2021-08-18

Lágrimas para la albahaca

Estimados: Recordarán que la semana pasada nos entretuvimos con las alternativas del renacido fuego entre nuestra consultante Elisa y su ex, Pánfilo. Mientras, les relataba algunos detalles de la vida y obra de Boccaccio, autor de El Decamerón. Me he propuesto hoy seguir contándoles acerca de esta obra, que comienza con una breve descripción de la epidemia de peste bubónica o peste negra, que afectó a Florencia en 1348. No es nada difícil para nosotros, ahora, imaginarnos las circunstancias. Los jóvenes protagonistas, siete mujeres y tres varones, están aislados en una villa y necesitados de distracciones. Deciden, entonces, contarse historias durante los diez días que dura el aislamiento. Este es el marco de los cien relatos de amor que contiene el libro, algunos subiditos de tono, otros trágicos.

Debo confesarles que, desde que les di mi asesoramiento, no podía esperar para saber cómo les estaba yendo a Elisa y Pánfilo.

Por eso, violando las normas del manual de las consejeras sentimentales, le mandé un mail a ella para averiguarlo. Elisa me respondió que está viviendo una auténtica luna de miel con su ex, que ahora es su actual, ya totalmente repuesto del virus. Me dice que el único problema que tiene por estos días es que se le secó la albahaca que tenía en una macetita en la ventana. Y a su vez me pregunta si no tendría algo que recomendarle que ayudara a revivirla. Aunque no es mi especialidad, le solté unos consejillos como para despuntar el vicio: que no compre macetitas de hierbas en el supermercado y que riegue la albahaca con sus lágrimas. Entonces, Elisa me preguntó de dónde saco ideas tan disparatadas.


Aquí va, estimada Elisa, mi respuesta: de El Decamerón. Más específicamente, la clave está en la Novela Quinta de la Cuarta Jornada, donde se cuentan las penurias de su protagonista Isabetta, una linda joven soltera, a quien sus tres hermanos querían casar con un marido rico. La cuestión es que Isabetta va y se enamora de un tal Lorenzo, apuesto muchacho que no tenía dónde caerse muerto, pero que correspondía al amor de ella. Pues bien, resulta que los enamorados “gustándose el uno al otro igualmente, no pasó mucho tiempo sin que se atrevieran a hacer lo que los dos más deseaban”. Esto dice textualmente El Decamerón. También dice que como pasaban buenos ratos se descuidaron y una noche, uno de los hermanos la vio a Isabetta salir del dormitorio de Lorenzo. Al día siguiente, este hermano, considerándose afrentado, corre a contarle a los otros dos y después de un breve debate, deciden limpiar la deshonra familiar. Entonces, los tres secuestran a Lorenzo, lo matan y lo entierran en un bosque. Pero acá, Elisa, lectores, no termina el relato, por el contrario: es cuando se pone interesante. El alma en pena de Lorenzo se le aparece a Isabetta en sueños y le cuenta lo que ha sucedido. Ella va al bosque, al lugar que el espíritu le ha indicado y desentierra el cuerpo. Pero como es muy pesado se lleva con ella solamente la cabeza y la pone en una maceta de su casa, debajo de las raíces de una planta de albahaca. Regada diariamente con las lágrimas de la triste muchacha, la albahaca crecería hermosa. Sin embargo, al tiempo, los hermanos descubren que el abono de la albahaca es la desdichada cabeza de Lorenzo. Y en vez de condolerse o mostrar algún arrepentimiento, los malvados le quitan la albahaca a la pobre Isabetta, quien finalmente muere de tristeza.

Sí, debo reconocer que el relato es bastante lúgubre, pero dudo mucho que alcance a empañar el renacido romance de Elisa y Pánfilo, a quienes les deseo lo mejor, al igual que a ustedes, apreciados lectores.
Hasta la próxima,
Agalina

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