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“Soy tan partidario de la disciplina del silencio que podría hablar horas enteras sobre ella”

lunes 22 de noviembre de 2021
“Soy tan partidario de la disciplina del silencio que podría hablar horas enteras sobre ella”

El panorama diario se presenta desbordado de palabras expresadas en sus disímiles formas, muchas de ellas, hasta el cansancio. Con los más variados tonos de voz y en sus distintas potencias. Es llamativa la cantidad de voces que irrumpen en el aire cotidiano, en forma tan reiterativa como sostenida, para decir nada. Voces que, en tantos casos, confrontan con pesados silencios que, llamativamente, dicen mucho.
“Hay tantos tipos de silencio que me atrevería a decir que callar es un idioma.”

Así, entre el idioma de las palabras y el de los silencios, en tantísimos casos, se dice sin decir, o no se dice, diciendo….

Debe ser por eso que nada queda claro cuando tanto se habla, “mucho ruido y pocas nueces” en los intercambios verborrágicos cotidianos.
El panorama diario desborda, además, de abundante palabrerío con los que, unos, se dedican a agraviar a otros y ésos, a defenderse de las injurias recibidas contraatacando, a su vez, en un ciclo repetitivo, estéril, improductivo, interminable…

Santiago Ramón y Cajal afirmaba que: “de todas las reacciones posibles ante una injuria, la más hábil y económica es el silencio.”

El silencio, como el mayor aliado oficiando como la efectiva respuesta desde la completa indiferencia. Tantas voces que aturden en el panorama diario sumándose a tantos otros ruidos que desbordan la cotidianidad alterando el orden sin dejar un resquicio para el sosiego sanador y productivo.

Cada vez resulta más difícil conseguir un espacio de silencio, en la ruidosa y conflictiva sociedad, donde descansar la mente y recostar el ánimo. Es imprescindible, cada tanto, presionar el botón de apagado a tanto ruido improductivo y tensionante, para potenciar lo que en palabras de Dan Brown sería: “El área gris entre si y el no. El silencio.”

El silencio tomado como una herramienta incuestionable tendiente a generar el espacio propicio para la reflexión y el encuentro con uno mismo.

Daría la impresión de que cada vez es mayor la cantidad de gente que necesita aturdirse (y aturdir a los demás) con ruidos de todo tipo, en todo momento y lugar, que alteran el ánimo promoviendo el malestar, el desencuentro, potenciando las confrontaciones y enturbiando el clima social.

Hace tiempo Umberto Eco afirmaba que: El silencio va a convertirse en un bien muy preciado. Llegará el día que quien no pueda resistir mas el ruido podrá comprar paquetes de silencio, una hora, en una habitación insonorizada como la de Proust, por el precio de una butaca en la Scala.”

Pero esto no es nuevo, como la mayoría de los excesos va creciendo libremente y se torna “natural” su práctica en desmedro de los demás, en una sociedad donde el individualismo robustecido y potenciado en el día a día logra el sorprendente efecto de invisibilizar a los otros.

Solo existe el ombligo propio para tantísima gente en quienes “convivir” es sostener una permanencia donde, avasallar a los otros, es la constante en lo referente a los ruidos pero, también, en todos los órdenes de la vida en sociedad.

Este es uno más de los tantos temas para reflexionar dentro de la amplísima variedad de “condimentos” que le otorgan al caldo social sus connotaciones de indigesto…

Por algo será que Curcio decía: “Los ríos más profundos son siempre los más silenciosos”.

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