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La lucha popular en la creación de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco

domingo 29 de mayo de 2022
La lucha popular en la creación de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco
Los estudiantes llevan a las calles el reclamo por la administración de la Universidad privada y la situación de alumnos y docentes. Foto: ingeniero Delfor Martínez
Los estudiantes llevan a las calles el reclamo por la administración de la Universidad privada y la situación de alumnos y docentes. Foto: ingeniero Delfor Martínez

El cartel colgado sobre el edificio del Colegio Deán Funes no deja lugar para dudas: la lucha por la universidad popular se ha adueñado con más fuerza que nunca en Comodoro Rivadavia. Esa noche del 21 de diciembre de 1973, los estudiantes, dirigentes y vecinos que se habían plegado al movimiento irrumpen en la sede universitaria de la Iglesia Católica. En cuestión de minutos, forman barricadas con los bancos para impedir el ingreso de quienes pudieran reprimir esta manifestación. Luego, aparece la pancarta, que se puede leer desde lejos: “Universidad tomada por el pueblo”.

No es un gesto de rebeldía de un grupo de jóvenes, sino el punto crucial de una serie de reclamos desoídos por las autoridades de la Universidad de la Patagonia San Juan Bosco. Esta casa de estudios privada no favorecía la participación de estudiantes o profesores en las decisiones, pero además había tomado determinaciones que tensaban más la relación entre los claustros.

Desde hace más de un año, los docentes y alumnos pelean por el aumento del nivel académico, flexibilización de las condiciones de ingreso y eliminación del arancel que se cobraba. No faltan las acusaciones de “escasa transparencia en el manejo de los fondos y, en particular, de los subsidios que se enviaban desde a Nación para la construcción del edificio”. Además, los estudiantes denuncian una supuesta venta de títulos en el exterior y “discriminación a estudiantes y docentes de otra religión”.

Durante meses, los pedidos se mantuvieron dentro de la Universidad privada, pero, el 15 de julio de 1972, las calles se adueñan del conflicto. Unas 600 personas marchan por el centro para reclamar un Consejo de Administración activo; remarcan que “sin alumnos no hay universidad”, entre otras consignas sobre el protagonismo de los estudiantes. El intendente Angel Ragno y su gabinete son los mediadores en esta crisis institucional, aunque no hay respuestas desde la Universidad San Juan Bosco.

El inicio del ciclo lectivo 1973 no hace más que agudizar el conflicto con los estudiantes, quienes se encuentran con una declaración jurada, al momento de inscribirse, para comprometerse a “no tener en la Universidad otras actividades que no sean estrictamente académicas, absteniéndose por tanto de toda agitación subversiva y/o política partidista”. A este motivo de descontento, se suman los despidos de algunos profesores, la renuncia del decano de Humanidades, Italo de Pamphilis, la expulsión del alumno Mario Murphy por una nota editada por el Centro de Estudiantes sobre el manejo de la Universidad como “una empresa conservadora rentable Rosello y Cía., sociedad de hipocresía limitada”.

Todos estos factores terminan de debilitar la relación entre el gobierno de la Universidad y sus alumnos y docentes. Los gremios, la Municipalidad, los estudiantes secundarios, las uniones vecinales y los partidos políticos se suman en esta lucha y el 26 de noviembre se realiza una nueva marcha, esta vez, para exigir la reincorporación de Murphy.

Seis estudiantes inician una huelga de hambre en la Catedral San Juan Bosco, primero, y en la Parroquia San Carlos, después. Son Damián Murphy, Cristina Aguilar, Oscar Bóscaro, Silvia Pizzoloa, Mario Weber y Andrés Salvagni. Pero el 9 de diciembre, ellos y los otros dos estudiantes que se habían sumado al ayuno deben dejar esta medida por prescripción médica.

En Buenos Aires, Mario Murphy, Alberto Lateulade y Horacio Iadges logran la promesa del ministro de Educación, Jorge Taiana, de que enviaría un veedor.

Lucha y violenta represión

El 12 de diciembre, los alumnos salen nuevamente a las calles y cortan la Ruta 3 en el acceso a la ciudad. De esta manera, convocan a una Asamblea Popular para que el pueblo adopte “las medidas necesarias para hallar una solución definitiva al problema”.

