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Una mirada interna

“La cosa más maravillosa que podemos experimentar es el misterio”

La frase del título pertenece a Albert Einstein
lunes 05 de julio de 2021
“La cosa más maravillosa que podemos experimentar es el misterio”

El hombre, “ese mamífero histórico, al decir de Rollo May, es temporal, es decir que puede salirse del presente e imaginarse en el ayer o en el mañana. Puede tomar perspectiva y volviendo sobre su propia historia influir sobre su propio desarrollo y el de la sociedad.”
Sin embargo, nuestra sociedad parece encontrarse empantanada en un atolladero constante, atrapada en un torbellino de haceres y decires cada vez más caudaloso y sostenido que hace colapsar las miradas abarcativas, los pensamientos lúcidos, los haceres equilibrados.
En el hombre moderno se ha perdido, en gran medida, la capacidad de captar el mensaje esencial de la vida, vital para su acontecer, trascendente para su discurrir existencial…
Las maravillas de todo lo que nos rodea en nuestro paso por este mundo ha perdido el mágico encantamiento de lo secreto, de lo misterioso. Se ha desvanecido el sortilegio inherente a la espiritualidad que posicione en una actitud reverencial hacia la vida y se ha roto el hechizo, se ha deshecho el encantamiento. El hombre escindido de sí mismo, de la naturaleza y de su fuente interior, queda sumido en un aletargamiento existencial devastador que sofoca esa luz interior que debería guiarlo, y esa llama vital que debería hacerlo arder en una existencia plena.
Y así nos encuentra cada día, peleando por todo, contra todos, entre todos, en esta lucha sin cuartel en que hemos permitido que se construya nuestra realidad.
Hay tanto dolor y desesperación, tanto abatimiento y descreimiento hacia todo, que es fácil ver cómo el vacío existencial que colapsa la realidad no queda vacío, por el contrario, se llena muy rápidamente con toda la negatividad que nos rodea quedando lleno de nada. La gran nada existencial que cada vez se torna más densa y opresiva, llenando de sombras el panorama diario y las mentes.
Decía Antonio Porchia: “No descubras, que puede no haber nada. Y la nada no se vuelve a cubrir.”
No le hicimos caso, la nada quedó a la vista, expuesta como una herida profunda y sangrante en el cuerpo social. Y, como respuesta a ella, parecería que lo único que se nos ocurre es seguir profundizándola…
Inhumanas transigencias, inaceptables indulgencias, van construyendo la destrucción social y cada nuevo día propicia y potencia la desmesura del anterior. El “más de lo mismo” siempre encuentra la oportunidad para redoblar y redoblarse.
La sociedad parece condenada a avanzar por una sucesión de espejismos, en el desierto cotidiano, sin posibilidad de no hacerlo, entre mentiras manifiestas y complicidades inmanifiestas.
Necesitamos el oxígeno de las certezas en los procederes y las certidumbres en las acciones para que no colapsen los pulmones sociales… Que la justicia, como una claraboya existencial, permita y garantice que llegue la luz que nos ilumine y proteja a todos…. Que el trazado del esquema cotidiano nos lleve hacia el futuro y no hacia el pasado…
Una frase, atribuida a Shakespeare proclama que “El momento es el que tenemos. El pasado es el prólogo.” Creo que uno de los grandes problemas que tenemos es que siempre estamos estancados en el prólogo. Nos falta desarrollar los contenidos que permitan balancear los hechos determinando el justo medio que señale el equilibrio social.
El péndulo de la realidad no logra detenerse en su centro. Ante tantas oscilaciones, la palabra de Leopoldo Marechal sugiere: “No vaciles jamás en la defensa o enunciación o elogio de la Verdad, el Bien, y la Hermosura. Son tres nombres divinos que trascienden al mundo y es fácil deletrear su ortografía.”

 

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