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“No es lo mismo ser veloz que ir cuesta abajo”

lunes 27 de septiembre de 2021
“No es lo mismo ser veloz que ir cuesta abajo”

Los hechos cotidianos van delineando el perfil de las situaciones que nos atraviesan a diario y las acciones y reacciones con las que nos presentamos en sociedad. Qué hacemos con lo que nos sucede… cómo actuamos ante los demás y ante nosotros mismos… qué criterio guía los haceres y decires con que nos vinculamos o desvinculamos en esta fragmentada sociedad…

El peso de los errores insistentemente potenciados, recreados y tozudamente sostenidos sobre la espalda comunitaria agregan carga al fardo emocional social, pareciendo no capitalizar nunca la experiencia de los desaciertos cometidos traduciéndolos en el cambio necesario.

Para la obtención de nuevos resultados es necesario producir nuevas acciones, en lugar de insistir con la repetición de las erróneas. Sin embargo, no lo hacemos. La realidad se ha transformado en un maestro que insiste en obligar a las mayorías a inclinarse hacia nuevas formas del “arte”: el “arte” de la especulación, de la improvisación, de la difamación… La brújula social ha perdido la capacidad de señalar la dirección que nos guíe hacia futuros promisorios de crecimiento y armonía social.

Los días, tan amanecidos de esperanza como anochecidos de impotencia, sostienen su latir de frustración en el corazón comunitario. El ánimo, agobiado por esperas infructuosas de un tiempo mejor que no se avizora, no encuentra muletas en las que afirmarse.

La credibilidad hacia todo y todos, en retroceso permanente, ha perdido el apoyo donde afirmarse ante la zozobra emocional constante y el desasosiego mental sostenido en su avance sin tregua.

Lo que pasa en “el afuera” está muy claro y expuesto a la vista de todos. Ahora, lo que pasa en “el adentro”, en la singularidad de cada uno de los actores sociales ya es otra historia. El hambre de justicia y la sed de esperanza, sostenidas y acrecentadas en el tiempo van carcomiendo los cimientos estructurales del Hombre produciendo -como una trituradora comunitaria- series de hombres que han desechado “el grano y se han quedado con la cáscara”, patéticamente expuestos en una sociedad que no se avergüenza de lo que produce.

La sociedad presenta descarnadamente su “menú fijo” con “lo que hay” para que cada uno se sirva lo que pueda, lo que esté a su alcance, lo que consiga obtener… Para algunos resulta insuficiente, para otros, intragable, creo que para todos termina siendo indigesto.

No podemos resignarnos a perder la dignidad que es lo que nos sostiene en nuestra condición de bípedos, ni la humanidad que nos evita anestesiarnos ante el dolor ajeno, mucho menos la espiritualidad que nos otorga el sentido de sacralidad ante la vida.
Habrá que reconocer y erradicar todo aquello que- actuando como un lastre, nos empuja cada vez más hacia abajo…

Habrá que abdicar de los falsos profetas sobre los cuales, de una forma u otra, siempre terminamos delegando la responsabilidad de nuestro andar existencial. La cinta transportadora del tiempo no se detiene, llevándonos por las distintas estaciones de nuestro acontecer humano, sin posibilidad de descender ni desandar el camino andado. El pasado no se puede borrar, se puede mejorar o enmendar con pasos hacia el futuro. Sin embargo, se evidencia como una enfermiza insistencia en hurgar el pasado sacando a flote todo aquello que empequeñece haciendo colapsar la armonía y provocando distanciamientos.

Nuevamente, las palabras de Mafalda dan la respuesta: “Acá no hay extrema derecha ni extrema izquierda, acá lo que hay es extrema pobreza, extrema ignorancia y extrema corrupción”.

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