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Doña Juana, la mamá del Presidente

miércoles 21 de septiembre de 2022
Doña Juana madre de Perón
Acto del 1° de Mayo de 1952 frente a la casa de doña Juana. Foto: Barreiro, Hipólito. Juancito Sosa, el indio que cambió la historia. Abril de 2000.
Acto del 1° de Mayo de 1952 frente a la casa de doña Juana. Foto: Barreiro, Hipólito. Juancito Sosa, el indio que cambió la historia. Abril de 2000.

La mamá del presidente de la nación vive en la avenida Rivadavia, en la Loma, donde está la gente sencilla, no hay ni siquiera pavimento. Es una señora con cara de buena y gorda, sonríe... sobre todo ahora que su hijo es el Presidente de la Nación y tanta gente la viene a saludar. “No sabía leer y escribir y usaba alpargatas bigotudas, su nombre hubiera quedado en el anonimato si no hubiera sido la madre del presidente... en su casita usaba una colcha como mantel y su única riqueza era un pequeño busto de oro de su hijo; le gustaba conversar y también ir a comer asado de potranca en las fiestas que se hacían en Diadema”.(1)

Ella está siempre dispuesta para conseguir lo que la gente le pide, no en vano es la madre de Juan Domingo Perón.

Doña Juana vive con su esposo, su segundo marido, don Marcelino Canossa. Antes, en 1928, ella había quedado viuda de don Mario Perón, el padre de sus dos hijos, Mario que había nacido en 1891 y Juan Domingo en 1895; dos años después los chicos son reconocidos por el padre, hasta entonces llevan el apellido de ella, Sosa.

Por unos años vive en la Estancia La Porteña, en Sierra Cuadrada, Chubut. Sus hijos, que estudian en Buenos Aires con la familia del padre, vienen a pasear a la zona de Camarones.

En 1937 se casa con Marcelino, tres años después se instalan en Comodoro Rivadavia. Cuando Juan Domingo es elegido presidente de la nación, el 24 de febrero de 1946, doña Juana siente que su vida cambia, de la noche a la mañana Juana descubre que tiene muchos amigos. Están los que se hacen los amigos y le rinden honores, pero a ella no le importa, le gusta atender a la gente pobre, le piden que interceda para que abran una calle, a una maestra para que le consiga un cargo aunque sea de suplente, gente que le va a pedir una casa... en fin, ella no la tiene pero puede hablar con los ministros de Juan.

A su hijo no le gusta que su mamá hable con los secretarios y los ministros, él es un hombre importante, un militar de carrera y como tal tiene que mostrar una vida prolija, no vaya a ser que se enteren que ella era madre soltera, o que ahora tiene otro marido. Eso no está bien visto. Pero a Juana no le importa, ella es importante por ser la madre del presidente y con eso basta.

En 1948, y con el dinero de su propio bolsillo compran el terreno en la avenida Rivadavia, primero hacen dos piezas en el fondo y poco a poco construyen la casa de material al frente que terminan recién en 1950.

 

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Doña Juana madre de Perón

Doña Juana está enferma

Doña Juana sufre de diabetes, una enfermedad que se agrava en los primeros meses de 1953 y que se complica con arterosclerosis. Ya no le hace caso a los médicos, pero se deja atender por el doctor Eduardo Napolitani quien la interna en su clínica y se comunica con Juan Domingo para comentarle el estado de salud de su madre.

El presidente pide que la manden a Buenos Aires, pero el doctor le contesta que su estado es muy delicado; entonces envía un radiograma al Gobernador Militar, Italo Dell’Oro, y manda que ponga todo lo necesario a disposición del médico.

La viejita ya no quiere tomar medicamentos, se agrava y el sábado 30 de mayo de 1953 muere. Napolitani abraza con afecto a don Marcelino, lo acompaña hasta el teléfono de la casa para que llame a Buenos Aires.

La noticia conmueve a todos, sobre todo a los seguidores del general Perón, hace apenas un año que murió Evita y el dolor está presente.

Inmediatamente se organiza el funeral en el hall central de la Municipalidad, por donde desfilen miles de personas entre la mañana del domingo y el lunes a la tarde. A las 18 parte el cortejo rumbo al aeropuerto General Mosconi. Allí espera un avión de la Fuerza Aérea, un DC4 traslada los restos de doña Juana a Buenos Aires. Ahí espera su hijo, los ministros, los militares, delegaciones de escuelas primarias, las unidades básicas y miembros de la Fundación Evita.

Un artista de la ciudad hace un monumento en su homenaje y lo instala al frente de la casa donde vivió. En 1955 manos diligentes lo guardan y permanece oculto hasta 1973 cuando un nuevo presidente peronista gana las elecciones. Desde entonces el monumento dedicado a Doña Juana está en km. 5, en la Plaza del barrio Presidente Ortiz.(2)

 

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Extraído del libro "Crónicas del Centenario" editado por Diario Crónica en 2001

Referencias en la nota

(1)“Mujeres en tierras de hombres” de Virginia Haurie.

(2) “Juancito Sosa. El indio que cambió la historia”. Hipólito Barreiro.

 

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