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“El ansia de poder no tiene sus raíces en la fuerza, sino en la debilidad”

lunes 29 de noviembre de 2021
“El ansia de poder no tiene sus raíces en la fuerza, sino en la debilidad”

La vidriera social exhibe en sus “vitrinas” las marcas de los productos que ostenta. No son insignificantes, mucho menos, intrascendentes.

Son marcas de vida, galardones del diario vivir que cada uno de sus integrantes evidencia sin posibilidad de no hacerlo.

Son marcas adheridas a la piel, al ánimo, a la voz, que dan testimonio del camino andado, de las emociones vividas, de las experiencias acumuladas. Todo ello habla con un lenguaje cifrado que, sin embargo, es comprensible a simple vista.

El agobio social sostenido abruma el ánimo fatigando los sentidos, oprimiendo las ilusiones, y asfixiando los sueños.

Se necesitan “haceres” reales, concretos, sostenidos, que inyecten dosis a raudales de honestidad, a una sociedad corrompida por donde se la mire.

El lastre cotidiano se ha tornado tan pesado para cargarlo que, uno, necesariamente, se pregunta: ¿de qué manera cicatrizan las heridas abiertas constantemente en el ánimo colectivo? Y, cuando no lo hacen y se infectan con los microbios del odio y el resentimiento que las invaden ¿cuál es el tratamiento para su cura?

Habrá que salir al rescate de todo aquello que aún potencia los vuelos singulares y necesarios de la creatividad para realizar masivas transfusiones sociales de vitalidad, en un intento desesperado por multiplicar a aquellos “que se esmeran por traer la primavera a un mundo que está, con frecuencia, en las garras del invierno” al decir del doctor Leo Buscaglia.

Siempre se puede recurrir a la opción de construir espacios personales propios, para obtener esos momentos adicionales que conduzcan, por la escalera de las singulares motivaciones, hacia las alturas de los sueños pendientes, valiéndose de ellos como guía y sostén más allá de la realidad cada vez más limitante.

¡Qué maravilloso sería poder hacer, con cada día, una obra de arte donde cada uno sea el artista de su propia vida! Pero qué difícil es tan sólo imaginarlo en tiempos de incertidumbre y violencia, donde se potencia la confrontación permanente, se recela y desconfía del semejante y la desesperanza cierra las puertas que la esperanza debería abrir. Sin duda estamos transitando el tiempo del miedo, al que hacía referencia Eduardo Galeano: “Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a los ladrones, miedo a la policía. Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar. Miedo a la multitud, a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir.”

Miedos reales, miedos instintivos, miedos simbólicos…miedo al miedo que la falta de certezas potencia, que la inseguridad pronostica, que la barbarie conlleva…

Dentro del caos diario me pregunto: ¿Qué grupos de salvataje pueden abrir nuevos caminos por los que transiten los distanciados de la absurdidad y los auto evacuados de la irracionalidad?

Alfonso Milagro sostiene: “De pocas cosas nos solemos quejar, en nuestros tiempos, como de la ausencia de paz; pocas cosas necesitamos tanto como la paz. Pero es el caso que el pacífico siempre está en paz y siempre contagia paz; viene, pues, la reflexión: si todos estamos ansiando la paz, ¿no será que ninguno de nosotros es verdaderamente pacífico?”

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