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En el Codo del Senguer

Por Alejandro Aguado / Texto y dibujo
domingo 30 de abril de 2023
En el Codo del Senguer

Luis Baltuska, aunque siempre fue muy viajero, residió toda su vida en la estancia Los Molinos, fundada por sus abuelos en 1905 a unos 70 kilómetros al sur de la ciudad de Sarmiento. El paraje se conoce como Los Monos o El codo del Senguer. Tras un recorrido de 130 kilómetros hacia el sur, el río Senguer describe una abrupta curva en dirección al norte, para ingresar al valle de Sarmiento y finalmente desaguar en el lago Musters. Al campo se accede desde el norte por una ruta de 53 kilómetros, que bordea la cara este de la sierra de San Bernardo, y culmina al alcanzar su extremo sur. La ruta vecinal conduce a una gran cantidad de cascos de estancias dispuestos sobre el valle y la sierra. Una vez al año una máquina niveladora de Vialidad Provincial acostumbraba realizarle mantenimiento. Sin embargo, desde hace cuatro años que no se hace presente y el trazado se encuentra en un estado desastroso, atravesado por zanjones de arroyos temporarios, kilómetros de serrucho y extensos tramos de pedreros que obligan a transitar a paso de hombre. La rotura del soporte de un amortiguador y un farol suelto le quedaron de recuerdo a mi vehículo tras dos visitas al lugar. También se puede llegar desde el sur por el antiguo trazado de tierra de la ruta 26, que se tiende por el sur de Chubut y conduce a la zona petrolera de Los Perales y a las localidades de Río Mayo y Las Heras (Santa Cruz) Por un desvío se desciende hasta la costa del río y se lo cruza a pie en una balsa. Pero este acceso fue recientemente cerrado con tranquera debido a visitantes que practicaban tiro con el ganado vacuno de varios vecinos.

Luis Baltuska, nacido en 1937 en Sarmiento, siempre fue hospitalario y muy sociable. Debido a ello y pese al estado actual de la ruta, los fines de semana su campo convoca a gran cantidad de visitantes, familias de allegados, amigos y vecinos, provenientes de campos vecinos y varias localidades de Chubut y Santa Cruz. Entre ellos, gente del ambiente de la radio y el folclore regional. También lo frecuentaron y frecuentan periodistas o investigadores académicos como geólogos y paleontólogos, atraídos por los muy particulares estratos geológicos que afloran en el entorno. En las inmediaciones, en el faldeo de la sierra, en el año 1974 se instaló un equipo de perforación de YPF en el que trabajaban tres turnos conformado por treinta operarios. Entre ellos se contaba una única mujer, geóloga (en el mismo lugar, en 1930, YPF ya había realizado otra perforación) Solían reunirse en su casa a jugar a las cartas durante la noche. De un asado que hicieron en su campo, participaron operarios del equipo petrolero, una periodista de la revista Gente, llamada Renee Salla y un fotógrafo llamado Kin Chui Bai, de origen coreano. A la periodista le llamaba la atención la presencia de la geóloga y en broma le consultaba cómo era convivir sola con tantos hombres. Durante años Baltuska conservó un ejemplar de la revista con la nota en la que aparecía, hasta que un día una de sus hijas la usó para jugar y la rompió. En las inmediaciones también se estudió y planificó la construcción de un dique conocido como Los Monos, en una angostura donde algunas paredes alcanzan los 100 metros de altura.

La personalidad y el lugar de residencia de Baltuska, le dieron cierto renombre. Hoy, figura en varios libros, participa esporádicamente de programas de radio (a veces cantando) y lo entrevistaron en varios programas de televisión de canales regionales. La primera vez que llegué a su campo fue de casualidad, para preguntar por el camino de acceso a otra estancia, y pude conocer su hospitalidad. Habían más de veinte personas y de inmediato nos invitaron a compartir un asado, al cual nos sumamos.

A principios del siglo XX allí se instalaron familias de origen lituano (Szlapelis, Zukas, Baltuska –varias familias con el mismo apellido pero sin parentesco-) y francés (Trompete, Coicaud) Familias que con el transcurso de los años se fueron emparentando. También se asentaron indígenas que se autodenominaban “manzaneros” (parcialidad del sur de Neuquén y Río Negro, conformada por tehuelches, huiliches y pehuenches, cuyos descendientes hoy se reconocen como mapuches) Entre ellos, Francisco Millaqueo, quien solía rememorar hechos de campañas militares de los tiempos de Juan Manuel de Rosas, y Marcelo Linares (aunque se apellido era Sañanko) quien posiblemente fue un afamado líder indígena que tuvo amplia participación en los tiempos de la Conquista del Desierto. Ellos eran muy ancianos cuando Luis Baltuska los conoció de niño. En la zona se dedicaban a la ganadería y no tuvieron descendencia.

