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Patagonia Rebelde: los 100 años de las huelgas rurales

domingo 10 de octubre de 2021
Patagonia Rebelde: los 100 años de las huelgas rurales

En evocación de los 100 años de las huelgas rurales patagónicas, y de los 50 años de compartir estas historias con Osvaldo Bayer (1969/2021), el dr. Roberto Suárez Samper ha compartido una serie de pensamientos, aclaraciones y voces históricas que Crónica comenzó a ofrecer a sus lectores el último domingo con relatos imperdibles de algunos protagonistas de aquella “Patagonia negra”. En esta edición, se publica una segunda parte de textos elaborados por el médico e incansable investigador de la historia patagónica.

Osvaldo Bayer: el padre de la Patagonia Rebelde

Este apelativo tan merecido se me ocurrió adjetivárselo y decírselo a todos los presentes cuando en el escenario de Jaramillo (Santa Cruz), lo acompañaba en una de sus tantas conferencias y me tocó hablar a mí.

En medio de la algarabía que se vivió en el pueblo por la presencia del más importante historiador, siendo el único notable que en la historia se acordó siempre de ellos. Gracias a Osvaldo hoy está el monumento a "Facón Grande" a la vera de la ruta 3, el museo proyectado (que va lento pero sigue su curso) y ahora la "Cruz de los Fusilados", que rescaté de las cenizas volcánicas en 1991, y único testimonio original sobreviviente desde la matanza de 1921. Reposa para siempre en Jaramillo. A los meses le pregunté al padre de todo esto: -"¿Dónde irá esta cruz?" -"A Jaramillo", me dijo. No lo dudó ni un segundo. Cerca del lugar donde está fusilado Facón Grande, pues esa cruz fue emplazada en 1922 por gauchos anónimos en la estancia "San José" donde Facón fue capataz en 1916.

Yo había encontrado al soldado fusilador de Facón Grande don Gabino Pérez, que hizo las dos campañas acompañando al comandante Varela, también encontré a Elisa Minucci de Gamarra, única testigo de la terrible batalla de tehuelches entre Varela y Facón Grande, y a doña Isabel Tirachini, muerta a los 104 años, hace 3 y que con su marido poblaron estancia "Granaderos" por el 1918 y fueron amigos de Facón que estaba en San José, lindero con ellos.

Hoy me han pedido que escriba de Osvaldo Bayer como su amigo y su médico personal. Gracias infinitas por este honor, pero la seriedad impone aclaraciones: a lo de médico personal le agregaría médico personal itinerante que tiene protagonismo cuando viajamos mucho por la inmensidad patagónica.

El tiene a su médico en Buenos Aires, el Dr. Claudio Capuano y Kalt Hoffen, su médico en Alemania; a los cuales recuerda y respeta. Los médicos alemanes lo curaron para siempre de una enfermedad maligna de la que hoy no quedan rastros, o sea que "nunca más", palabras muy emblemáticas en la Argentina de los últimos tiempos. "Nunca más" le dijo el militar que le dio la mano cuando en el aeropuerto de Ezeiza lo echaban del país por destapar la olla con la Patagonia Rebelde, y simultáneamente el hoy retirado General Gorleri hacía fogatas con sus libros, así fueron las primeras noticias y resultados de su medulosa y tremenda investigación sobre el genocidio de las huelgas rurales de 1921, las más duras, las más dolorosas.

Como el sacar a su familia del país para siempre con el consabido desarraigo de sus hijos, de sus amigos, en una pretendida actitud hacia él con el fin que sintiera una muerte en vida: el exilio.

Es que vaya uno a imaginarse que iba a surgir un brillante escritor e historiador que destaparía, para todos los tiempos, un secreto vil bien escondido y tapado que vivió oculto 50 años con la complicidad de silencio de la aristocracia argentina, los políticos, los militares y los herederos de la liga patriótica argentina. Y nadie nunca decía nada.

Con "La Patagonia Trágica" de Borrero, se mezclaba todo, se confundía, pasaron los años, la promesa de la aparición de "La Orgía de Sangre" de Borrero, que nunca apareció, se fue tirando la cosa para adelante y así se pudo tapar durante años el peor error político de un caudillo de buen nombre ante las generaciones hasta hoy: Hipólito Yrigoyen. Pero no, Bayer demostró que con valentía y laburando 8 años en la Patagonia pudo sacar a la luz que el caudillo y el ejército, cometieron el genocidio gaucho de 1500 obreros rurales por una huelga en reclamo de mejoras por una explotación vil de terratenientes extranjeros favorecidos en la colonización por el General Roca.

