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El puente ferroviario y el Zanjón del Cerro Negro

Por Alejandro Aguado -Texto e ilustración /
lunes 13 de junio de 2022
El puente ferroviario y el Zanjón del Cerro Negro

Nada en el paisaje hace sospechar que al sureste del valle de Sarmiento perdura un gran puente de hierro del extinto ferrocarril. Para que haya un puente, tiene que haber o hubo agua y, a simple vista, en esa zona el suelo se presenta mayormente reseco, salpicado por arbustos dispersos.

El Zanjón del Cerro Negro y la ruta de asfalto se cruzan a 20 kilómetros al sureste de la ciudad de Sarmiento. Allí tiene aspecto de ser uno entre tantos canales de desagote del agua que se acumula en los campos en temporadas húmedas. En realidad es un brazo que se desprende del río Senguer al suroeste del valle de Sarmiento, y corre en dirección al naciente. En verano disminuye su caudal, y si alcanza la ruta de asfalto es con los últimos estertores. Entonces se lo ve pantanoso, encharcado, al que la greda tiñe de un color  lechoso. Tras recorrer casi 40 kilómetros, vertía sus aguas en la margen sur del lago Colhue Huapi. Hoy casi nunca llega a destino. Una hilera de sauces acompañan grandes tramos de su cauce. Casi nadie recuerda su existencia, por eso cuando se habla del afluente que surte de agua al lago se nombra únicamente al “Falso Senguer”, que se extiende 20 kilómetros al norte. En mapas de fines del siglo XIX y principios del XX, se dibujan con claridad los cauces de los dos afluentes del Colhue Huapi: el Falso Senguer y El Zanjón del Cerro Negro. La ruta, a su vez, taponó una especie de delta que desaguaba en la costa centro oeste del Colhue Huapi. Este sería un tercer afluente del lago.

La estación de ferrocarril Colhue Huapi es la que más y mejor conserva sus instalaciones, de todas las establecidas a la vera del tendido del extinto ferrocarril del sur de Chubut. Aunque la visité varias veces mientras realizaba mi libro “Aventuras sobre rieles patagónicos”, desconocía  la existencia del puente en las cercanías. Fue el escritor-poeta y dramaturgo Juan Carlos Moisés quien me habló de él. De chico, con sus amigos, saltaban desde el puente para nadar en las aguas del Zanjón. La anécdota me llamó mucho la atención, porque para caer de cierta altura sin chocar contra el fondo y poder nadar, debería tener una profundidad considerable. De hacerlo hoy, caerían sobre una especie de charco pantanoso que apenas les llegaría a los tobillos.

Pude conocerlo varios años después de anoticiarme de su existencia. Paseaba por los alrededores, lo recordé, tenté suerte siguiendo el tendido de las vías y lo ubiqué a un centenar de metros de un cerro llamado Negro; que es un gran afloramiento rocoso situado en el sur del valle de Sarmiento. Era un día de verano, poco apropiado para pasear por el campo. Con casi 40 grados de temperatura, el aire parecía haberse extinguido. El ambiente quieto y pesado aplastaba, obligando a un andar pausado y a descansar por tramos. A lo lejos, la vista del terraplén de las vías se perdía taponado por una pared formada por la copa de sauces. En ese punto se situaba el puente del tipo armadura: diseñado para sostenerse cuando se aplica peso mediante la tensión de cada una de sus piezas. Matas de calafate y las ramas de los árboles camuflaban al coloso de hierro. Su estructura descansaba en sus extremos sobre dos robustas bases edificadas con bloques de piedra de basalto negro. Como el puente no tenía suelo, se debía caminar sobre los durmientes. Debajo, el agua se veía turbia, estancada. Con el cauce empantanado, fluía de forma perezosa, expandiéndose hacia los lados. De su superficie asomaban pastos, algas y arbustos, y ahogaba los árboles de los márgenes. Visto a la distancia, El Zanjón del Cerro Negro resultaba una línea de un verde intenso, que contrastaba con las elevaciones ocres y desvestidas del extremo norte del Cerro Negro y sus afloramientos rocosos de forma cónica. De fondo, se recortaban los paisajes lunares multicolores del faldeo que cierra el valle por el sur.

Según se aprecia en imágenes satelitales, el Zanjón pierde la mayor parte de su agua entre los kilómetros 6 y 23 de su trayecto. Se lo va desviando para regar chacras, en el sur del valle de Sarmiento. Ello, sumado a que la ruta de asfalto taponó un antiguo delta que desaguaba en el Colhué Huapi, contribuyeron a la sequía del lago.

Una foto de mediados de 1911 registra el potente caudal de agua del Zanjón del Cerro Negro y el delta. Por la distancia a la que se aprecia de fondo el Cerro Negro, fue tomada en inmediaciones de la que sería la estación de ferrocarril de Colhue Huapi. Registra a obreros del ferrocarril construyendo una alcantarilla de desagote debajo de las vías. Bolsones con tierra refuerzan las márgenes del terraplén del tendido, para que el agua que se embalsa a sus lados no lo horade. Por el hueco el agua fluye con vigor, formando olas. Al trabajo los hombres lo realizan a pico, pala, volquetes y martillo. Un trabajo sacrificado, de gran exigencia física, realizado en condiciones precarias. En derredor no se aprecian árboles, las chacras aún son un proyecto. Todavía no se practicaba el riego por inundación para generar mallines y juncales, que posibilitan introducir más ganado para pastoreo. El agua, pese al terraplén que la embalsaba, fluía hacia su destino natural, el lago.

Por su parte, el puente, de 21 de largo por 9 de ancho, parece perdurar indiferente al paso de las décadas. Nació en un tiempo en que todo se hacía para que dure el mayor tiempo posible. Fue pensado para ser fuerte, resistente al paso de las toneladas de peso de cada formación ferroviaria: locomotoras, tender y vagones en todas sus variantes. En el año 2006 se salvó por poco de ser desarmado con fines inciertos. Ese año la justicia intervino para detener en Parada Km 162 (a unos 20 kilómetros de distancia) el levantamiento de vías y durmientes del ramal, ya que no se cumplieron con los requisitos estipulados por Ley. Si se lo compara con los existentes en otros ramales del país, su tamaño no resulta significativo. Sin embargo, representa una rareza para un ramal que se tiende por una región árida donde el agua es un bien escaso.

Tanto el puente como el Zanjón, hoy no cumplen con su sentido de origen: uno no aporta vida al lago y el otro no se utiliza para que circule material rodante ferroviario. Ambos quedaron traspapelados, con una presencia relegada, desconocida. Son memorias silenciosas de lo que fueron. 

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