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“La ignorancia, raíz y tallo de todo mal”

lunes 01 de noviembre de 2021
“La ignorancia, raíz y tallo de todo mal”

Un antiguo refrán alerta que “el agua no tiene gajos”. Quiere decir que se está indefenso en medio de ella ya que no ofrece de dónde agarrarse. Parafraseándolo, podemos aplicarlo a muchas situaciones en las que, por un motivo u otro, quedamos socialmente en condiciones de indefensión expuestos a distintos peligros.

Nuestro día a día se muestra como un lugar de alta peligrosidad tanto para el que transita por las calles, como para el que está en su vivienda, el que se detiene en un semáforo o el que quiere ingresar a su domicilio, el que está esperando el transporte público o el que circula con su bicicleta… No quedan exceptuados del riesgo los niños, los ancianos, los bebés ni los discapacitados, los más indefensos solo representan un blanco más fácil para descargar sobre ellos violencias y artimañas, embustes y agresividad.

“El hombre lobo del hombre” de Plauto, sigue asolando el panorama diario a toda hora y en todo lugar.

Inseguridad, la llaman algunos, sensación de inseguridad, algún otro. No importa el nombre con que se la designe, lo real es que la padecemos todos.

Mucho se habla de inadaptados, creo, por el contrario, que toda esa caterva está perfectamente adaptada a un sistema que potencia su accionar y avala su existencia.

El trato social cotidiano, basado en las confrontaciones, la violencia y la falta de respeto hacia el otro, más que trato evidencia un destrato al haber perdido, en tantos casos, la actitud respetuosa y considerada hacia los demás.

La intolerancia, junto a la agresividad, van conformando una dupla que, día a día, parece cultivar más adeptos. Lo más lamentable es que el acostumbramiento a ello termina dándole visos de “normalidad” y, por lo tanto, es tan impensable como improductivo, intentar revertirlo mientras se mantengan las condiciones que las originaron.

En una sociedad que insiste tozudamente en juntar “el agua con el aceite” no puede haber armonía posible ni proyectos en común.
A los líquidos que no pueden juntarse se los llama inmiscibles. En el caso de las personas ¿qué nombre se les daría? ¿Y por qué se insiste en el cambalache social en que “vivamos revolcaos en un merengue y, en el mismo lodo, todos manoseaos?”.

Y así vamos, repitiendo hasta el cansancio las ideas establecidas, preconcebidas, instauradas desde tiempos lejanos… Aunque, sin duda, en tantos casos ello libera del trabajo del pensamiento y análisis singular que permitiría emitir una opinión que nos caracterice, diferenciándonos del resto, aportando el toque personal que sume en el enriquecimiento de ideas y a la policromía del ensamblado social para bien de todos…

Así observamos a diario cómo los valores que darían cohesión social, guiando los pasos, indicando el camino, van quedando cada vez más alejados de las prácticas cotidianas, sepultados en los pozos profundos de la ignorancia o de la corruptela.

El acontecer social cada vez tiene “menos gajos” a los que aferrarse, menos posibilidades de sostén para ofrecer a sus integrantes que se debaten en medio “de manotazos de ahogado “en el oleaje cotidiano.

Tal vez sea porque no se trata de gajos la cosa, sino de raíces, para poder hablar de crecimiento, de firmeza, de consistencia, de estabilidad y seguridad…

Porque, como decía Confucio: “cultiva la raíz, las hojas y las ramas se cuidarán solas”. 

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