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“La experiencia es la enfermedad que ofrece el menor riesgo de contagio”

lunes 13 de septiembre de 2021
“La experiencia es la enfermedad que ofrece el menor riesgo de contagio”

La observación de la realidad confirma su carácter de alucinante. No hay forma de dar crédito a lo que se ve, ni a lo que se escucha, mucho menos a lo que se vive. Pero, por esas cosas de la pasividad, de la tolerancia, de la permisividad, de la indiferencia, o de todo junto sostenido en el tiempo, se produce el “maleficio” del acostumbramiento a ello. Así es como dejan de impactar los hechos cotidianos con visos de locura y refrendados de arbitrariedad, tan inquietantes, unos, como inexplicables, otros, los que muy rápidamente son absorbidos por la esponja del acostumbramiento. Así nos vamos inmunizando contra el sinsentido y logramos que casi nada nos afecte para poder seguir en pie o, lo menos inclinados que se pueda, para atravesar la jungla cotidiana.

Un desatino tras otro va formando la larga lista de decadencias expuestas y, lo que es peor, asumidas socialmente, evidenciando un panorama con muy pocas luces, para tratar de iluminar la oscuridad generalizada de incoherencias, en que está sumida la sociedad.

Y, como broche de oro ¡las campañas políticas salen al ruedo!

Campañas políticas que “lucen” su falta de luces…

Candidatos que abren la boca para dejar en claro qué lamentable resulta que la hayan abierto…

Propuestas circenses para una realidad que cada vez cuenta con más malabaristas intentando atravesar el día a día… junto a los infaltables payasos con el eterno truco de golpearse los unos a los otros en su repetición exasperante…

Gritos que sobran tratando de tapar las ideas que faltan…

Prepotencia y soberbia que busca imponer lo que la ausencia de cordura y respeto por el otro, no permite lograr...

Un panorama desolado de criterio y humanidad, que ha alejado tanto la línea de la esperanza, como acercado la de la frustración y hastío.

Se ha borrado la senda que guíe, con seguridad y mesura, los pasos comunitarios hacia la meta social del crecimiento, la justicia y la pacificación.

Aparecen los otros caminos, los que se bifurcan, se entrecruzan, pero parecen no conducir nunca al punto de encuentro necesario para la convivencia y la prosperidad social.

Cada nuevo día nos encuentra como náufragos de la averiada embarcación social, arrojando al mar la botella de la esperanza.

Hará que recorrer los senderos que llevan a la propia interioridad tratando de adquirir otras visiones, con otros aprendizajes, que nos conduzcan a renovadas certezas, distanciándonos de las desvitalizadas rutinas, de las sostenidas imposiciones, de los eternos sinsentidos que su aceptación nos impone.

Renovar los ¿por qué? y los ¿para qué? del propio andar y desmalezar los singulares caminos antes de que sea demasiado tarde para ello.

“La vida, ese puñado de tiempo en fuga permanente avanza imparable y, cada día, te asalta el tiempo y se lleva un pedazo de tu vida” según Chamalú.

Creo que ya es tiempo, entonces, de reflexionar sobre lo que estamos haciendo… y hacia dónde nos va llevando.

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