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“La injusticia, en cualquier parte, es una amenaza a la justicia en todas partes”

lunes 11 de octubre de 2021
“La injusticia, en cualquier parte, es una amenaza a la justicia en todas partes”

La página en blanco de cada día, donde deberíamos dejar constancia del aprovechamiento de esa nueva oportunidad que se nos ofrece de superamiento, con la construcción de vivificantes momentos que reivindiquen el sentido inaugural de cada día, en una constante celebración de la vida, queda -en tantísimos casos- vacía de contenido vital.

Cada nuevo día se transforma en una lamentable repetición de las vicisitudes anteriores, en un cóctel de acontecimientos tan desagradables como insufribles y atemorizantes.

Los cien pies ideológicos en los que avanza el despropósito diario, sólo transitan el camino de la zozobra constante.

Cada vez son más los que deciden desertar del presente evadiéndose hacia esos “mundos” donde les ofrecen engañosas contraseñas hacia la felicidad, y de las que pocas veces hay retorno…

La falta de autenticidad en las palabras y de transparencia en los hechos, deja su impronta en el día a día malogrando las posibilidades de acercamiento social y permitiendo que asome, triunfal, la desesperanza y la furia. Decía Ovidio que: “la cólera prolongada engendra odio”.

Posiblemente sea ésa una buena respuesta a por qué hay tanto odio en el panorama social.

Es imprescindible que la palabra, “ése poderoso instrumento”, como la llamaba Freud, recupere el valor de la certidumbre para comenzar a fragmentar esos muros sociales contra los que chocan la credibilidad y la confianza.

Necesitamos anclarnos en “las bases esenciales de la convivencia” que no pueden ser otras que el respeto al hombre y sus derechos, precedido por el cumplimiento de sus deberes, observado por el ojo atento y efectivo de la ley, en todos los niveles y en cada circunstancia, que puedan generar esperanzas comunes, compartidas y equitativas, otorgándole al futuro condición de promisorio, tratando de avizorar en el horizonte anímico alguna señal que indique un camino alentador.

Pero cómo cuesta tan solo imaginar propuestas superadoras, entre tantas voces descalificadas y actitudes que se mueven en la frontera del desvarío.

Cuando las “convicciones” resultan no ser tales, sino que son el camuflaje con que se disfrazan los mezquinos intereses personales, por la selva comunitaria en que se ha transformado la sociedad comienzan a pulular las especies carroñeras y depredadoras, de toda laya.

Nos hemos acostumbrado a tomar los caminos más fáciles que -sabemos- no siempre son los más acertados. El quiebre social se ha transformado en la piedra angular sobre la que se construye la realidad, con las herramientas de la manipulación y los agravios.
Mario Benedetti decía poética y amorosamente: “Mi estrategia es que un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites”.

Sería interesante copiar su estrategia, reconocernos entre todos como argentinos que pisamos el mismo suelo que se está hundiendo bajo nuestros pies, y comprender que nos necesitamos entre todos, porque el salvataje personal no existe. Tratar de despertar conciencia para que llegue, cuanto antes, el día que al fin lo comprendamos. Para dejar de ser transformados en esas piezas móviles, intercambiables, desvalorizadas, usadas maliciosa y especulativamente para intereses que no nos incluyen. Sería oportuno, entonces, recordar el pensamiento de Anthony de Mello cuando decía: “La bondad o la maldad de una ideología depende de las personas que hagan uso de ella. Si un millón de lobos tuvieran que organizarse en favor de la justicia, ¿dejarían de ser un millón de lobos?”.

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