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Una mirada interna

“Un error no se convierte en equivocación hasta que nos negamos a corregirlo”

lunes 07 de junio de 2021
“Un error no se convierte en equivocación hasta que nos negamos a corregirlo”

En la escalera del tiempo se van acumulando nuestras pisadas sin posibilidad de retroceso. Cada minuto transitado es engullido por nuestro reloj existencial, desapareciendo en el abismo insondable de la eternidad. Somos caminantes de nuestro propio tiempo. Llegamos a este mundo sin conocer nuestro trayecto vital, ajenos del camino a recorrer, ignorantes de las maravillas u obstáculos que encontraremos en él.
Habrá tiempos de agobio y descanso, de plenitud, algunos, de desasosiego, otros.
¡Increíble “tour” el que nos aguarda desde el momento en que llegamos a nuestro destino terrenal!
Sin saber cuánto dura el soplo de vida individual, nos lanzamos a vivir como si estuviéramos investidos de eternidad.
A los factores propios, que traemos como establecidos biológicamente, les vamos sumando los que cosechamos del entorno en que crecemos, además de los adquiridos con la experiencia del camino andado.
Lamentablemente, en el festín de la vida, el hombre ha repartido tan desigualmente lo que no le pertenece, que ha creado una clasificación humana que va desde los menesterosos existenciales a los opulentos de bienes materiales, con todas sus escalas y matices intermedios. Y uno se pegunta: ¿qué filosofía de vida nos lleva a construir caminos cuyo tránsito nos condena a ser padecientes crónicos de circunstancias que los intereses particulares transforman en inmodificables, sosteniéndolas y acrecentándolas en el tiempo?
Jacques Bossuet afirmaba: “Entre todas las pasiones humanas, la más fiera en los pensamientos y la más impetuosa en los deseos, pero la más flexible en su conducta, y la más disimulada en sus designios es la ambición. San Gregorio nos ha definido su verdadero carácter al decir: la ambición es tímida cuando busca, soberbia y audaz cuando ha encontrado”
¡La ambición! A la que el diccionario define como el deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr, especialmente riqueza, poder o fama.
Todos sabemos que llegamos a este mundo sin nada… ¡y nos vamos sin nada de él! Sin embargo, la observación cotidiana lleva a creer que muchos suponen que no es así, porque emplean la vida acumulando riquezas con apetito voraz, imparable, insaciable, con unas ansias acumulativas de riquezas y poder, tan ensoberbecidos en sí mismos como empeñados en su afán de poseer…como si realmente lo fueran a cargar en su paso al más allá.
La rueda de la vida continúa girando siguiendo las leyes naturales y el hombre, con un comportamiento cada vez más antinatural, desafiando a la naturaleza en todas las formas posibles.
Albert Camus decía: “Lo absurdo no libera, ata” Será por eso que estamos cada vez más recluidos entre rejas interiores y exteriores, en prisiones físicas y mentales que construimos con la absurdidad de nuestros haceres, en el asfixiante alejamiento de nuestra esencia.
“Si el mundo carece de unidad y está roto en mil pedazos es porque el hombre también está escindido de sí mismo” sostenía Ralph Waldo Emerson. Algo debemos hacer para juntar los pedazos esparcidos de nuestro rompecabezas existencial… para rescatar lo que nos humaniza y amurallarlo en nuestro espacio interior defendiéndolo de todos y de todo lo que amenace su conservación… Para poder conectar con los recodos de nuestra interioridad donde el alma se agazapa chiquitita, para salvaguardarse de tanta soledad y vacío, esperando que vengan a rescatarla mejores tiempos, con nuevos sentires que guíen hacia una plenitud existencial que la libere…
Tal vez podamos seguir el consejo de Henry David Thoreau cuando recomendaba: “Sé un Colón para continentes y mundos completamente nuevos en tu interior, que abran nuevas rutas, no comerciales sino de pensamientos”.

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