El destino puso a temprana edad esta temática apasionante en mi vida. Mi padre, comisario de los Territorios Nacionales, deambuló por varias localidades de la Patagonia argentina en uno de ellos en la cordillera santacruceña, en Perito Moreno (antes Lago Buenos aires), y allí en el fondo de la comisaría un gran patio contenía a los calabozos, a los presos, a los caballos, y la burocracia judicial de entonces hacía pernoctar largos períodos a los presidiarios, lo que sumía con el tiempo a todos en un ambiente más familiar que carcelario.

Mi papá siempre sintió una gran lástima por ellos, y había una onda afectiva sobre todo cuando ellos ayudaban con los menesteres de la casa, cortando leña para la estufa de mi madre, limpiando el patio o sacando agua del aljibe. Esta onda afectiva con los presos se daba sobre todo conmigo, pues con 5 años los hinchaba siempre, los hacía jugar a la pelota que casi no conocían, y ellos siempre me regalaban hondas y jaulitas para pajaritos, rebenques, tabas de huesos de vaca.

Y en definitiva mi padre fue el primero en hablarme de las huelgas, ya que en Perito Moreno vivían protagonistas de estos hechos como parte gubernamental, el Juez Eugenio Guridi, Valenciano y el comisario Nicolia Jaimison, gente pesada, difícil, supremos jefes de la justicia. Pero yo siempre ví en mi padre un joven corajudo al que no arriaban fácil y que lo llevó a sanciones que significaron traslados a otras localidades y yo con mi madre por detrás.

Cuando llegaba la primavera, florecía el campo, volvía la vida, terminaba el invierno y llegaban los corderos. Mis padres siempre tuvieron una gran piedad y consideración por estos presos, verdaderos beduinos del desierto patagónico, solos, sin familia, sin navidad, sin fiestas, nunca habían tocado una mujer, indocumentados, huidizos. Todo era igual para ellos, capón, mate y tortas fritas. Y de leyes, derechos y jubilación nunca se habló.

Pobres de ellos, fueron los preferidos por el ejército para fusilar. Mi padre daba corderos y una bota de vino para alegrar sus fogones. En estos benditos fogones y sus tertulias escuché a huelguitas supervivientes que con cautela y susto contaban lo de la huelga, algo que duró hasta el 90, donde toda esta generación desapareció.

Mi drama fue no poder hacerme de nada de lo conocido y escuchado durante 20 años. Tuve que esperar hasta el 68, a punto de recibirme de médico para ver el primer artículo de Osvaldo en "Todo es historia", de Félix Luna. Luego los tomos de los Vengadores de la Patagonia trágica, y nuestro primer encuentro en el aeropuerto de Comodoro Rivadavia en 1973, filmando "La Patagonia rebelde". Luego el exilio de Osvaldo, así que antes su dolida ausencia quise honrar su obra, y me largué a investigar por la inmensidad de la Patagonia. A su regreso me colgué de su saco y hace 25 años que lo acompaño.

Este prólogo lo tengo en mi mente toda una vida. Es la primera vez que lo escribo y es en homenaje a mi maestro y amigo.

Lo que me han pedido específicamente es que diga quién es Bayer, cómo lo veo y cómo lo he vivido, pero yo digo ¿Qué Bayer quieren? El historiador, el periodista, el traductor, el escritor, el marinero, el timonel, el guardavidas, el corredor de seguros, el ayudante de quinielas de un alemán increíble; o en el plano de los grandes intelectuales describir el ideario de este socialista Libertario, discípulo de Bakunin, Koprodiski, o la filosofía de Kant (el de la Paz eterna), o el amante de las ideas de Goette, Dostovieski, Frank Kafka, Eric María Remarque, o su amor por las pampas por Guillermo Hudson, o el que se emociona cuando reconoce a sus escritores amigos brillantes como Rodolfo Walsh, David Viñas, Juan Gelfman, Osvaldo Soriano. O mejor nos situamos en Berlín, entre 1955 y 1958, donde encontramos a uno de los mejores cronistas de festivales que no deja ocasión de acercarse a la admirada diva de su época, que fue la alemana Marlene Dietrich (hay que ver las varias fotos de la diva en su Tugurio para comprender su eterna fidelidad y admiración).

El Tugurio no hay duda que con el tiempo deberá ser declarado con todos los honores, pues allí en esa catedral del desorden y la sabiduría, Osvaldo concibió sus mejores proyectos, redactó las mejores páginas de su historia en libros, en periódicos y por allí desfilaron y desfilan los mejores intelectuales del país, además de la concurrencia de muchísimos alumnos que lo visitan.

