2023-02-20

“Algunas personas no han entendido que la tierra gira alrededor del sol, no de ellas”

La deficitaria matriz social ha colapsado en su función específica, tan valiosa como significativa, transformándose en improductiva para la vida, sus valores, y su propósito existencial. Paridora serial de atentados constantes contra la integridad de sus miembros, constructora de ausencias vitales que llenan de vacío el andar de cada día, manipuladora experta de situaciones que atenazan a sus integrantes al despropósito, condenándolos una y otra vez al fracaso anulando sus sueños, destruyendo su trabajo, derribando sus esfuerzos, unificándolos a todos en la pequeñez e intrascendencia de cada día, tanto a los que acuerdan como a los que desacuerdan, a los que mantienen la fe y a los desesperanzados, a los ocupados y los desocupados, a los optimistas y a los pesimistas… al amplísimo espectro que conforman los integrantes de la sociedad padeciendo, en mayor o menor medida, la sociedad que construimos entre todos.

Una sociedad negada tozudamente a acordar en aquellos valores éticos fundamentales que, como un eje social, la atraviesen haciendo girar a sus integrantes en torno a ellos… Valores, ante cuya ausencia se originan esos agujeros anímicos producto de una cotidianidad que nos va taladrando, llevándose pedazos de nuestra singularidad, rellenándonos con los parches y remiendos de esta sempiterna sociedad de más de lo mismo.

Una sociedad que se ha esmerado en la producción de individuos de rapiña y especies carroñeras que van devastando lo que encuentran a su paso. Será por eso que nos vamos volviendo sistemáticamente recelosos en nuestro andar, desconfiados con nuestro entorno, cautelosos con los vínculos, temerosos del otro en cantidad suficiente para construir esas rejas que nos van aislando comunitariamente y escindiendo individualmente.

Mientras la unión de todos no reemplace a la exclusión de tantos, no habrá vislumbre de nada que pueda funcionar a favor de la comunidad.

“Hay que poner orden en la comparsa” decía el abuelo Alcides. Pero el carnaval cotidiano, abundante de máscaras que ocultan y “ruidos” que desvían la atención de donde debería ser puesta, distrae y aleja de lo trascendente.

En la continuación de errores y desaciertos con que la cotidianidad pincela el andar comunitario, se encuentra la confirmación de la imposibilidad del cambio mientras continuamos avanzando con las mismas pisadas que nos condujeron a este presente tan lleno de oscuridad y desvaríos.

Parecería que nos hemos acostumbrado a movernos en esta realidad tan sombría y cada uno lo hace a su manera, dentro de sus posibilidades y acorde a su criterio o falta de él.

Algunos con resignación, convencidos de que nada cambiará; otros, aguardando tiempos mejores que aparezcan como un milagro que venga a resarcir de todo lo padecido; muchos, recorriendo en puntitas de pie la geografía del día a día tratando de no despertar a tantos fantasmas de la fatalidad que acechan a cada paso…

En las páginas del día a día se muestra la realidad, escrita con los relatos de vida de cada uno y cada quien, con el trazo de la inseguridad y la incertidumbre con que la confusión imperante plasma y determina su esencia.

Inhalando confusión y exhalando intrascendencia, como resultado de la falta de oxígeno comunitario.
Almafuerte, en su poema: “Piú Avanti” dice: Ten el tesón del clavo enmohecido que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo; no la cobarde intrepidez del pavo que amaina su plumaje al menor ruido…”.

Será que estamos tan agobiados y desprotegidos porque conformamos una sociedad donde faltan “clavos” y sobran “pavos…”.

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