¿Qué es el turismo de masas?
El término turismo de masas se popularizó entre 1950 y 1970 para denominar al movimiento masivo de personas hacia destinos, generalmente de sol y playa. Este fenómeno fue posible gracias al fin del conflicto bélico, la mejora en los medios de transporte para ese fin -más rápidos y económicos-, conquistas laborales y sociales como las vacaciones pagas, la disponibilidad de tiempo y el acceso de la clase media a los viajes, una actividad antes reservada para la clase alta.
¿Cuáles son sus principales problemáticas? Al ser un fenómeno tan monumental, genera impactos deseados de tipo económico, pero también puede tener impactos indeseados en aspectos ambientales, climáticos y culturales, entre otros. Muchas veces se lo suele comparar con la gallina de los huevos de oro que no se sabe controlar. No se trata de un cambio paulatino y medido, sino la llegada de grandes grupos de turistas con mínima o inexistente planificación y/o inversión en la infraestructura necesaria. Al superar la capacidad de carga de un destino inicia su colapso. Las problemáticas incluyen incapacidad de gestión ante el aumento exponencial de residuos, gran consumo y derroche de recursos como la electricidad y agua, contaminación del aire y sonora, degradación del hábitat, impacto sobre la flora y fauna autóctona. El turismo de masas forma parte de un tipo de desarrollo corto o medio placista e insostenible en el tiempo.
Todas estas consecuencias pueden ser catastróficas para un destino, no solo desde el punto de vista turístico. Su degradación afecta el disfrute y experiencia de los turistas pero principalmente, la calidad de vida de los habitantes. En muchos casos ni siquiera se ven beneficiados por el turismo. Las grandes cadenas hoteleras y agencias de viajes internacionales obtienen grandes ingresos, ofreciendo trabajos mal pagos y de alta rotación a los locales. La llegada masiva de turistas también puede aumentar la competencia desleal y el intrusismo profesional, por ejemplo, en el caso de los guías de turismo.
¿Qué soluciones existen? El primer paso es identificarlo y tomar consciencia, para poder buscar alternativas. Optar por tipos de turismo más responsables, no asociados a la cultura del consumo, con enfoque en la apreciación y concientización, uso adecuado de los recursos y que promuevan beneficios para la comunidad local, la protección de la cultura y el medio ambiente. Una experiencia basada en lo auténtico y lo local. Resulta obvio que no solo depende de los turistas o viajeros transformar su estilo de vida y modos de consumo, requiere también de políticas públicas que apunten a distribuir la demanda turística para que no se concentren solo en los lugares ya saturados y desalentar proyectos turísticos que puedan perjudicarlos. Aunque algunos gobiernos comienzan a tomar medidas como impuestos, límites de visitantes y crear alianzas contra el turismo masivo, todavía queda mucho por hacer. Nosotros como viajeros podemos contribuir y dar el primer paso para cambiar la situación.