No hay duda que al ingresar a su casa uno se impregna de la nostalgia de la otra Argentina intelectual que difícilmente vuelva, y uno concluye que su vida está tan llena de matices diversos, que desde hace ya mucho tiempo le ruego que escriba sus memorias; pues escuchándolas uno encuentra las más ricas páginas de los últimos 50 años de la historia argentina, con conocimientos y vivencias personales de todos los personajes de entonces: músicos, tangueros, periodistas, políticos, artistas.

No hay dudas que él es un brillante de la reflexión filosófica, de la literatura, del periodismo; pero yo que no tengo ese vuelo y ese perfil intelectual, me deleito en nuestros extensos viajes con sus anécdotas de vida junto a personajes inolvidables.

Una anécdota: una noche terminamos en Comodoro, tardísimo con un debate feroz y tenía que llegar a San Julián a hora temprana; no tenía otra que llevarlo porque me avergonzaba mandarlo en transporte. Muerto de sueño sentencié: ¡Salimos ya, pero me hablas todo el viaje porque así me distraigo y no me duermo!. Y el relato fue maravilloso, desfilaron Atahuapa Yupanqui, en su amistad en el exilio, Hamlet Lima Quintana, el poeta folklorista, el 'Che Guevara, González Tuñón, etc.

Al nombrar a González Tuñón no puedo olvidarme citar cuánto admiró Osvaldo la época en la que los redactores de los diarios eran poetas: el nombrado Portagato y Caravallo.

De todas maneras mis ruegos porque escriba sus memorias se enfrentan hace ya un largo tiempo con una severa y copiosa agenda, que condiciona todos los días de su vida, y los fines de semana que aprovecha para realizar viajes cortos, siempre en conferencia al interior o Europa. Yo lo explico siempre: nunca sabe decir que no, le da su teléfono o mail a todo el mundo, y le allana el camino para que lo encuentren.

En estos días, ante el terrible frío de junio de 2007, le pedí que no fuera a los lugares en que estaba comprometido, pues la nieve y el frío extremo comprometían la salud de cualquiera. "No puedo" -me dijo- "son compromisos con las colonias mapuches", y se fue a Esquel, a Lago Puelo, Trevelin y a Corcovado no pudo llegar por la cantidad de nieve. En Esquel revivió su breve estadía que transcurrió hace 40 años, donde fundó el periódico "La Chispa", y por sus ideas libertarias fue expulsado por la gendarmería.

De igual modo sus temas son siempre rescatar olvidos injustos, y por qué no, acontecimientos trágicos: ayer "La Patagonia rebelde", hoy "La Campaña del Desierto", y el genocidio del general Roca sobre los pueblos originarios.

Todo esto lo tiene como principal protagonista, está metido en este tema desde hace mucho tiempo, y corona los primeros y terceros jueves de cada mes con sus reuniones en el monumento a Roca en Diagonal sur, cerca de la Plaza de Mayo, y donde concurren a acompañarlos los pueblos originarios, los familiares de los presos políticos, los familiares de los desaparecidos, que van al encuentro de su presencia y de sus palabras reivindicatorias.

Está de más aclarar que nuestras diarias por teléfono o nuestros encuentros son entre las 6 y las 7 de la mañana, desayuno por medio en un bar de la esquina, y luego al atardecer a las conferencias que siempre terminan muy tarde por los hermosos debates que siempre generan, y un diálogo corto en el taxi, pues a esa hora la gente sin quererlo le ha exigido demasiado.

Hablar de su personalidad me provoca un sentimiento de inferioridad, me queda grande, me desborda, me achica y no me atrevo pensando en los grandes escritores y personalidades que lo conocen, lo admiran y lo idolatran. Indudablemente no deja un espacio para mí. Pero tantos años juntos bajo el marco de un cariño recíproco, con los desiertos patagónicos como escenario, nuestras horas de silencio me llevan a atropellar la historia y a atreverme: lo más notable de este hombre que goza de un raro privilegio y es el que es portador de una inteligencia increíble, es su humildad, su modestia y su silencio. Si algo me conmovió siempre es su estado semi-melancólico, su mirada infinita e indefinida y su caminada llena de recuerdos que no repara a su alrededor, que no mira a nadie, y que está pensando constantemente, o que está escribiendo en el cielo a pesar de que a su paso siempre la gente comienza a reconocerlo, al entrar a algún bar, a algún restaurante, siempre alguien empieza inquietarse: ya lo han reconocido, y como digo yo, primero lo saludan y a los pocos minutos rompen las vallas: ya estamos rodeados, siempre algo sorprendido atiende, abraza, firma, escucha y escucha a uno por uno con todo lo que le dicen; nunca se muestra esquivo o impaciente.