El Centro Universitario Patagónico invita a obreros, profesores, maestros, integrantes de asociaciones vecinales, empresarios e integrantes de la comunidad en general para las 20:00 en el Centro Catamarqueño. La convocatoria es clara: “No podemos permitir bajo ningún punto de vista que quienes están denigrando y negando la autenticidad, el valor y la honradez de este pueblo se sienten tranquilamente a engordar durante esta Navidad en una mesa llena de manjares; mientras hay un pueblo que lucha y clama por una justicia que no llega y de la que los señores miembros del Consejo Superior de la Universidad se están mofando”. El llamado, entonces, es para decir no a los “mercaderes de nuestra cultura”.

La inquietud de toda la ciudad es importante, ya que más de 1500 personas se reúnen para interiorizarse y decidir qué hacer para llamar la atención de las autoridades educativas. Finalmente, unos 125 autos se dirigen en caravana hasta el Colegio Salesiano Deán Funes y, a las 23:05, toman la sede universitaria que allí funciona.

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Las puertas estaban cerradas desde hacía unos días y con custodia policial, pero los manifestantes hacen presión y los accesos ceden. En minutos, se ve a algunos jóvenes colgados de las ventanas del edificio, mientras “las autoridades de la Universidad se remiten a protegerse en sus cuartos y otros permanecen expectantes en las inmediaciones del edificio”.

Pero el clima de excitación por tomar la universidad, luego de tantos meses de reclamos, apenas dura unas horas. La Policía ya está en las afueras del edificio evaluando la manera de terminar con la toma del edificio universitario. A las 4:00, llega el intendente Alberto Lamberti, acompañado por dos concejales y un diputado provincial. Dialogan con la fuerza pública para evitar que actúen y, por otro lado, persuadir a los estudiantes de abandonar el edificio.

Ellos se niegan a salir porque “esta lucha nos ha llevado casi 40 días de sufrimientos y constantes sobresaltos; ahora la Universidad es nuestra y del pueblo; que nos vengan a sacar”.

Pero dos horas después, vencido el plazo otorgado en esta negociación, el rector del Colegio Deán Funes solicita a la policía que desaloje -en forma inmediata y enérgica- a las personas que se encontraban en el interior del recinto.

Muchos jóvenes están en el cine de Y.P.F., conectado al colegio por un acceso en el extremo sudeste. Apenas pueden moverse cuando empieza la represión del movimiento. Entre las 6:30 y las 8:00 de ese sábado 22 de diciembre, se viven algunas de las imágenes más violentas en la historia de Comodoro Rivadavia.

La fuerza de los agentes de las tres seccionales de la Policía Provincial en la ciudad y de la Policía Federal pudo más que las defensas preparadas por los jóvenes. “A hachazo limpio”, los policías rompen las puertas de acceso al cine y sacan violentamente las barricadas hechas con los pupitres.

En dos minutos, el salón está desalojado, pero los pasillos están llenos de gases. lacrimógenos que afectan a los estudiantes e incluso a las autoridades de la ciudad que se habían acercado para mediar. Pero son los jóvenes los que más sufren en esta represión: al salir, desorientados por los gases, se encuentran con garrotazos de manos de los policías.

Con palabras entrecortadas por la irritación de los gases lacrimógenos, los estudiantes piden a los agentes que no repriman con frases como ésta: “no se va a morir el Movimiento Estudiantil, señores de la poli, les quedan dos caminos: unirse con el pueblo o ser sus asesinos”.

Veinte viajes de las ambulancias del Hospital Alvear son necesarios para socorrer a los damnificados en este desalojo de la sede universitaria.

Los bastones policiales y los gases lacrimógenos afectan especialmente a 15 estudiantes, que permanecen internados. Entre ellos, Alicia Mamaní y Carlos Luz Clara -presidente del Centro Universitario Patagónico- son los que mayores daños sufrieron. A la joven estudiante le había estallado una bomba lacrimógena y a Luz Clara le diagnostican fisuras en el cráneo, producidas por los golpes de los policías.

Algunas horas más tarde, los comodorenses leen perplejos e incrédulos la tapa de Crónica que resume con grandes titulares: “La represión fue feroz. Fuerzas policiales desalojaron a garrotazo limpio a los estudiantes que habían tomado la Universidad”.

En el interior del diario, se rescata una reflexión: “El escándalo ya pasó, sólo queda en la mente de los habitantes de Comodoro Rivadavia un bochornoso espectáculo que tardará mucho tiempo en borrarse”.

Días después, a través de una solicitada, representantes de los distintos sectores de la ciudad cuestionan que el juez de primera instancia, doctor Bulgheroni, “dio la orden de reprimir salvajemente a solicitud de los cuestionados y piadosos ‘sacerdotes’, que tienen a su cargo la casa de estudios, consiguiendo provocar gran cantidad de heridos, algunos de ellos graves”.

