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El primer acueducto: la esperanza para todo un pueblo

sábado 17 de septiembre de 2022
El primer acueducto: la esperanza para todo un pueblo
Las roturas del acueducto empiezan a poco de su inauguración. Foto: Archivo de Crónica.
Las roturas del acueducto empiezan a poco de su inauguración. Foto: Archivo de Crónica.

El crecimiento de la trama urbana del pueblo trae nuevos problemas, vinculados a la amenaza siempre pendiente: la falta de agua. Los nuevos barrios de la zona Oeste se suman a las sedientas bocas, que obviamente no alcanzan a abastecerse con el mínimo aporte que significan los camiones cisternas. A principios de 1963, el interventor de la Municipalidad resuelve suspender ese servicio, con el fundamento de que se trata de “población no contribuyente”, en tanto rige la prohibición de cobro de impuestos para migrantes chilenos, ya que una disposición de Migraciones apunta a evitar así que los extranjeros ocupantes de lotes adquieran derechos sobre las tierras.

Los vecinos se quejan ante el abandono de las autoridades municipales y recuerdan los buenos tiempos del intendente Morán, cuando se abastecía a la población mediante el servicio de camiones, que al menos era un paliativo para la falta de agua.
De todos modos, el 20 de abril de 1963 se pone en marcha la esperanza para todo el pueblo: se inician oficialmente las obras para construir el primer acueducto Lago Muster-Comodoro Rivadavia.

Ese día llega a Comodoro un representante de quien ejerce la Presidencia de la República, José María Guido, resultando una jornada histórica, ya que también se pronuncia el reconocimiento oficial de la Universidad San Juan Bosco, mientras que un día después se inaugura el dique Florentino Ameghino.

Los trabajos del acueducto no se complementan con otra obra fundamental: las redes de distribución domiciliarias. Foto Juan París

El acueducto se inaugura el 15 de mayo de 1966, en una fecha que marca la realización de una obra esperada por décadas. Sin embargo, no será solución inmediata, ya que muchos barrios seguirán arrastrando la condena de la falta de agua, por una razón muy simple: no hay redes de distribución domiciliaria.

El diario Crónica lo dice con claridad en un artículo editorial, al día siguiente de la inauguración, que ha motivo una nueva visita del presidente Illia a la ciudad:

“Una nueva espina comienza a hurgar el corazón de los pobladores: cómo tener agua, si no hay redes domiciliarias. No hay cañerías y ninguno de los discursos pronunciados ayer se dijo una sola palabra sobre la solución a este problema. Las dos terceras partes de la ciudad no tienen redes y Obras Sanitarias de la Nación no está dispuesta a invertir. Tras 59 años de reclamos, ni la mitad de la población podrá gozar cómodamente del agua. Seguiremos viendo las caravanas de mujeres y niños, con tachos haciendo colas en las canillas públicas y los diarios protestando por el encarecimiento y agio de la venta de agua”(1).

 

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Ya hay acueducto: faltan las redes de agua en los nuevos barrios

El problema surge por el modo en que ha crecido la zona Oeste. Al principio, sólo los barrios 13 de Diciembre y 9 de Julio, formados por viviendas y agentes de YPF, ocupaban ese sector, en cercanías de la antena de LU 4. La misma petrolera abastecía de agua a los vecinos.

Paulatinamente se fueron asentando otros barrios alrededor. Los nuevos vecinos obtenían conexiones “de favor” por parte de los ypefianos, por lo que también contaban con agua.

Sin embargo, a partir de 1964 YPF cede en venta la propiedad de las viviendas a sus ocupantes, por lo que poco tiempo después, deja de prestar el servicio de agua, ante el gran consumo que demanda la creciente ola de barrios.

Entonces, el servicio se transfiere a Obras Sanitarias de la Nación, la que por cuestiones burocráticas tarda en hacer el tendido de cañerías domiciliarias a los nuevos barrios, para conectarlos a los tanques abastecidos por el flamante acueducto. YPF ofrece hacer la obra, afrontando el costo, pero Obras Sanitarias rechaza la propuesta.

Obreros durante la construcción del acueducto. Foto: Juan París.

El 9 de marzo de 1967, durante la visita a Comodoro del presidente de facto Onganía, Crónica hace un dramático llamado desde su primera plana: “Señor presidente, una sola cosa le pedimos para nuestra ciudad: Agua!!”. La información da cuenta de la falta de redes domiciliarios en prácticamente todos los barrios, por lo que 40.000 personas aún sufren la falta de agua, debiendo recurrir a canillas públicas o a la venta de aguateros particulares, que la venden “a precio oro”. Exactamente igual que en 1907, cuando se descubrió el petróleo.

Onganía convoca a los presidentes vecinales a una audiencia urgente y promete soluciones. Desde un mes antes, la Municipalidad había anunciado la compra de cañerías para la fundamental obra.

Sin embargo, los reclamos continuarán durante años, extendiéndose a los barrios de la zona norte, culminándose hacia principios de la década del ´70 las nuevas redes domiciliarias.

 

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Agua que no has de beber...

Pero la falta de redes no es el único problema: el flamante acueducto, que se ha construido con bombos y platillos y se anuncia para una demanda potencial de hasta 300.000 habitantes (en momentos en que Comodoro tiene algo más de 55.000, sumando la zona norte), con una vida útil de 50 años, comenzará a romperse apenas unos meses después de su inauguración, exactamente el 27 de enero de 1967.

Las roturas del acueducto comenzarán a ser una constante, por una serie de problemas técnicos vinculados al diseño: la falta de protección exterior de los caños de hormigón, que se deteriora por efecto de los suelos en los que se asienta; además de los llamados ´golpe de ariete´, es decir la rotura por explosión de burbujas de aire, serán los problemas de una obra que “murió al nacer”(2).

Para corroborar que la millonaria obra está lejos de ser una solución concreta, durante la última parte de la década del ´60 y comienzos del ´70 serán frecuentes los reclamos de barrios que pasan meses sin una gota de agua, por no contar con redes para que les acerque el líquido. Y cuando esas obras complementarias se hagan, las frecuentes roturas del acueducto se encargarán de recordar a Comodoro su pesada condena: la de vagar en un mundo de oidos sordos, implorando calmar tanta sed.

 

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Extraído del libro "Crónicas del Centenario" editado por Diario Crónica en 2001

Referencias en la nota

(1) Artículo editorial firmado por el doctor Diego Zamit en “La Segunda de Crónica”, edición vespertina del diario del mismo nombre, publicado el 16 de mayo de 1966.

(2) Tal fue la expresión de Crónica al publicar una pormenorizada investigación entre el 17 y 20 de enero de 1981, en la que se denuncian irregularidades técnicas cometidas en la obra. 

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