Días pasados caminábamos con mis hijas por la calle Cabildo rumbo a un restaurante a festejar el día del padre, y unos metros antes otro gran restaurante con grandes ventanales, colmado de gente y a modo de espectáculo público veían avanzar a Osvaldo Bayer.

Todo el mundo comenzó a pararse ante su proximidad, yo empecé a emocionarme por lo que se veía, pero él con la mirada en el infinito ni se dio cuenta, pues andaba en el cosmos con Soriano, Urondo, con los obreros fusilados, con los mapuches, o lo que es más seguro con Marlies, su esposa, o con sus hijos y nietos en Alemania, pensando en la mesa familiar tan lejana para esta fecha del Día del padre.

Así que con el tono nostálgico y en automático seguimos caminando. De tanto vivirlo y conocerlo, ya hago a veces de maestro de ceremonias y la mirada de todos los comensales hacia mí me obligaron a advertirlo de lo que acontecía. Tardó un rato en bajar del cosmos, y con su candidez e ingenuidad casi se asustó y fijó la mirada en la primera adelantada: una cálida viejita que le preguntó, tomando de las manos: -"¿Cómo anda su salud, Sr. Bayer?. Creo que quedó muy sorprendido, emocionado. Y después del desborde de todo el mundo que duró 30 minutos, reanudó la marcha, recompuso su mirada indefinida y comenzó a buscar recuerdos nuevamente.

Yo estuve ahora 40 días con él en Buenos Aires. Todos los días tuvo conferencias, presentaciones de libros y para viajar estuvo en Tilcara, Jujuy, donde lo invitaron pueblos originarios. Considero que ha comenzado a pensar en la hora del descanso, se irá a Alemania a reencontrase con los suyos y con sus nietos, que es un capítulo aparte. Volverá en octubre y comenzará con su agenda que está llena.

Un día y no hace mucho tiempo, creo que en Gobernador Gregores, le pregunté por qué esta actitud de sacrificio casi placentero por casi nada remunerativo, y a orillas del río Santa Cruz me confesó: -"Lo hago por el compromiso adquirido con mis amigos, los periodistas desaparecidos, por las víctimas de los genocidios".

Siempre me llamó la atención en los estados de tristeza profunda en los que se sumerge cada vez que nos vamos aproximando en nuestras investigaciones, a los lugares de tumbas masivas de obreros fusilados. Tiene un estado de no resignación que no se solucionará jamás. Todavía pregunta por qué tanta barbarie y tanta injusticia con unos pobres gauchos desprotegidos.

En lo astronómico, para pasar algo más familiar, hablemos de sus rutinas y hábitos: simple, austero, nada exigente, siempre tiene muy poco apetito. Creo que las mil veces que comimos juntos, y desde hace mucho, siempre come lo que yo le elijo y siempre deja la mitad del plato; eso sí, se deleita en un buen tinto, no nos perdemos el whiskicito del mediodía y el Campari cuando estamos de viaje y cuando no hay mucha gente. De caminar cansino y claudicante, es infatigable. El mal mayor que padeció lo dejó con esta marcha algo inestable, pero no afloja, sigue y sigue y no para nunca.

En la última filmación de la vuelta de Osvaldo Bayer, obra genial de Anguita y Emiliano Costa, recorrimos 5.000 kms. con 12 días de filmaciones tremendos y a veces a la noche le gustaba salir a caminar. En una de esas noches recalamos en Calafate en la hostería "La Patagonia rebelde", denominada así en su honor. Un grupo de alemanes motoqueros lo reconoció y les habló hasta las 3 de la mañana en un perfecto alemán.

Su espíritu y carácter templado hacen que sea raro verlo enojado en público, ya que su educación no se lo permite. Ahora esa costumbre suya de meterse a escarbar en lo peor le ha acarreado consecuencias que todos conocemos, pero bien a lo Nietzche, está más allá del bien y del mal.

De todas maneras la demagogia no es su fuerte. Me ha tocado encuentros suyos con personajes importantes pero con trasfondo corrupto o vende patrias, y no tiene el menor empacho en demostrarles su desprecio y poner distancia inmediata con actitud dura e inflexible con esa gente de mal.

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