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Una mirada interna

“No hay problema que resista el asalto sostenido del pensamiento”

La frase del título pertenece a Voltaire
jueves 22 de julio de 2021
“No hay problema que resista el asalto sostenido del pensamiento”

 

 

El devenir cotidiano, sumatoria de absurdidades sorprendentes y desconcertantes, pincelan el panorama diario con una multiplicidad de enigmas que, al parecer, son imposibles de ser descifrados.
Es que la complejidad humana parecería no tener fin o, al menos, posibilidades de ser encauzada dentro de márgenes saludables o comprensibles.
Si “la felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos”, como decía Marco Aurelio, es dable preguntarse qué clase de pensamientos generamos y sostenemos para que haya tanto abatimiento y frustración individual y social.
El doctor Lou Marinoff afirma: “La conciencia es la fuente que le permite pensar, y también consume gran cantidad de alimento para pensar. Ingiere toda suerte de nutrientes, unos más tóxicos que otros: intenciones, deseos, revelaciones, prejuicios, razones, pasiones. Si desea pensar con claridad precisará nutrir su mente con la comida más saludable que tenga a su alcance. Esa comida es la filosofía: grandes pensamientos en contraposición a pensamientos basura”.
Es decir que para generar estos pensamientos que nos constituyan, nos fortalezcan, y nos sostengan de manera saludable y armónica otorgando la flexibilidad que permita la tolerancia hacia los otros mediante la aceptación de las diferencias, evitando las rigideces que causan confrontación, violencia y distanciamiento, se deberían desechar los pensamientos basura. Claro que, para descartarlos, primero, se los debe reconocer, luego aceptar su toxicidad en el comportamiento individual y en el contexto social. Una vez aceptada la insostenibilidad de los pensamientos basura, se deberá contar con la voluntad para tratar de modificarlos y dedicar el tiempo necesario para hundir la cabeza en los campos de la filosofía, aspirando de ella los disímiles efluvios que embriaguen la mente y los sentidos posibilitando el cambio necesario según las necesidades de cada uno y cada quién.
Así se comprendería, posiblemente, que si bien, uno no puede cambiar las circunstancias, puede hacerlo, en cambio, sobre el enfoque que tiene acerca de éstas y cambiar uno mismo en lugar de esperar que sean las cosas las que lo hagan. ¡Y ese sería el gran cambio! El más difícil, el más significativo, el más sanador: cambiar uno en lugar en lugar de estar siempre esperando que cambien los otros.
Pero acá surge un gran problema: cómo poder acceder a los nutrientes de la filosofía para clarificar y sustentar los pensamientos, cuando para tanta gente resulta, cada vez más, imposible acceder a los nutrientes básicos, elementales para el cuerpo. Dicho de otra forma, cada vez aumenta más la gente con hambre y carencias de todo tipo.
Sobre las necesidades básicas, se van apoyando y desarrollando las otras. ¿Cómo imaginar, tan solo, tratar de cambiar los pensamientos para que se transformen en la herramienta fundamental del acercamiento social, cuando la lucha cotidiana es por un pedazo de pan?
A diario, vemos salir a escena repetitivas emociones en el escenario social, pero, la mayoría de ellas, como extensiones del temor, la incertidumbre y el extravío generalizado.
El panorama diario, como un contenedor gigante repleto de desechos interiores, exteriorizados, se va enrareciendo con la sumatoria de aportes individuales que van pincelando las tonalidades de la cotidianidad y las energías que, saliendo de cada uno, regresan a todos en las formas que percibimos y padecemos a diario... Disonancia de voces, de pensamientos y sentimientos transformándose en el disparador del acontecer diario, tan confrontativo, tan perturbado, tan enmarañado…
Cuánta razón tenía Francisco Bretones cuando afirmaba: ”El dilema en que se encuentra el hombre es que pudiendo ser elige no querer ser”.

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