La portade de Crónica del 23 de diciembre de 1973 refleja la represión en la toma de la sede universitaria.

Primero, la intervención. Luego, la creación de la Universidad Nacional

Los efectos de esa situación no se hacen esperar: el 27 de diciembre se conoce el decreto del ministro de Educación, Dr. Taiana, firmado por el teniente general Juan Domingo Perón, de intervención a la Universidad.

El 3 de enero, llega el interventor designado, doctor Roberto Payne, pero obviamente no es bienvenido en la universidad privada. El obispo de Comodoro Rivadavia, monseñor Eugenio Santiago Peyrou rechaza la intervención y cierra la Universidad San Juan Bosco.

Inmediatamente, el religioso viaja a Buenos Aires para revertir la decisión ministerial. Desde allá, anuncia que el decreto de intervención sería derogado, aunque Payne recibe también desde Capital Federal instrucciones que confirman lo contrario y el Ministerio de Educación dispone acudir a la Justicia Federal para que el interventor pueda cumplir su tarea. Pero de todas maneras, no logra acceder a la información sobre la universidad que le permita tener un diagnóstico sobre su manejo.

En este clima, el discurso de los estudiantes apunta a la necesidad de nacionalizar la Universidad San Juan Bosco.

La situación y el informe sobre la necesidad de instalar aquí una universidad nacional confluyen en un anuncio: el 1º de marzo de 1974 comenzaría a funcionar un Centro Universitario donde se respetarían “los derechos de los alumnos”. El subsecretario de
Asuntos universitarios del Ministerio de Cultura y Educación de la Nación dirá también ese 21 de enero del ’74 que “la Universidad Nacional de la Patagonia es un hecho irreversible e incontrovertido y funcionará con un carácter regionalista e integrador”.

Días después, en la otra universidad, la Justicia remueve de sus cargos a todos los miembros del Consejo de Administración de la Fundación San Juan Bosco debido a que las autoridades no habían cumplido con los requerimientos realizados por el interventor.

 

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Convivencia y unificación

El 4 de mayo de 1974, se inaugura la Universidad Nacional de la Patagonia, en el Colegio Perito Moreno, con el ingeniero agrónomo Silvio Grattoni como rector organizador. Pero la alegría se vive en toda la ciudad: en el acceso principal, se lee un cartel que dice “Universidad Nacional de la Patagonia, conquista popular”.

A fin de mes, el 31 de mayo, retoma sus actividades académicas la universidad salesiana. Durante cinco años, funcionarán ambas casas de estudios en Comodoro Rivadavia. Pero en agosto de 1979, se entiende que no hay lugar ni fondos para dos universidades por lo cual se decide su unificación.

El nacimiento de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco pretende, entre otras cosas, “ordenar y fortalecer los estudios superiores y consolidado el sistema universitario patagónico”, según indica el convenio firmado entre el Obispado de Comodoro Rivadavia y el Ministerio de Cultura y Educación.

En el documento, suscripto por Llerena Amadeo y por monseñor Argimiro Daniel Moure, la Iglesia cede gratuitamente a la nueva Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco el edificio inconcluso de Kilómetro 4, que será inaugurado un par de años después.

Foto Archivo Histórico Municipal

El largo camino hacia la universidad

Los antecedentes de la historia de la universidad para Comodoro Rivadavia empiezan aun antes de que hubiera un colegio secundario donde continuar los estudios luego de la primaria.

En marzo de 1943, se crea la Comisión de Formación de la Universidad Popular de la Patagonia, institución privada que pretende ser “una conjunción de esfuerzos dispuestos para satisfacer urgentes necesidades de nuestra educación popular”. Su objetivo es la enseñanza teórica-práctica de “conocimientos útiles”, para lo cual promueve la investigación en torno a problemas argentinos, así como la creación de cátedras de extensión y divulgación de temas patagónicos.

No llega a ver sus propósitos realizados porque con la creación de la Gobernación Militar, un año después, nace una entidad que reemplaza este proyecto. Es el Instituto Superior de Estudios Patagónicos, dedicado a investigaciones y publicaciones de prehistoria y protohistoria patagónicas, en el marco de lo cual se fomenta la creación del museo regional y la biblioteca pública.

