2023-08-17

Lo cortés no quita lo valiente

 

Leyendo el post de una amiga acerca de empatía, amabilidad y el arte de sentirse bien tratado, me lleva a recordar otras épocas, cuando los caballeros, como mi abuelo, saludaban al pasar quitándose el sombrero.

Los "caballeros" ya no acostumbran a usar sombrero y la sociedad en general ha olvidado algunos gestos sencillos que, no por serlo, dejan de ser disfrutables y generan un clima de grata convivencia. Buenos días, buenas noches, gracias, disculpe…", pequeños detalles que hacen la vida más llevadera.

Tanto que se habla de "empatía", palabra que alude a la capacidad de ponerse en los zapatos del otro, es decir tratar a los demás como nos gustaría que nos traten, tal vez no se entiende que la amabilidad es empatizar con el universal deseo de sentirse respetado, tenido en cuenta y reconocido por los otros humanos con los que nos cruzamos.

En una sociedad en la que el maltrato es moneda corriente, y en donde cada día sufrimos grandes o pequeños maltratos, la cortesía es como un caramelo que endulza un poco el cotidiano vivir.

Entendiendo que vivimos en una sociedad en crisis, las personas suelen sentirse malhumoradas, frustradas, enojadas y poco dispuestas a la amabilidad. Sin embargo, lo cortés no quita lo valiente, y si uno es amable también recibirá amabilidad en respuesta. "Te convido un caramelo, y luego vos me convidás a mí”.

Algo que también se ha perdido, y "por ley", es el piropo, equívocamente bastardeado como "acoso callejero", desde la confusión de entender que todo piropo es un acoso y no distinguir entre un "adiós preciosa" y una grosería. Amabilidad, ese piropo, que nos alegraba el día, con el placer de sentirnos admiradas y respetadas, y seguir caminando con una sonrisa en los labios y un brillo orgulloso en la mirada.

Recuerdo a un piropeador famoso en los subtes porteños, que agasajaba con un improvisado poema de su autoría a las mujeres que despertaban su admiración. Nunca una grosería escuché de su boca y, sin embargo, hoy sería acusado de acosador. Recordemos también a "Jardín Florido" el piropeador cordobés inmortalizado por el grupo folklórico "Los del Suquía".

Un mundo que, contradictoriamente, valora el sexo libre y descree de la seducción. Ese juego de coqueterías y miradas, un piropo, una sonrisa que a la manera de una danza iba generando poco a poco, la posibilidad de un encuentro entre el hombre y la mujer. Despacito, poco a poco, lentamente, saboreando. Tan diferente a estos tiempos en lo que todo funciona al ritmo del "llame ya", apretando el acelerador y "palo y a la lona". Esos encuentros que luego dejan "sabor a nada".

En la sociedad las personas no juegan, tienen encuentros "al paso" que pueden durar un día o algunos más, antes de "ghostearse" y diluirse en la nada. Situación que solo conduce a un estado de frustración y vacío que no siempre es registrado como tal. Y que, evidentemente, no trae aparejado bienestar alguno. Bienestar que sí, muchas veces surge del encuentro auténtico, del compromiso afectivo, y del sentirnos respetados y tratados con cortesía y amabilidad.

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