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Juan Forn, el hombre que fue viernes de corazones

lunes 05 de julio de 2021
Juan Forn, el hombre que fue viernes de corazones
DOM Forn3
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Escritor, traductor, editor, fundador del suplemento Radar, columnista de Página/12 y director de la colección Rara Avis de editorial Tusquets, un nombre insoslayable de la literatura argentina. Murió el 20 de junio de un ataque cardíaco.



A los quince años, Juan Forn compartió un viaje hasta el noveno piso con un vecino de su edificio que lo oyó hablar sin parar a él y dos amigos acerca del plan de hacer una revista. Al bajar en su piso, los invitó a que lo siguieran. Les dio libros, les recomendó películas y les puso discos, y en aquel living a media luz en plena dictadura, les hizo entrar a un mundo “en el que James Dean le leía a Marilyn el Ulises de Joyce, Dylan Thomas volvía de su última curda al Chelsea Hotel, Coltrane intentaba llegar con su saxo hasta donde Charlie Parker había comenzado su caída libre, Fitzgerald aconsejaba con su último aliento a Faulkner que huyera de Hollywood, Pollock tiraba pintura como napalm en toda tela que le pusieran delante, Sylvia Plath despertaba de su primer electroshock y Burroughs le daba un balazo en la frente a su esposa jugando a Guillermo Tell en una pensión mexicana”. Así, en un texto que prologaba la versión chilena de la recopilación de contratapas que publicó en el diario Página 12, contaba Forn el modo en el que había empezado en la literatura. Decía: “Se podría decir que entré a la literatura por un ascensor”.

Preveniente de una familia de clase alta, cursó sus estudios en el Cardenal Newman, un colegio privado, bilingüe, católico y exclusivo para varones, elegido por familias tradicionales y de alto poder adquisitivo. Cuando terminó quinto año, se fue a recorrer Europa, donde se quedó un año trabajando de lavaplatos o en la cosecha, hasta que quiso volver. De vuelta en Buenos Aires, empezó como cadete en la editorial Emecé y luego de que le publicaran un poema en el diario La Nación, lo pasaron a revisor de pruebas y siguió ascendiendo. Como editor, publicó El que tiene sed, de Abelardo Castillo, de quien se había hecho amigo; las Anticonferencias de Isidoro Blaisten, a Alberto Laiseca, a Antonio Dal Masetto.



En 1987, publicó su novela Corazones cautivos más arriba (que luego se reeditaría como Corazones), la historia en segunda persona, de la relación entre un nieto y su abuelo. Sin embargo, su consagración llegó cuatro años más tarde con la antología de relatos Nadar de noche. En especial, con ese cuento hermoso en el que un hijo se encuentra en una pileta con su padre muerto. El hijo le pregunta al padre cómo es estar muerto. “Como nadar de noche, en una pileta inmensa, sin cansarse”, le dice el padre.

A principios de los noventa, dejó Emecé y se pasó a Planeta, la competencia principal y allí creó la colección Biblioteca del Sur, en la que publicó a autores fundamentales que renovaron la literatura de la postdictadura, como Fogwill, Martín Caparrós, Rodrigo Fresán, Elvio Gandolfo, David Vinas, Charlie Feiling y Tomás Eloy Martínez. En 1995, Forn renunció a su puesto en Planeta y quedó como asesor editorial externo. En ese momento fue que lo llamaron de Página/12 para hacer el suplemento cultural Radar. Allí trabajó durante seis años. Era amigo de varios rockeros: dormía poco y salía bastante y una mañana, después de una noche intensa, quedó en coma y tuvieron que internarlo. Cuando se recuperó, cambió de vida: no más alcohol, no más salidas. Con su esposa Flora Sarandon –de quien se divorciaría más tarde– y su hija Matilda de dos años, se instaló en las proximidades de Villa Gesell, donde residió hasta la actualidad.

Entonces tenía 40 años y se sentía un jubilado. Sentía que le sobraba tiempo, pero descubrió su biblioteca, tenía muchos libros que aún no había leído y otros tantos con ganas de releer. Y eso fue lo que hizo: se puso a leer. Y empezó a hacer las columnas en Página/12. Las ya clásicas contratapas de los viernes. También publicó las novelas Frivolidad (1995), Puras mentiras (2001) y María Domeq (2007). Y los libros de crónicas La tierra elegida (2005) y Ningún hombre es una isla (2010).

En especial, con ese cuento hermoso en el que un hijo se encuentra en una pileta con su padre muerto. El hijo le pregunta al padre cómo es estar muerto. “Como nadar de noche, en una pileta inmensa, sin cansarse”, le dice el padre.


“Lo que descubrí del mar es el tema de las presencias, no hay que hablar mucho de esto igual, por cábala. Hay gente que lo entendió en la montaña. Básicamente, yo creo que en el fondo es la relación con la naturaleza y la soledad”, le dice Forn al poeta Aníbal Zaldívar en el film La boya de Fernando Spiner. La boya está filmada en Villa Gesell, lugar donde Spiner pasó su adolescencia. El realizador argentino se encuentra con Zaldívar, su amigo de la infancia, y juntos indagan en la importancia del mar, de nadar y de las figuras paternas. En ese mismo testimonio, Forn explica: “De lo que hablo es de la soledad cuando estás sin nadie y en comunión con vos solo. Eso en la ciudad lo podía conseguir, yo era noctámbulo en la ciudad, en esa expresión que es: en la alta noche, cuatro y media de la mañana; sino era muy raro, algún amanecer extraño. Por lo general, no. Y acá (en Villa Gesell) te ocurre a cada minuto”.



Forn decía que ya no pensaba en formato libro. Con el ritmo de una contratapa por semana, publicada los viernes, pensaba en “formato viernes”. “Cada viernes es una de esas piedras encontradas en la playa, puestas una al lado de la otra a lo largo de una absurda, inútil, hermosa repisa, que rodea un comedor en el que unos cuantos conversan y fuman y beben y distraídamente manotean alguna de esas piedras y la entibian un rato entre sus dedos y después la dejan abandonada entre las copas con restos de vino y los ceniceros llenos y las tazas con borra seca de café. Y cuando todos se van yo vuelvo a ponerla en la repisa, y apago las luces, y mañana o pasado con un poco de suerte volveré con una nueva de mis caminatas por el mar”.

“Hay un momento donde la mirada gira para dentro, ya estás en un paisaje interior, ya estás caminando en tu interior, es como cuando nadas, estás adentro más que afuera. Son los momentos espejo porque te vas a otra dimensión”, dijo Forn también en La boya. Murió el domingo 20 de junio, de un ataque cardíaco, en Villa Gesell.

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