2022-12-12

“El verdadero conocimiento es conocer la extensión de la propia ignorancia”

Los días se suceden ventilando en el cordel de tiempo tantos problemas irresueltos, como dolores acrecentados en el seno de la comunidad.

“El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos, porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer” sostenía Ernesto Sábato.

Sin embargo, nosotros, que conformamos una grieta constante, sostenida y robustecida por una historia común de confrontaciones que de tan repetitiva parecería configurar un destino, no podemos dar en el blanco para lograr finalmente renacer de las cenizas comunitarias, en algo distinto, venturoso, que nos convoque socialmente, nos nuclee armónicamente y nos entrelace humanamente.

Si “la vida misma es una cita” como opinaba Jorge Luis Borges, parecería ser que muchos no se dan por enterados y tantísimos más viven esperando a que les llegue la invitación… ¡Se nos va la vida en cada paso que damos! Y cada paso debería conducirnos por los caminos hacia la plenitud existencial. Con los pasos seguros y la mirada atenta hacia sucesos convocantes que permitan el desarrollo de las potencialidades propias. Construyendo bienestar general y armonía colectiva; entornos seguros y saludables; haceres dignos; decires prudentes… Remodelando las miradas, los pensamientos, las conductas… Innovando creativamente, esculpiendo con el acontecer diario seres que iluminen con su andar el trayecto social…

Sin embargo, la cita con la vida parece resultar cada vez menos interesante, en tantísimos casos, y los sentidos que conectan con la belleza y grandiosidad de la vida se van deteriorando hasta que dejan de funcionar, como se evidencia a diario en tantos comportamientos que sólo encuentran placer en el daño y la destrucción de los seres y objetos.

¿Cuál sería el arquetipo que nos serviría de modelo para construir algo distinto, tan innovador como sustancial, tan productivo como determinante? ¿Y cuáles serían las aptitudes y actitudes cuya toma de consciencia y aplicación, le otorgaría trascendencia al andar cotidiano transformando en una celebración cotidiana la cita con la vida? Para poder transitar, al tiempo, como una escalera que nos conduzca a las más elevadas realizaciones; a las horas, en el ovillo con que trenzar los mejores resultados; y al esfuerzo, en una concreción incuestionable, en un escalón seguro donde afirmar el siguiente paso.

Es necesario inocular en el ánimo colectivo, como si fueran pequeñas y acumulativas dosis de conciencia, la necesidad de despertar del letargo existencial que nos sume en la chatura cotidiana, que nos atenaza a la aceptación –tácita o implícita- de todo aquello que no puede ni debe ser tolerado ni permitido.

Las vivencias cotidianas les van dando sentido a cada día, o se lo van quitando.

La falta de sentido se va acrecentando a pasos alarmantes en los quehaceres de nuestra cotidianidad y sus consecuencias van impactando en el corazón comunitario en todo momento y lugar.

¡Habrá que optar! Si bien a cada momento lo estamos haciendo, parece ser que las opciones que elegimos no son las que nos benefician individual ni socialmente. Tal vez, si nos decidiéramos a elegir la vida como “la gran meta” del camino y el punto de encuentro social, podríamos acordar con el bello poema de Rudyard Kipling “Elegí la vida” cuando afirma: “No quise dormir sin sueños: y elegí la ilusión que me despierta, el horizonte que me espera, el proyecto que me llena, y no la vacía vida de quien no busca nada, de quien no desea nada más que sobrevivir cada día…”

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