Más concreto es el proyecto de 1949 para la creación de la Universidad Nacional de la Patagonia. Mientras se encuentra en tratamiento en la Cámara de Senadores de la Nación, los habitantes de Comodoro Rivadavia se movilizan para que la sede de la casa de estudios superiores se ubique aquí. Pero, al no promulgarse esta ley, el proyecto se transforma en una nueva frustración para los comodorenses.

La universidad más cercana está a 1.100 kilómetros, en Bahía Blanca. El desarraigo y la situación económica impiden en muchos casos que los jóvenes accedan a un estudio superior.

El 11 de febrero de 1959, se firma y promulga el decreto-ley 6403, que contiene un artículo de autorización para el funcionamiento del Instituto Superior de la Patagonia, que tiene como fines “dar a la Patagonia los intelectuales, investigadores y técnicos que necesita, además de dotarlos de formación cristiana y humanística”, según determina el proyecto.

Con sede en el Colegio Salesiano Deán Funes, esta institución privada comienza sus actividades, en marzo de 1960. “El Instituto Universitario de la Patagonia se crea en atención a la realidad del país y en particular del sur argentino, reconociendo que sus problemas no son únicamente de orden material, sino también moral y espiritual”, se establece en el capítulo I de los estatutos.

Apenas comenzado su segundo ciclo lectivo, cambia su nombre a Universidad de la Patagonia San Juan Bosco, denominación que impone un auto pastoral de monseñor Carlos Pérez, obispo de la Diócesis de Comodoro Rivadavia. Tiene dos facultades: humanidades y ciencias, con carreras relacionadas con la lengua y la literatura en el primer caso, y con las ingenierías, bioquímica y farmacia, en el segundo.

En 1967, se realiza la primera colación de grados. Ante la demanda de Y.P.F. y de otras empresas asentadas en la zona, se crea el departamento del Petróleo. La empresa estatal cede 12 hectáreas en Kilómetro 4 para la construcción de la ciudad universitaria. Sobre fines de esta década, se recibe un subsidio del Ministerio de Bienestar Social de la Nación con el que se inició la obra.

 A principios de los ’70, “La política educativa de la Revolución Libertadora alentaba la creación de nuevas universidades con el fin de descongestionar las grandes concentraciones de estudiantes en las grandes universidades nacionales. Razones geopolíticas y el temor de que crecieran los ‘focos guerrilleros’ –en la terminología castrense de Lanusse- se escondían detrás de esta política” (1).

En mayo de 1972, el presidente de facto de la Nación, Agustín Lanusse, recorre la Patagonia y, luego de escuchar los reclamos de los pobladores, instruye al ministro de Educación, Gustavo Malek, para que se cree la Universidad Nacional de la Patagonia. Cuatro meses más tarde, está trabajando la comisión especial para estudiar la factibilidad de creación de la Universidad Nacional de la Patagonia, que preside Roberto Domeq, con dos secretarías: una de ellas, en Trelew y la otra, en Río Gallegos.

Esta comisión concluye en que el rectorado de la universidad debería instalarse en Comodoro Rivadavia, con facultades en Trelew, Esquel y Río Gallegos. El proyecto prevé el Rectorado, la facultad de Ingeniería, las escuelas de Arte y Diseño y de Asistencia Social en esta ciudad; los estudios antárticos en Ushuaia; los forestales y edafológicos en Esquel; y la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, junto con el Instituto de Ecología y Recursos no Renovables en Río Gallegos.

Entre otros intereses, los representantes de la Universidad San Juan Bosco, encabezados por Roberto Scocco y el sacerdote Félix García, se pronuncian en contra de la iniciativa, que queda en suspenso. Sus fundamentos son que “encarada como está, la Universidad Nacional de la Patagonia será motivo de desarraigo y de empobrecimiento por la constante fuga de personal cualificado”.

La iniciativa queda en suspenso, pero en este contexto, surge un conflicto fundamental para la casa de estudios superiores con sede en Comodoro Rivadavia.

Los estudiantes y profesores piden a la comunidad acompañamiento en su lucha, a partir de serios cuestionamientos sobre el manejo de la Universidad San Juan Bosco. Los alumnos piden participar en las reformas del anteproyecto del reglamento de estudios y lo logran, luego de una huelga general.

Pero la limitada actuación obtenida y las nuevas medidas de la universidad privada originan reclamos más estridentes, a los que se suma buena parte de la ciudad.

 

Extraído del libro "Crónicas del Centenario" editado por Diario Crónica en febrero de 2001.

(1) "La Patagonia y la Universidad del futuro". Publicación especial de la U.N.P.S.J.B. 1999

 

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