En lo que era un paraje árido, pese a la presencia del río, sus abuelos edificaron una vivienda de adobe que, aunque algo deteriorada por el paso de los años, aún se conserva en pie y en uso. En décadas posteriores se sumaron varias edificaciones. En torno a la primera vivienda plantaron unos pocos árboles. A partir del año 1952, Luis y su padre, entre el río y el casco de la estancia, se dedicaron a trazar una chacra y disponer arboledas. Utilizaban las podas que les facilitaba un vecino. En invierno, a mano, con una barreta agujereaban el suelo en los que plantaban las estacas. Luego, las protegían tendiendo alambrados a sus lados para que los animales no las coman. Una vez que enraizaban y ganaban cierta altura, quitaban los alambrados para continuar el proceso creando nuevas cortinas de árboles. Una vez crecidos, Luis cortaba algunos árboles y los dejaba en el suelo, para que luego alguna de las periódicas crecientes del río los cubriera con sedimentos, abonándolos. De los troncos caídos luego surgían nuevos árboles.

Sin embargo, debido a la aridez pedregosa del suelo y la sequía que provocan los fuertes vientos que se despliegan embravecidos desde las alturas de la sierra vecina, tuvieron que implementar un sistema de riego cuya agua, tras alimentar las arboledas retorna al río. En 1962 compraron el motor en desuso de la primera usina de Sarmiento, para utilizarlo como bomba de agua. Encenderlo les demandaba gran esfuerzo físico y la colaboración de varios vecinos. Era muy ruidoso y de uso costoso, ya que consumía entre siete y ocho litros de gasoil por hora. Tras cinco años de uso lo cambiaron por un motor más chico y eficiente. Hoy utilizan un motor eléctrico, que se alimenta de un tendido de electricidad realizado por YPF. El resultado de años de trabajo y cuidados, es un amplio y bello oasis boscoso. En contraste, ni bien uno se aparta unos metros del cordón arbolado, el entorno es el de un pedrero plano que se estira hasta el pie de la sierra, apenas tapizado de vegetación rala y reseca.

A la vez que se dedicaba a la ganadería, en el año 1977 comenzó a desempeñarse en la empresa estatal de Agua y Energía. Su labor consistía en medir y registrar el caudal de agua del río, el de las precipitaciones, temperatura y presión atmosférica. Tras los cambios producidos en los años ‘90, continuó con la misma labor, pero para Enarsa (hoy IEA SA) pese a que está jubilado, aún realiza las mediciones.

Desde hace años sus registros muestran una constante disminución del caudal del Senguer, y una abrupta retracción de nevadas y lluvia. La última gran nevada que recuerda fue la del año 1984, que le provocó la muerte de 700 de las 900 ovejas que poseía en ese momento. Hasta fines de los años ’70 las nevadas podían alcanzar el medio metro de espesor en las tierras bajas y el metro de altura en la sierra, situada a tres mil metros del casco. Ello luego redundaba en una abundante y vigorosa cobertura vegetal, incomparable con la actual.

Uno de los principales atractivos del casco, por el cual suele ser renombrado, es la existencia de una balsa apta para el tránsito de personas y transporte de carga no muy pesada. En realidad se trata de varias que se fueron sucediendo con los años. A la primera la construyó en 1976 uniendo cuatro tambores de chapa y unas tablas atadas con alambre. Se pasaba de una margen a otra tirando de un alambre. De la inauguración participó Carlos Omar, una institución de la radiofonía regional. Debido a la precariedad de la primera balsa, Carlos Omar la apodó “La infractora”. Luego la reemplazaron con otra hecha con dos cámaras de cubiertas de tractores, que funcionaban como gomones, sobre los que dispusieron tablones de madera. El inconveniente que tenían era que el sol resecaba las gomas y se desinflaban. A las primeras se las podía utilizar únicamente cuando el caudal del río era bajo. A la más reciente la construyó YPF soldando seis tambores y colocándole suelo de madera. Luego le sumaron otros tres tambores. Se pasa de una margen a otra tirando de roldanas que corren por dos resistentes cables de acero. Se la conoce como “La resbalosa”. Durante la primera visita tuve la oportunidad de utilizarla y es una experiencia que se disfruta, tanto por el hecho de navegar el río como por la belleza del entorno.

Contrariando la visión que se puede tener desde las ciudades, en la que se supondría que en parajes apartados se vive aislado e incomunicado, Baltuska nunca lo estuvo. En décadas pasadas en quioscos de Sarmiento se proveía de revistas que encargaba y una vez al mes pasaba a buscar. Leía revistas informativas como Gente, Siete Días, Selecciones o revistas de historietas como Patoruzú, Patoruzito, Condorito, El Tony y Fantasía. De todas, en su juventud, su preferida era Rayo Rojo, cuya peculiaridad era que se imprimía en tamaño pequeño y apaisado. Más cerca en el tiempo disponía de un equipo de radioaficionado y en la actualidad cuenta con televisión satelital. Telefonía celular tuvo hasta hace poco tiempo, hasta que una tormenta de viento derribó una antena que la empresa de telefonía nunca repuso. Como en todos los campos, el principal medio de comunicación siempre fue la radio.

El campo de Baltuska se sitúa en un paraje apartado, de no fácil acceso por el abandono del camino, pero es un lugar que goza de una intensa vida social. Además, cuenta con atractivos para el esparcimiento y rincones de gran belleza paisajística, la que es obra de la naturaleza y la generada por los humanos. Es de esos lugares que se pueden considerar como especiales. De los que no figuran en los circuitos turísticos, sino de los que se deben descubrir.

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