2022-03-28

“Los más, rezan con los mismos labios que usan para mentir”

La frase del título es de José Ingenieros.

 

Los acontecimientos sociales giran en la calesita cotidiana desde donde el pueblo los observa “encerrado en la misma cárcel de la repetición” a la que hacía referencia Jean Paul Sartre.
La sortija, tan esquiva como selectiva, se ofrece tentadora, una y otra vez, para romper la monotonía de las eternas y repetitivas vueltas sin sentido, ya que no gratifican, no entretienen, no construyen… Sólo intentan distraer la atención puesta en ver pasar los mismos despropósitos donde se vacía al pueblo de dignidad, sucesivamente, in eternum…
Calesita social donde giramos acostumbrados, adaptados, sufridos, resignados a padecer esa actitud camaleónica de tantos, de cambiar el color de sus intereses para mimetizarse, confundiendo y confundiéndose con colores y texturas ajenas, en aras de las apetencias personales. Tanteadores del entorno buscando siempre la fisura milagrosa por la que introducirse a alguna posibilidad de subsistencia, como sea y al costo que sea.
Somos un pueblo que avanza en los retrocesos con la marca en el orillo de tantos que sin saber ni dónde están parados, insisten en dar cátedra de y desde su ignorancia… de tantos que delinquen mientras hacen alarde de conceptos de honestidad y honorabilidad, buscando con sus mensajes engañosos distorsionar su accionar…
En algún recodo del camino andado, hemos perdido el valor social de la verdad, como concepto inalterable que vincule al pueblo desde un principio inclaudicable, habiendo sido reemplazado por la mentira en sus más variadas formas y niveles.
La inmediatez de los hechos, la decadencia generalizada, la corrupción imperante, entre otras muchas variables que han ido edificando sobre mentiras flagrantes, un edificio comunitario sin bases y estructuras por demás endebles, ha producido un acostumbramiento a las mentiras de toda índole que en todo momento arrecian sobre el pueblo.
Tal vez sea producto de la resignación ante lo que no se sabe cómo cambiar… o la falta de criterio al avalar, desde la complicidad o el silencio, los hechos que gravitan sobre el equilibrio comunitario… tal vez haya sido la apatía o el desánimo ante los hechos consensuados que fueron postrando al pueblo día a día…
Lo cierto es que el edificio comunitario se fue llenando de fisuras por donde comenzaron a drenar, perdiéndose en su mayoría, los valores que daban cohesión a las piezas sociales organizándolas en un conjunto equilibrado.
Como una vasija rota que pierde su contenido, así, el edificio social se fue vaciando de propósito y estabilidad.
¡Y así estamos! Habiendo hecho de la mentira una moneda de curso legal que circula gracias al valor otorgado socialmente, con la que algunos compran, otros venden, y muchos se dejan comprar…
¡Y así nos va! En esta realidad de “tres al cuarto” (como reza un refrán español haciendo referencia a calidad ínfima y productos vulgares a más no poder).
¿Y cómo seguiremos? Creo que es la pregunta obligada. Si “la unión hace la fuerza”, nuestro pueblo tan desunido, tan confrontado y enfrentado, tan alejados de puntos en común que acerquen, y de pensamientos claros que avalen una unión real, da la respuesta.
Los genuflexos, muchos por convicción y tantísimos sin opción de evitarlo, proliferan y ensombrecen el panorama diario leudado por los intereses de turno.
Tal vez, en esta realidad tan plagada de alaridos, de desbordes y voces que se superponen tapándose las unas a las otras, sin que quede nada en claro ni dejen aportes sustanciosos, podemos reflexionar sobre el pensamiento de Rabindranath Tagore cuando afirmaba: “La verdad no está de parte de quien grite más” y yo agregaría, mucho menos de los que vociferan insultos, difamaciones y ordinarieces.

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