahía Paraíso, “estaba con Juan José Cocón, que tenía una bala en la nalga, Luis Cobos un cabo mozo de la corbeta que salió a mirar porque había sonado la alarma de combate y Peter, un inglés de 21 años, colimba contratado, vino porque en su batallón hicieron un campeonato de rugby y el ganador venía a cuidar la isla por dos meses, tenía una bala en el brazo”.

Desde la Isla Georgia salen rumbo a Puerto Deseado, ahí lo buscan para reconocer el cuerpo de Mario, después los llevan a Puerto Belgrano, “nos hicieron bajar de noche porque había mucha gente esperándonos, no querían que tengamos contacto con la gente”, en el hospital naval queda internado durante quince días.

 

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Licencia y amenaza de muerte

En medio de la guerra, a Manuel le dan una licencia después de salir del hospital con una serie advertencia por parte del segundo comandante del batallón, “si te veo en la tele o en una revista vos sos hombre muerto, grabatelo en la cabeza, a vos te mato”.

Manuel llega a su casa en la esquina de las calles Aristóbulo del Valle y 13 de Diciembre, “mi hermana trabajaba en la casa de Bernal y le contó a la patrona, de tal modo que el periodista Daniel Mendoza me viene a ver, justo yo salía para el cementerio a llevar flores a la tumba de Mario”.

Intenta explicarle que no puede hacer ninguna nota, “insiste y me lleva hasta el comando a pedir permiso y le dicen que no se puede, que hable de cualquier cosa menos de lo que pasó en la isla”. Manuel aparece en la televisión y la Revista Para Ti, pero sin decir una palabra de la Isla.

La guerra termina el 14 de junio, dos meses después... “me llevan a recibir una condecoración a la Escuela de Mecánica de la Armada, estuvo el Almirante Anaya, Isaac Rojas... y me dan licencia el 18 de setiembre de 1982”, qué coincidencia... el día de la Independencia de Chile.

Manuel tuvo suerte, “apenas volví me llamaron a trabajar a Entel, mi viejo es lustrador de muebles y me hinchaba que vaya a pedir trabajo, pero yo no fui, ellos me llamaron... después hice una carrera”.

Después de 28 años dice que los discursos en los actos del 2 de abril son iguales, “los intendentes se lo pasan de gestión en gestión, hay ex combatientes discriminados, sin trabajo, sin casa, sin contención”.

Manuel Bórquez es el único sobreviviente de los tres comodorenses que estuvieron en la Isla Georgia, Juan Zúñiga, “se quedó en la isla para cuidar, después los ingleses lo llevaron prisionero a la Isla Ascensión... un día aparece en el batallón a la madruga ‘qué hacés Cachilo’ le digo, después volvió y a los dos años murió en el hospital Regional por una mala praxis, lo internaron con una peritonitis y se pasaron con la anestesia, pero nadie se hizo cargo”(2).

 

Extraído del libro "Crónicas del Centenario" editado por Diario Crónica en febrero de 2001.

Referencias:

(1) Se trata de la sección que desembarca en la Isla Gran Malvina, el 2 de abril de 1982.

(2)Testimonio de Manuel Bórquez. Entrevista realizada por Crónica el 15 de noviembre de 2000.

 

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